Pregtirea pentru Sobor trebuie efectuat în mod activ, iar pentru aceasta este necesar atragerea forelor creative, este convinsSanctitatea Sa Patriarhul Chiril. Dumnealui a chemat la crearea unui organ eficient format din reprezentanii Bisericilor Locale, care ar putea s se întruneasc în mod regulat, s fac schimb de opinii, de materiale, inclusiv cu utilizarea mijloacelor de comunicare în mas, care fac aceast activitate deloc complicat. „Dac noi vrem cu adevrat s convocm Soborul Panortodox, noi trebuie s învm s activm într-un astfel de regim”, a spus Întâistttorul Bisericii Ortodoxe, menionând faptul c mai urmeaz un mare volum de munc i cu privire la tematica Soborului, i cu privire la regulamentul su. Doar, dup cum a vorbit în raportul su Sanctitatea Sa Patriarhul Constantinopolului Bartolomeu, chiar i acele opt teme, care sunt deja  finalizate i  aprobate, cer o anumit cizelare, inând cont de schimbrile produse în realitile din ultimele decenii. „Toate temele ordinii de zi a Soborului trebuie pregtite bine i în comun, trebuie de gsit un consensus comun. Dac anumite chestiuni nu le vom putea corela dintr-o dat, nu trebuie s ne temem s le amânm pentru examinarea în urmtoarele Soboare. Dac vom putea s pregtim  destoinic acest Sobor, consider, el nu va fi ultimul”, i-a împrtit opinia Sanctitatea Sa Patriarhul Moscovei i al întregii Rusii Chiril. Sanctitatea Sa a atras atenia, de asemenea, la provocrile din ziua de azi, pe care Soborul nu le poate evita: „Este izgonirea în mas a cretinilor din regiunea Orientului Apropiat i a Africii de Nord, ceea ce amenin prezenei cretine pe pmânturile de unde a început rspândirea cretinismului. Este i cultul consumului omorâtor al spiritualitii, care se afl la baza crizei economice, care a contaminat multe ri ale lumii cretine. Actualmente, din pcate, ale lumii pseudocretine. Este i încercarea de introducere a aa-numitei filozofii ghender, care distruge bazele moralitii i ale familiei – încercri care au atins rile occidentale i acum se îndreapt asupra estului ortodox. Sunt i problemele bioeticii, astfel precum clonarea, mamele-surogat i totul ce pretinde la intervenirea în firea omeneasc, creat de Dumnezeu”.

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Bizancio sobrevivió durante otros doscientos años, pero ya no era una vida normal, sino una agonía de muerte. Los cruzados habían minado su eficaz resistencia contra los turcos. Sólo era cuestión de tiempo hasta que la ciudad cayese en sus manos. Los turcos, cuando llegaron, llegaron para quequedarse. Los cruzados no libraron a Tierra Santa del yugo mahometano; en cambio, con sus estrategias desacertadas facilitaron la entrega del Oriente cristiano a las manos de sus opresores orientales. Las Iglesias de Lengua Eslava Después de la exaltación del Islam, la Iglesia y cultura bizantinas perdieron su influencia sobre la masa de habitantes del Asia Menor, Siria y Egipto, pero encontraron un nuevo dominio entre los pueblos de lengua eslava. La versión bizantina del cristianismo oriental se convirtió en religión de los serbios, búlgaros, macedonios y rusos. Después de su conversión al cristianismo en el siglo IX, los búlgaros crearon por dos veces un impresionante Imperio, y en cada una de estas ocasiones trataron de someter a los griegos y de hacer de Constantinopla su capital. Simeón (893–927) fue el primer gobernante búlgaro que asumió el título de zar. En el 913 llevó a su ejército hasta las murallas de Constantinopla, pero no consiguió tomar la ciudad. En el 923 celebró una conferencia privada con el Basileus y logró un subsidio anual de los intimidados griegos, junto con el reconocimiento de la Iglesia búlgara como cuerpo independiente bajo un arzobispo que residía en la capital, Gran Preslav. Sin embargo, el Imperio que fundó Simeón sólo duró hasta el año 972. Su sucesor, el zar Pedro (927–69), no pudo dominar a sus indóciles nobles, y vio debilitada la fuerza de su Estado. Durante el reinado de su hijo, Boris II (969–76), Bulgaria fue invadida por Sviatoslav de Kiev (945–73), que devastó Gran Preslav y capturó al Zar. El emperador, Juan I Tzimisces (969–76), entró en Bulgaria en el año 972 y dividió el derrotado Imperio en dos reinos independientes. Uno de ellos, la Bulgaria occidental, bajo el gobierno del zar Samuel (976–1014), con su capital en Ohrid, a orillas de un hermoso lago, se convirtió en centro de arte y erudición eslavos.

