En esta época, el Sanedrín estaba constituido por 70 sanedritas, más el presidente, que era el Sumo Sacerdote. Este número de 70, conservado por respeto a l a institución mosaica de los ancianos-jueces, comprendía tres categorías: la de los sacerdotes, a la que pertenecían también los que habían ejercido el sumo sacerdocio, y que eran ordinariamente saduceos. La segunda categoría era la aristocracia laica, también saduceos. Y la tercera estaba constituida por los escribas o doctores de la ley, en su mayor parte fariseos, quienes, aunque eran una minoría numérica, gozaban de gran prestigio y autoridad ante el pueblo. El «comunismo» cristiano: Bernabé y Ananías De nuevo Lucas nos lleva a contemplar el cuadro de la vida de la primitiva comunidad cristiana, en el que se repiten los trazos ya anteriormente descritos: unión de ánimos, estrecha vinculación con los apóstoles, presencia del Espíritu y crecimiento en número. También comunidad de bienes, sobre la que ahora se va a insistir, concretándola en dos cuadros antagónicos. La luz, representada por Bernabé, y las tinieblas, por Ananías y Safira. " En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo, lo poseían todo en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía. De hecho, entre ellos ninguno pasaba necesidad, ya que los que poseían tierras o casas las vendían, llevaban el dinero y lo depositaban a los pies de los apóstoles, y luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno» (Hech 4:32–35). Esta es la descripción más minuciosa de lo que se ha llamado el «comunismo religioso de la Iglesia primitiva de Jerusalén.» Tanto por lo que aquí se dice como por otros datos aportados en los Hechos, podemos determinar las características de aquellas prácticas. Los creyentes pensaban y sentían lo mismo. O, como dice una traducción clásica, «tenían un mismo corazón y una sola alma.» Es decir, practicaban puntualmente el precepto de Jesús sobre el amor fraterno y realizaban la petición que El hizo en su oración sacerdotal después de la Cena: Que todos sean uno.

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Pero podemos preguntarnos todavía: ¿Tenían estas epiclesis entonces la forma implícita y sobrentendida que mantienen hoy, o bien contenían una invocación clara y expresa del Espíritu Santo? La pregunta, si es de difícil solución por falta de datos explícitos, puede aclararse mucho con estas consideraciones. Juzgando a priori, debemos responder afirmativamente, porque, en el estilo de la tradición litúrgica romana, todas las fórmulas eucarísticas solemnes empleadas para la confección de los sacramentos y de les sacramentales contienen regularmente la epiclesis expresa del Espíritu Santo . He aquí algunos ejemplos: Benedict. oíei infirm. Emitte, quaesumus, Domine, Spiritum Sanctum Paraclitum... ín hanc pinguedinem olei... et tua sancta benedictione sit tutamntum animae et corporis... (gelas.; feria quinta del Corpus Christi). Ccnsecr. Chrismatis: Te igitur deprecamur f Domine sánete... per lesum Christum... ut huic creaturae pinguedinem sanctificare tua bcnediciione digneris et ei Sancti Spiritus 1mmiscere Virtutem... (gelas,; ibid.I). Consecr. Fontis: Descendat in hanc plenitudinem fotitis Virtus Spiritus Sancti et totam huius aquae substantiam regenerandi foecundet effectu (gelas.). Consecr. Diaconi: Emitte in eum Domine, quaesumus, Spiritum Sanctum; quo in opus ministerii fideliter exequendi, septiformis gratiae muñere roboretur (gregor.). Consecr. Ecclesiae: Descendat quoque in hanc ecclesiam tuam, quam indigni consecramus, Spiritus Sanctus Tuus, septiformis gratiae ubertate redundans (gregor.). Sabemos además por testimonios positivos de los siglos IV y V que en la misa latina se invocaba al Espíritu Santo , sea en relación con la consagración, sea en relación con los frutos de la comunión. He aquí algunos: San Opiato de Mileto (África; f 390), a los donatistas: Quid enim tam sacrilegum quam. altaría Dei, in quibus et oos aliquando (antes del cisma) obtulistis f frangere... in quibus vota populi et membra Christi pórtala suní, quo Deus omni potens invocatus est, Quo Postulatus Descendit Spiritus Sanctus, unde a multis pignus salutis aeternae, et tutela fidei, et spes resurrectionis accepta est...? (De schismate donatist., 6, 1).

