Juan de Gishala, con una gran multitud, desaloja el recinto del Templo y se refugia en la parte alta de la ciudad, situada en la colina del Oeste. Otros huyen hacia el palacio de Herodes, cuyas torres son macizas. De nuevo tiene que poner en juego Tito sus secciones de exploradores, sus catapultas, sus máquinas rompemuros, toda su brillante técnica del asedio. En septiembre caen también estas murallas, son conquitados los últimos baluartes; la resistencia ha sido, por fin, vencida. Asesinando y pillando, los vencedores toman posesión de la ciudad que les ha opuesto tan encarnizada resistencia y que tanta sangre y tanto dinero les ha costado. «César ordenó arrasar la ciudad y el Templo. Tan sólo respetó las torres de Fasael, del Hípico y de Mariamme y una parte de las murallas de la ciudad por el lado de Occidente. Estas últimas para que sirvieran de cobijo a la guarnición que allí quedó.» La legión que permaneció como guarnición durante sesenta años en aquel desolado lugar usaba la enseña Leg. X. F., lo que significaba Legio X. Fretensis. Su lugar de origen estaba situado junto al fretum Siciliense, en la vía de Sicilia. Dejaron tanto en Jerusalén como en sus alrededores miles de huellas de su presencia. Los jardineros y los hortelanos suelen encontrar aún hoy día, dentro de la tierra, baldosas con el número de la legión y el dibujo de una galera y un jabalí. Las pérdidas humanas sufridas por los judíos fueron enormemente elevadas. Durante el sitio, según los cálculos de Tácito, había 600.000 almas en la ciudad. Flavio Josefo da el número de prisioneros, sin contar a los crucificados ni a los que pudieron escapar, cifrándolos en 97.000, y añade que, en el transcurso de tres meses, sólo por una puerta de la ciudad pasaron 115.000 cadáveres de judíos. En el año 71, Tito hace patente a Roma la magnitud de su victoria sobre Jerusalén en un grandioso desfile triunfal. Entre los 700 prisioneros judíos figuran encadenados Juan de Gishala y Simón Bar Giora. Con gran júbilo son contempladas dos piezas de oro puro procedentes del saqueo, el candelabro de siete brazos y la mesa de los panes de la proposición del Templo de Jerusalén, reliquias que son depositadas en el templo de la Paz en Roma. En el arco de Tito, levantado en aquella ciudad para conmemorar aquella victoria, pueden verse aún ambos objetos del culto israelita.

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fig. 72. –Moneda del procurador romano Poncio Pilato Según el derecho vigente en aquella época, la sentencia tenía que ser confirmada por el procurador romano, a quien correspondía el llamado ius gladii; sólo él podía permitir ejecutarla. El procurador de Judea era entonces Poncio Pilato Contemporáneos como Flavio Josefo y Filón de Alejandría lo describen como tirano, vejador y corrompido: «Era cruel y tan duro de corazón, que no conocía la misericordia. En su tiempo reinaban en Judea el soborno, el latrocinio, la opresión, la ejecución sin previo proceso y una crueldad sin límites Que Pilato odiaba a los judíos y los despreciaba, fue cosa comprobada repetidas veces y de forma indubitable. Pilato comprendió en seguida que la acusación contra Jesús era un caso de odio agudo por los fariseos . Solamente esto tenía que ser para él motivo suficiente para desestimar la demanda y dejarle en libertad. En realidad le declaró sin titubear inocente. «Pilato dijo a los príncipes de los sacerdotes y a la muchedumbre; «Ningún delito hallo en este hombre " » (Lc. 23:4). Pero la muchedumbre, instigada y acuciada por los hombres del Consejo, insisten ruidosamente en su demanda: «¡Crucifícale!» Y Pilato accede. ¿Cómo fue que el tirano Pilato, enemigo de los judíos, cedió a sus requerimientos? El evangelio de San Juan contiene una aclaración a este puntó: «Los judíos gritaban diciendo: Si sueltas a éste no eres amigo del César; pues todo el que se hace rey se declara contra el César» (Jn. 19 ss). Para Pilato constituía una peligrosa amenaza que claramente venía a decir: «Daremos aviso a Roma de que descuidas el ejercicio de tu cargo dejando en libertad a un revolucionario.» « Hacerse rey» equivalía a una traición contra el César romano; según la ley Julia, merecía pena de muerte. Pilato, ante amenaza tan significativa, cedió. No había olvidado aún que los judíos la habían ya realizado una vez. Según afirma Filón de Alejandría, Poncio Pilato había llevado a Jerusalén el escudo de oro con el nombre del César y lo había hecho colgar en el palacio de Herodes, en medio de la ciudad. Esto era una grave inculcación de los derechos que Roma había reconocido a la comisión de hombres sabios que fue a dicha ciudad. El ruego de que sacara el escudo de oro de la Ciudad Santa lo denegó despreciativamente. En vista de ello los judíos se dirigieron a Roma y allí se les dio la razón. El emperador Tiberio ordenó personalmente que el escudo de oro fuese retirado. Debido a esta y a otras genialidades que eran contrarias a la política colonial de Roma, el concepto de Poncio Pilato en dicha capital había ya descendido mucho en aquella época.