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Los misioneros latinos representaban otra tendencia extrema. Los frailes franciscanos que llegaban a Mogolia procedentes de Roma asombraban a los tártaros por su valor, simplicidad y completa despreocupación de las ventajas y riquezas terrenales; pero a los mogoles les contrariaba su declaración de que todos los reyes debían obediencia al Vicario de Cristo. El Kan y sus cortesanos se informaron con respecto al número de jinetes y camelleros que servían en el ejército del Papa, y cuando se dieron cuenta de que su propia fuerza militar era muy superior, se negaron a someterse a la autoridad del Papa si era ése el precio del bautismo. Para los hombres criados en los selváticos desiertos de Asia, que dominaban territorios cuya extensión superaba la imaginación de la Europa medieval, tal sumisión era incomprensible. Incluso los cristianos nestorianos no podían captar las implicaciones de la doctrina papal. Cuando Rabban Sauma llegó a Roma en 1289, nadie había oído hablar allí de su patriarca Mar Jahballaha III. Sin embargo, los cardenales desearon saber si ese desconocido prelado reconocía al Papa como cabeza de la Iglesia. Sauma contestó: «A los cristianos orientales nunca ha venido a visitarnos ningún hombre del Papa. Los Santos Apóstoles enseñaron a nuestros padres la verdadera fe y así la conservamos intacta hasta este día.» Si el Papado no significaba nada para un docto cristiano chino, ¿cómo podría comprender su significado un nómada chamanista? Les agradaba más el Islam. Sus simples reglas de fe y conducta, su unidad y su fuerza de convicción impresionaban a los mogoles, que podían entrar en su órbita sin abandonar sus costumbres nacionales y hábitos de pensamiento. La aceptación de Mahoma como maestro por parte de los mogoles cerró a Asia para el cristianismo durante muchos siglos aún por venir. Esta conversión significaba también la casi completa aniquilación de los cristianos orientales. Tamerlán (1363–1405), el último gran jefe militar de los mogoles, era un musulmán fanático, y en su devastadora marcha a través de Asia exterminó virtualmente el cristianismo. Pirámides de cráneos, ciudades arrasadas, fértiles llanuras convertidas en desierto, marcaban el paso triunfante de este azote de Asia.