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Las Fiestas en Honor de la Santa Cruz Son dos, llamadas en los libres litúrgicos romanos Invención de la Santa Cruz y Exaltación de la Santa Cruz, fijadas, respectivamente, el 3 de mayo y el 14 de septiembre. Pero el título de la primera es totalmente equivocado, porque el hecho de la invención, según nos parece, sucedió el 14 de septiembre. En cuanto a precisar el año y las circunstancias, nos encontramos en gran incertidumbre. La crónica alejandrina, cuyos datos son generalmente dignos de crédito, señala a la Invención el 14 de septiembre del 320. Otras fuentes indican fechas diversas; el autor del Líber pontijicalis, el 310; la Doctrina de Addai la remonta nada menos que al tiempo de Tiberio, durante el episcopado de Santiago; Eteria supone que se ha encontrado antes del 335, cuando fueron dedicadas las dos basílicas constantinianas de la Anastasis y del Martyrium: El ideo propter hoc ita ordinatum est, ut quando primum sanctae Ecclesiae suprascriptae consecrabantur, ea dies esset qua Crux Domini fuerat inventa,, ut simul omni laetitia eadem die celebrarentur. Al contrario, Eusebio, que estuvo presente en la consagración de aquellas iglesias y nos habla en su Vita Constantini, escrita en el 337, no alude para nada al hecho de la Invención. El primer dato seguro nos lo ofrece San Cirilo de Jerusalén, que en la 13 catequesis anagógica, acaecida en el 347, hace constar la larga difusión de las reliquias de la santa cruz: Sí nunc negavero (que Jesús haya sido crucificado), arguet me iste Golgothas, cui nunc omnes proxime adsistimus, arguet me Crucis lignum, quod per partículas ex hoc loco per unioersum iam orbem distributum est. También sobre las circunstancias del encuentro estamos faltos de noticias precisas. Las lecciones del breviario lo atribuyen a Santa Elena, madre de Constantino el Grande. Ella durante su peregrinación a Tierra Santa, realizada en el 327, había hecho derribar un templo de Venus construido sobre el Calvario y erigir en su lugar una suntuosa basílica; en aquella circunstancia, después de ordenadas minuciosas excavaciones, habían sido encontradas tres cruces, una de las cuales mostró ser la cruz de Jesús porque, aplicada a una enferma, la curó instantáneamente.

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«Pilato, pues, oídas estas razones saco afuera a Jesús, y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado «litóstroto» y en arameo «gabbatha»... Entonces, pues, se lo entrego para que fuera crucificado» (Jn. 19:13–16). De la casa de Pilato, donde se desarrolló esta escena, sobrevivió a la destrucción de Jerusalén del año 70 después de J.C. el «litóstroto,» «el embaldosado.» El hallazgo ha de agradecerse a los trabajos realizados durante muchos años por el arqueólogo padre L. H. Vincent. Lo consiguió gracias a los datos precisos contenidos en el Evangelio de San Juan. La palabra lithostroton quiere decir «embaldosado.» El arameo «gabbatha» equivale a «altura.» En tiempos de Jesucristo, junto a las murallas del templo, en dirección noroeste, sobre un promontorio, es decir, en un lugar elevado, «se alzaba la formidable torre denominada «Antonia.» Herodes I la había hecho construir y le había dado el nombre de un amigo suyo. La guarnición romana había instalado allí sus cuarteles, en el año 70 después de J.C., Tito, al conquistar Jerusalén, hizo demoler dicha fortaleza. Sobre sus ruinas se realizaron más tarde nuevas construcciones. Exactamente allí donde estaba situado el patio de esta fortaleza encontró Vincent un pavimento liso de 2.500 metros cuadrados de construcción romana y típica de la época de Jesús. Aquí es donde Jesús compareció ante Pilato mientras, fuera, la multitud vociferaba. Sobre este pavimento es donde fue azotado ( Jn. 19:1 ), cosa que siempre precedía a la crucifixión, cual hace constar reiteradamente Josefo. Para ejecutar tan horrible castigo, el cuerpo era desnudado y azotado hasta que la sangre manaba de las heridas. Después, los soldados romanos se apoderaron de Jesús para dar cumplimiento a la sentencia, es decir, a la crucifixión. Cicerón la califica de la «más cruel y espantosa sentencia de muerte.» Josefa la reputa como la más lastimosa de todas las muertes. Esta típica forma romana de dar cumplimiento a una pena capital no la conocía el régimen penitenciario de los judíos.

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El sistema religioso-filosófico de Vladimir Soloviev . Vladimir Soloviev fue quien ha impulsado la nueva tendencia del pensamiento filósofo- teológico ruso, al proponerse «redimir la fe de los padres» ante la mentalidad de sus contemporáneos. Lamentablemente, él se ha permitido hacer una serie de desviaciones directas con respecto pensamiento ortodoxo cristiano, y estas desviaciones fueron aceptadas y hasta desarrolladas por sus seguidores. He aquí una serie de ideas de Soloviev que llaman la atención por sus diferencias y hasta sus directos desvíos con respecto a la doctrina que confiesa la Iglesia. 1) Soloviev presenta al Cristianismo como la etapa más elevada en el paulatino desarrollo de las religiones. Según él, todas las religiones son verdaderas, pero unilaterales: el cristianismo sintetiza los lados positivos de las religiones anteriores. Él escribe: «Así como la naturaleza exterior, se abre poco a poco a la mente humana, y se puede hablar del desarrollo de la experiencia y de las ciencias naturales, – así también el origen divino se abre poco a poco ante la conciencia humana, y se puede hablar del desarrollo de la experiencia y del pensamiento religioso. El desarrollo religioso es un proceso positivo y objetivo, es la interacción real entre Dios y el hombre, – es el proceso Teo-humano. Claro está, que ninguno de sus peldaños, ni de los momentos del proceso religioso puede ser intrínsecamente una mentira o una equivocación. La religión errónea es el «contradictio in adjecto.» 2) La doctrina sobre la salvación del mundo, como fue dada por los Apóstoles, ha sido apartada a un lado. Según Soloviev, Cristo vino a la tierra no para salvar al género humano, sino para guiarlo hacia el más alto peldaño dentro de la manifestación paulatina del origen divino en el mundo, de la elevación y del endiosamiento de la humanidad y del mundo. Cristo es el eslabón más elevado en toda una serie de apariciones divinas, es la coronación de las Teofanías anteriores. 3) La atención en la teología de Soloviev, está dirigida hacia la ontología, es decir, a la vida de Dios en Sí mismo. Por falta de datos de esta índole dentro de las Escrituras Sagradas, Soloviev recurre a construcciones propias – racionales o imaginarias.

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La tercera Carta, muy breve y de un contenido semejante a las anteriores, está dirigida a Gayo, que por el contexto parece que fue un cristiano fervoroso y activo con el que Juan cuenta para solucionar algunos de los problemas que tiene aquella Iglesia, ya que en ella y a su cabeza se halla Diotrefes (– educado por Zeus), que es un tipo un tanto soberbio y dominante, que ni quiere someterse a lo que manda Juan ni recibir a los misioneros que él les envía. Cuando pasamos de las Cartas al Apocalipsis experimentamos la sensación de un salto o, mejor aún, de un vuelo. Es el paso de un género literario a otro, un cambio de continente y de lenguaje, aunque se trata de los mismos hombres y de la misma Palabra de Dios. El Apocalipsis o Revelación es el único libro del Nuevo Testamento que pertenece a este género, aunque tenga precedentes en el Antiguo Testamento. El género apocalíptico trata de revelarnos realidades trascendentes mediante un simbolismo misterioso y esotérico cuyo verdadero significado sólo conoce el vidente. La consecuencia es que dicho género está abierto a múltiples interpretaciones, que a veces son excluyentes, pero que en su mayoría podríamos llamar complementarias. Baste recordar que muchas de estas interpretaciones oscilan entre las de carácter más histórico, que leen el texto como una sucesión lineal de hechos, unos ya acaecidos y otros por venir; mientras que la otra lectura es más cíclica y espiritual, y se aplica no tanto a determinados hechos cuanto a su interpretación más profunda y que se repite como una constante histórica a través de situaciones pendulares o antagónicas – la lucha del bien y del mal, de Cristo y el Anticristo – de las que las persecuciones romanas son tan sólo un episodio. Sin embargo, el Libro de la Revelación no pertenece totalmente al género apocalíptico, ya que, en su comienzo, presenta un septenario de cartas, que tienen una determinada interpretación geográfica y temporal. Estas cartas nos proporcionan una información sobre la primitiva Iglesia, la que existió inmediatamente después de la presencia personal de los apóstoles y aun de su muerte. Estamos dentro del espacio histórico que nos hemos señalado para esta Vida informativa de la Iglesia, y vamos por tanto a recoger algunos datos que nos ofrecen estas siete Cartas, dejando la exposición del resto del Apocalipsis para los muchos y excelentes comentarios que se han publicado. Las Siete Cartas del Apocalipsis