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Ellos hasta atrajeron a su parte al patriarca Rafael II (1603–07), quien delegó el gobierno de la metrópolis a un uniato, a través del cual llevaba una sospechosa correspondencia con Roma. Pero en los años 20 del siglo 17, como un celoso luchador contra los jesuitas apareció el famoso patriarca Cirilo Lucaris, quien conocía las acciones jesuitas en la Rusia Occidental. El comenzó a distribuir sus epístolas donde desenmascaraba a los latinos y llamaba a no tener relaciones con ellos. Los jesuitas, enojados, lograron dos veces a sobornar a visir turco con gran cantidad de dinero para hacer destituir a Cirilo (1623) y luego exilarlo. Su lugar ocupó un partidario de jesuitas, Gregorio. Pero él y su sucesor Antim no se sostuvieron mucho tiempo. El embajador de Inglaterra comunicó al sultán su pedido de restituir a Cirilo (1624), quien de nuevo continuó su trabajo contra la propaganda latina. Los jesuitas intentaron de atacarlo de su parte, y cuando eso no se logró, de nuevo sobornaron al gran visir. Los defensores de Cirilo, embajadores holandés y ingles, regalaron una suma igual al visir y Cirilo quedó en su cátedra. Entonces, los jesuitas acusaron a Cirilo que él imprime libros dirigidos contra el Islam. La tipografía fue demolida por el gobierno turco. Su jefe un sabio monje Metaksa se salvó huyendo. Cirilo tuvo que esconderse en la casa del embajador holandés. Los embajadores de Suecia, Holanda e Inglaterra exigieron al gobierno turco investigar el asunto. Resultó que el libro señalado por los jesuitas fue impreso, hace tiempo, por Cirilo en Londres, y que en otras ediciones no había nada importante contra Islam. Se aclaró que los jesuitas, con sus intrigas, ocasionan mucho molestia al gobierno turco. Vino la orden del gobierno para echar a los jesuitas de las ciudades turcas. Dejaron solo dos jesuitas en la iglesia del embajador francés. Pero los jesuitas lograron, todavía, varias veces destituir a Cirilo. En 1637, Cirilo fue restituido por quinta vez. El odio de jesuitas contra él aumentaba. En 1638, durante la ausencia de sultán Murad IV, llegó el aviso que los casacas tomaron Azov y vienen a Constantinopla. Jesuitas convencieron al visir que la culpa la tiene el patriarca, quien llamó a los cosacos. Esto fue comunicado a sultán, quien ordenó a justiciar a Cirilo, que fue enviado como en exilo, en un barco, donde lo estrangularon y su cuerpo tiraron al mar.

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Este ensayo de Gregorio tiene una importancia grandísima. Es por lo que parece, su última declaración sobre la naturaleza del ascetismo y nos revela la quintaesencia de su pensamiento. Jaeger (p.119) está convencido de que lo compuso los últimos años de su vida, después del 390. Utiliza en gran escala sus escritos anteriores, desde el De virginitale hasta el De vita Moysis, que están separados entre sí por un cuarto de siglo y aportan la mayor parte de su contenido. Combina, pues, todas las ideas maestras del gran platónico cristiano en un conjunto perfecto y armónico. Gregorio advierte que lo escribió seleccionando de «los frutos dados previamente por el Espíritu» (p.42,17). Por consiguiente, la obra representa la cima del pensamiento espiritual de Gregorio. El mismo nos da un breve resumen de su contenido (41 10–24) cuando menciona la ocasión que le llevó a componerlo. Algunos monjes le habían pedido (1) un resumen de su doctrina sobre el verdadero objeto de la vida contemplativa y sobrios medios para alcanzarla, (2) consejos para los superiores sobre el modo de guiar a sus comunidades e (3) instrucción sobre los ejercicios con que han de preparar sus almas pan recibir al Espíritu. Fue bajo esta forma admirable como penetraron las enseñanzas de Gregorio en el mundo monástico e influyeron en el sistema educacional del Oriente. La intención del autor es armonizar el concepto de la gracia con la tradición ética helenística y con el ideal clásico de la virtud (αρετ). Las raíces de su «filosofía cristiana» se hunden en el platonismo y en la Stoa; pero él consigue engendrar algo que es totalmente nuevo con este enlace del cristianismo con el helenismo. Se cuenta sólo con cinco manuscritos como base de la nueva edición. Tres de ellos remontan a un manuscrito del abad Arsenio, del año 911, que va no existe por desgracia. Un arquetipo más antiguo, del siglo IX, está representado por un manuscrito de Tesalia, que ahora se encuentra en Milán. 5. De castigatione De todos los tratados ascéticos, éste es el más corto. Tiene también un interés un tanto limitado por causa del tema. Su título exacto, Adversus eos qui castigationes aegre ferunt, se explica porque va dirigido a aquellos miembros del rebaño de Gregorio que estaban «molestos sobremanera por las amonestaciones de su maestro» y se habían alejado de la Iglesia por esta razón.

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El crecimiento de la ortodoxia rusa fue acompañado de la aparición de dos distintas tendencias, procediendo ambas de Sergio de Radonezh. El portavoz de una de ellas era San Nilo Sorsky (1433–1508). Su escuela de pensamiento, conocida por el nombre de No-Poseedores, acentuaba la libertad de la vida espiritual, se oponía a cualquier uso de la coerción en materias religiosas, desaprobaba una relación demasiado estrecha entre la Iglesia y el Estado, y veía bien la hermandad con el resto de los ortodoxos. El propio San Nilo era un gran erudito; había pasado algún tiempo en el Monte Sagrado de Atos y su espiritualidad era acorde con el movimiento hesicasta. El nombre de No-Poseedores se aplicó a San Nilo y sus seguidores porque se negaban a adquirir tierras y dominar a los campesinos que trabajasen en ellas. Consideraban que la preocupación por el manejo de la propiedad era incompatible con la profesión monástica, y pensaban que un asceta tenía que padecer pobreza y privación como parte de su adiestramiento religioso. San José de Volokalamsk (1439–1515) representaba el punto de vista opuesto. Era un capacitado administrador, un amante de la piedad rusa, un patrono del arte y un activo promotor de buenas obras. Defendía el derecho de las comunidades monásticas a poseer tierras y siervos, mantener sobre esta base las instituciones docentes y filantrópicas. Su amigo y aliado Gennady, arzobispo de Novgorod (muerto en 1505), abogaba por el severo castigo de los herejes y otros perturbadores de la paz religiosa, considerando que un deber del Estado era proteger a la ortodoxia y suprimir los errores, pero a los No- Poseedores les prohibían tal persecución los evangélicos. Mientras estas dos escuelas de pensamiento coexistieron en Rusia, se conservó el equilibrio y la lozanía de su vida religiosa y cultural. Desgraciadamente, sin embargo, los problemas matrimoniales de la familia del Gran Príncipe de Moscú, Basilio III (1505–1533), ocasionaron la derrota de los No-Poseedores. Fue destituido su seguidor, el metropolitano Varlaam de Moscú (1511–1522), que desaprobaba el segundo matrimonio del Príncipe y ocupó su lugar Daniel (1522–1539), un decidido enemigo de los No Poseedores.Utilizó todos los medios para suprimir su movimiento, y por consiguiente, su influencia empezó a declinar desde mediados del siglo XVI.

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No faltaban en Corinto quienes se oponían a Pablo. Aquella división de los cuatro bandos de Corinto, sobre los que escribió Pablo en su primera Carta (cf. c.XXII), aún perduraba, y permanecían en la comunidad algunos que menospreciaban a Pablo acusándolo de una cierta fanfarronería, ya que se equiparaba a otros apóstoles sin tener, según sus contradictores, ni su abolengo espiritual ni sus méritos. Pablo toma entonces en sus manos su propia defensa, porque le parece que esta opinión equivocada de sus adversarios puede redundar en desprestigio de su autoridad y dañar los resultados de su predicación. Con esta ocasión, Pablo nos va a proporcionar algunos datos biográficos que no se mencionan en otras cartas suyas, y que nos demuestran que él no es menos que aquellos «súper apóstoles» que le impugnan, y a los que califica con un lenguaje gráfico de «apóstoles falsos, obreros tramposos disfrazados de apóstoles de Cristo, de lo que no hay por qué extrañarse, porque si Satanás se disfraza de ángel de luz, no es mucho que también sus gentes se disfracen de mensajeros de la honradez» (11:14–15). La labor apostólica de Pablo, considerada desde el punto de vista de la acción pastoral, ha sido enteramente gratuita y generosa con los evangelizados: «Os anuncié de balde la Buena Noticia de Dios. Para estar a vuestro servicio, tuve que saquear algunas que otras comunidades, aceptando su subsidio. Mientras estuve con vosotros, aunque pasase algunas necesidades, no le saqué el jugo a nadie, porque los hermanos que llegaron desde Macedonia proveyeron a mis necesidades» (11:8–9). Este desinterés de Pablo en su trabajo apostólico es tan solo una pequeña muestra de la entrega total que él ha llevado a cabo en toda su vida para predicar el evangelio de Jesús a través de innúmeras dificultades. Nosotros agradecemos a los corintios esta crítica infundada que hicieron de Pablo, porque ella dio ocasión a que el Apóstol nos manifestase la grandeza de su espíritu. En este sentido, la segunda Carta a los Corintios es quizá una de las que nos ofrecen más rico contenido autobiográfico.