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Existe todavía gran diversidad de opiniones en lo que se refiere al lugar de origen de este sermón. La falta de datos cronológicos en él es causa de que hayan fracasado los repetidos intentos de dar con una fecha más aproximada de su composición y con el nombre de su autor. La hipótesis de Harnack de que este documento es una carta del papa Sotero (165–173), dirigida a la comunidad cristiana de Corinto, choca con la objeción, imposible de superar, de que no hay en él ninguna de las características propias de una carta. Harris y Streeter sostienen que la obra es, en realidad, una homilía alejandrina, porque la teología del autor revela influencia alejandrina y usa asimismo como fuente el Evangelio de los egipcios. Pero entonces, ¿cómo pudo atribuirse esta obra a Clemente? La hipótesis más atrayente es la de Lightfoot, Funk y Krüger, según la cual la homilía proviene del mismo Corinto. Los juegos ístmicos, que solían celebrarse en sus cercanías, explicarían las imágenes que el autor emplea en el capítulo séptimo. Así tendría explicación también el que se atribuyera esta obra a Clemente y haya aparecido unida a la primera carta clementina. Probablemente la homilía se conservó en los archivos de Corinto junto con la epístola de Clemente, siendo luego descubiertas simultáneamente. En cuanto al tiempo de su composición, tenemos solamente un indicio: el desarrollo de la doctrina cristiana tal como aparece en la homilía. Pero este indicio no nos permite determinar con exactitud la fecha. Las ideas sobre la penitencia que encontramos en el sermón indican que fue escrito poco después del Pastor de Hermas, o sea, alrededor del año 150. A pesar de que en la Iglesia de Siria este documento fue incluido en el número de las Escrituras, Eusebio y Jerónimo niegan su autenticidad. Eusebio, por ejemplo, dice: «Conviene saber que hay también una segunda carta atribuida a Clemente, pero no tenemos seguridad de que fuera reconocida como la tenemos de la primera (I Clem.), ya que ni siquiera sabemos que fuera usada por los escritores antiguos» (Hist.

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La Ciudad de Samaría o Sebaste. El nombre de Samaría, citado en el texto de los Hechos, indudablemente significa aquí la capital de aquella región. Había sido fundada por el rey Amrí, u Omri, que reinó en la primera mitad del siglo IX antes de Cristo (1 Re 16:23). Después fue conquistada y destruida por el rey Sargón de Asiría, y sus habitantes fueron deportados y sustituidos por colonos traídos de otros lugares de su imperio, dando así origen a la raza mezclada de los samaritanos. De nuevo, el caudillo judío, Juan Hircano, la destruyó a finales del siglo u antes de Cristo. Y posteriormente fue reconstruida por el propretor de Siria, Gabinius, y embellecida por Herodes el Grande, quien le dio el nombre de Sebastes, palabra griega que significa «honorable,» y que era uno de los títulos del emperador Augusto, en cuyo honor fue así nombrada la nueva ciudad. En esa ciudad de Samaría, poblada principalmente por veteranos militares generalmente paganos, es donde predicó Felipe a Jesús como al Mesías esperado por los judíos . Escuchemos su predicación. " El gentío hacía caso unánime de lo que predicaba Felipe, porque oían y veían las señales que realizaba, ya que de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados. Y hubo una gran alegría en aquella ciudad» (Hech 8:6–8). San Lucas, repetidas veces en sus escritos, se complace en anotar esta alegría que acompañaba la predicación del evangelio; aunque en este caso su apostolado se vio turbado por la aparición de un extraño personaje, llamado Simón el Mago, que residía ya hacía algún tiempo en Samaría y que se ejercitaba en las artes mágicas. Los especialistas discuten el exacto significado del verbo mageuo, que es aquí la única vez que se cita en el Nuevo Testamento. Unos piensan que se trata de una magia, vulgar, de encantamientos y adivinaciones y quiromancia, mientras que otros suponen que pertenecía a un nivel superior y astrológico. Los datos bien escuetos del Libro de los Hechos acerca de este teósofo samaritano pueden completarse con otros escritos cristianos, concretamente de San Justino, y por el paralelo que presentan con la vida de Alejandro de Anonotiques de quien nos habla Luciano de Samosata.