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Krabinger y Oehler retienen como auténtico este pasaje. Sin embargo, hay que decir que falta en bastantes manuscritos y en las ediciones más antiguas. Lo publicó por vez primera, el año 1833, el card. Mai. K. Holl llegó a calificarlo de «falsificación occidental» en favor del Filioque. A pesar de todo, todas las apariencias, su estilo, su teología, la tradición textual, abonan su autenticidad, como lo ha demostrado de manera convincente F. Diekamp. Sus frases aparecen – a veces al pie de la letra – en otros escritos de Gregorio de Nisa. Aparece ya en la Doctrina Patrum de Verbi incarnatione y en el Codex Vaticanus Graecus 2066, del siglo VII u VIII, como parte del tercer sermón de Gregorio sobre la oración dominical. 9. De beatitudinibus Su segundo tratado exegético sobre el Nuevo Testamento es una serie de ocho homilías sobre las bienaventuranzas. Las compara a una escala por medio de la cual la palabra divina nos conduce gradualmente a las alturas de la perfección. Algunas concepciones de Gregorio le recuerdan a uno las Ennéadas de Plotino, en particular su doctrina sobre la purificación como medio de deificación. Sin embargo, él ha sabido cristianizar completamente las ideas que ha tomado de los neoplatónicos. 10. Dos homilías sobre 1Corintios Existen, además, dos homilías sobre 1Corintios. La primera es acerca de 1Cor 6,18 y se encuentra entre los discursos de Gregorio como Oratio contra fornicarios. La otra, sobre 1Cor 15,28 , prueba por las palabras de San Pablo la divinidad verdadera del Hijo. 3. Obras ascéticas. La doctrina espiritual de Gregorio de Nisa se encuentra principalmente en sus escritos ascéticos . Estas obras han encontrado en los últimos años la atención que se merecen y bastan por sí solas a justificar el título de «Padre del Misticismo» que se ha dado a este gran capadocio. Mientras su hermano Basilio fue el legislador del ascetismo oriental y su hermana Macrina jugó un papel importante en el desarrollo de las comunidades de mujeres. Gregorio completa los esfuerzos de sus hermanos con una doctrina de la espiritualidad. Basilio dio al oriental su organización. Gregorio le inspiró su orientación religiosa característica.