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Cartas A la Regla de Pacomio, en la versión de San Jerónimo, siguen unas exhortaciones a los monjes y once cartas dirigidas a abades y hermanos de sus monasterios. Dos de éstas, remitidas a los abades Cornelio y Siro, están escritas en una clave que aún no se ha conseguido descifrar y que utiliza distintas letras del alfabeto griego. Las Vidas de San Pacomio. Han llegado hasta nosotros por lo menos seis biografías del famoso abad. Se conservan en copto sahídico y bohaírico, en árabe, en siríaco, griego y latín. Son de valor muy desigual. Es posible que algunas hayan sido compuestas no más de quince o veinte años después de su muerte. Se tiene la impresión de que, antes de ponerlas por escrito, algunas narraciones de su vida corrían de boca en boca en los círculos monásticos coptos. Los datos más exactos nos los proporcionan las Vita I y II, pero ni siquiera la Vita I griega es enteramente idéntica al original. Todavía no se ha aclarado lo suficiente el problema de las relaciones mutuas entre las distintas biografías. Ahora disponemos del texto crítico de todas, menos de la árabe, que será publicado pronto por los Bolandistas. Entonces estará completo el Corpus Pachomium y podrá ponerse nuevamente sobre el tapete la cuestión de prioridad. Hasta ahora parecía que la redacción griega era superior a las fuentes coptas, árabes y siríacas, pero Lefort está firmemente convencido de que las importantes son las Vidas coptas. Orsiesio A ntes de morir, Pacomio nombró sucesor suyo a Petronio. Pero éste le sobrevivió sólo dos meses. La dirección la asumió entonces Orsiesio (+ ca.380). Bajo éste, la corporación monástica se desarrolló extraordinariamente. Cuando, el año 350. surgieron dificultades dentro de la organización, para restablecer la paz y el orden, nombró coadjutor a Teodoro. La traducción jeronimiana de la Regla de Pacomio trae como apéndice un tratado de Orsiesio titulado Doctrina de institutione monachorum, que prueba los elevados ideales religiosos y monásticos que le inspiraban. En 56 capítulos instruye a los monjes sobre sus deberes de una manera tan completa, que este documento nos permite entrar dentro del espíritu de la creación pacomiana mejor que la misma Regla del fundador. La sección final da a entender que Orsiesio lo compuso poco antes de morir. Por esta razón, Genadio (De vir. ill. 9) lo considera como el testamento de Orsiesio. W. E. Crum y A. Ehrhard publicaron una carta escrita por Teófilo de Alejandría a Orsiesio (cf. supra, p.106), que contiene detalles interesantes sobre la liturgia de la Semana Santa en Alejandría y un informe sobre la participación de Orsiesio en la celebración de la Pascua en la metrópoli egipcia. W. Hengstenberg no admite la hipótesis de A. Ehrhard sobre la autenticidad de la carta a Orsiesio. Genadio no la menciona. Este tampoco tiene noticias de un Libellus de sex cogitationibus sanctorum, que se atribuye a Orsiesio y que se conserva en latín (PG 40.895–896). Teodoro

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Entre los hallazgos arqueológicos y los datos facilitados por la Biblia puede procederse a fijar la época en que tuvo lugar la primera batalla contra el cuerpo de carros de combate de Canaán; debió de ocurrir entre la destrucción y la reconstrucción de Meguiddo, es decir, hacia el año 1125 antes de J.C. La historia de Gedeón da cuenta del segundo triunfo de Israel. Desde las tierras de Oriente avanza un día algo nuevo, desconocido y terrible sobre Israel. Las hordas de nómadas madianitas avanzan, montadas en camellos, sobre la tierra, desvalijando, matando y destruyéndolo todo. «Ellos y sus camellos eran innumerables y venían al país para devastarlo» (Juec. 6:5). Durante largos años se halla Israel expuesto, inexorablemente, a los ataques de los madianitas. Después surge Gedeón, el libertador. Emplea con éxito, según explica detalladamente la Biblia (Juec. 7:20 y sigs.), una nueva táctica de sorpresa ante la cual los madianitas huyen y dejan tranquilos a los israelitas en el futuro. En las épocas de guerra surgen a veces inventos que después tienen aplicación práctica y pacífica. El nuevo «invento» que causó tanto terror a los israelitas en los ataques de que eran objeto por parte de los madianitas ¡era el empleo de camellos domesticados! El camello domesticado es, en el mundo antiguo, algo completamente nuevo; aunque parezca raro, los pueblos de la edad del bronce no los conocieron. Los textos egipcios jamás los mencionan. Ni en Mari, a pesar de su gran proximidad al gran desierto de Arabia, se encontró mención alguna de ellos en los archivos, que contienen innumerables documentos. Tenemos que suprimir el camello de nuestras representaciones de la vida y de las relaciones del mundo en el Antiguo Oriente. También en el Génesis tuvo que ser añadido más tarde. Así, por ejemplo, la bella escena en la cual vemos por primera vez a Rebeca en su ciudad natal de Najor, ha recibido adiciones y cambios. Los «camellos» de Abraham, su futuro suegro, en realidad no eran otra cosa que... asnos (Gen. 24:10 y siguientes). También eran asnos los que durante milenios llevaron en sus lomos el peso de valiosas mercancías por las grandes rutas comerciales... hasta que el manso camello los substituyó.

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