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Cod. 223), que cita extensos pasajes de la misma. Comprendía ocho libros y defendía la fe en Dios y en la Providencia divina contra la creencia en el destino y en el poder ilimitado de las estrellas . Discutía el origen del mal y refutaba en particular a Bardesanes y a sus secuaces. Entre las obras exegéticas, Suidas menciona un Chronicon que Diodoro escribió contra Eusebio de Cesarea. Como este título aparece en la lista de los comentarios bíblicos, es de suponer que se ocupara de cuestiones cronológicas de la Sagrada Escritura. Teodoro de Mopsuestia T eodoro, discípulo de Diodoro, nació en Antioquía, igual que su maestro. Estudió retórica y literatura con el famoso sofista Libanios (cf. supra, p.233), en cuyas aulas entabló con San Juan Crisóstomo una amistad que había de durar toda la vida. Antes de cumplir los veinte años entró en un monasterio cerca de Antioquía, inducido por el ejemplo y el consejo de su amigo. Pero su fervor se enfrió muy pronto y abandonó el claustro para hacerse abogado y contraer matrimonio. Dos elocuentes cartas del Crisóstomo ad Theodorum lapsum (PG 47, 277–316) consiguieron disuadirle de esta mudanza, y Teodoro volvió a la vida monástica. Hacia el año 383 fue ordenado sacerdote por Flaviano, obispo de Antioquía, y el 392 fue consagrado obispo de Mopsuestia, en Cilicia. Murió el 428, después de haber alcanzado gran prestigio por su saber y su ortodoxia. Compartió la suerte de su maestro Diodoro de Tarso: aunque muy estimado por sus contemporáneos, fue condenado como hereje ciento veinticinco años después de su muerte. Sus Escritos. Teodoro es el representante más típico de la escuela exegética de Antioquía y, con mucho, su autor más famoso. La iglesia nestoriana lo venera como «al gran intérprete de las Escrituras,» inferior a ningún otro. Compuso comentarios a casi todos los libros de la Biblia, que son notables por la libertad y el espíritu crítico con que investida las cuestiones de paternidad y fecha y por su método filológico e histórico, de gran vigor científico.

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La lucha entre el cristianismo y la doctrina de Lenin del materialismo dialéctico continua todavía. Los comunistas tenían la ventaja de un monopolio de la educación y podían excluir a los cristianos de todos los puestos principales, temían y desconfiaban de la libertad, y negaban a los cristianos el derecho de defender su religión mediante argumentos, y esto fue su principal debilidad. La causa cristiana sufre a causa de las restricciones artificiales impuestas a las actividades de la Iglesia, de la falta de libertad intelectual y de la exclusión, respecto de su liderazgo, de personas considerados por los comunistas como demasiado independientes. Sin embargo, su fuerza estriba en la verdad de su enseñanza, y, en cuanto se refiere a la Iglesia rusa, en la experiencia eucarística de sus miembros, que les asegura el amor divino y la realidad de su unión con el Cristo resucitado y ascendido. La Iglesia Rusa en el Exilio Los años 1918–22 fueron una época de guerra civil en Rusia. Después de la derrota militar de las fuerzas anticomunistas, tuvo lugar un gran éxodo; fueron desterradas más de un millón de personas. Estos fugitivos eran de diversas nacionalidades, credos y opiniones políticas, pero la mayoría de ellos pertenecían a la intelligentsia rusa. La dureza de la vida fuera de su propio país y la amargura de la derrota alteraron su modo ver. Muchos de ellos reconocieron la verdad de las advertencias de Vekhi, que habían predicho que el comunismo, por cuya victoria habían trabajado los rusos occidentalizados, no produciría igualdad y libertad, sino una dictadura cruel. La desilusión política ayudó a muchos a retornar a la Iglesia, que se convirtió en centro de los grupos de rusos exiliados, particularmente numerosos al principio en los Balcanes, Francia y Alemania. La generación joven de la intelligentsia había comenzado este retorno al cristianismo aun antes de la Revolución, pero el proceso se vio acelerado por la emigración. Los miembros de la Iglesia rusa en el exilio se enfrentaron con muchas tareas difíciles: podían organizar la vida eclesiástica sin interferencia política, pero se veían entorpecidos por la inseguridad, la pobreza y la degradación social; también deseaban ayudar a sus oprimidos hermanos de religión en Rusia; y se veían obligados a definir su actitud frente a los cristianos occidentales, entre quienes tenían que vivir y trabajar.

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