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Israel queda encerrada entre los brazos de una tenaza, formada por Judá al Sur, que llama en su auxilio a los odiados filisteos, y por el reino de los arameos al Norte, cuya considerable fuerza se aseguró Judá mediante un pacto (1 Re. 15:18 y sigs.). FIG. 42. – Fortaleza fronteriza Mispá, entre Judá e Israel. Los episodios de la lucha contra este enemigo mortal llenan varios siglos de la historia de Israel, y la ininterrumpida cadena de guerras sólo termina cuando la nueva potencia mundial, Asiria, derrota a los arameos. Sin embargo, con la entrada en escena de Asiria las horas del reino de Israel están también contadas; más aún, las de ambos reinos. Para mayor abundamiento, la tierra en que acaba de estallar la guerra entre hermanos sufre, por primera vez después de varias generaciones, una invasión extranjera. Procedente de Egipto cae Sesac con una gran fuerza combativa y recorre el país, saqueándolo. El botín más importante lo hace en la vieja capital, Jerusalén. «Y se apodero de los tesoros de la casa de Yahvé y del palacio real; todo lo cogió, robando asimismo todos los escudos de oro que Salomón había fabricado» (1 Re. 14:25–26). Apenas hace veinte años que existen el templo y la «Casa del Líbano,» como llama la Biblia a la casa de Salomón, y ya son desprovistos de su gloria los soberbios monumentos de la grandeza de Salomón. En lugar de las placas de oro robadas, «el rey Roboam hizo escudos de bronce...» (1 Re. 14:27). Esto suena como un mal presagio. FIG. 43. – Relieve representando la viciaría del faraón Scheschonk I, el Sesac de la Biblia, en el templo de Karnak. El primer europeo de categoría que, sin suponerlo (pues en su tiempo nadie podía descifrar aún los jeroglíficos), se enfrenta con un importante documento del bíblico faraón Sesac es Napoleón Bonaparte, que, en el año 1799, con algunos sabios franceses, profundamente impresionado, atraviesa el grandioso templo egipcio de Karnak, situado en la orilla oriental de Tebas. En medio de este templo, seguramente el mayor construido por el hombre, 134 columnas de 23 metros de altura sostenían la techumbre de una gigantesca nave. En la parte exterior de la pared meridional aparece, iluminada por el ardiente sol de la tierra del Nilo, un imponente bajo relieve que inmortaliza la incursión del faraón mencionado en la Biblia.

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«Sobre naves de piel de carnero atravesé... el Éufrates en su crecida...,» se dice en las tablillas del rey asirio Salmanasar III. ¡Sus tropas de vanguardia estaban adiestradas en el arte de construir pontones sobre odres hinchados de pieles de animales! En Siria entró en contacto con una coalición de Siria y Palestina cuyo contingente de tropas aprecia exactamente. Además de las fuerzas de combate del bíblico Ben-Hadad de Damasco y de otros príncipes sirios, hay «2.000 carros de combate, 10.000 soldados de Ahabú de los sirios....» Ahabú, el sirio, que representa la tercera fuerza combativa, es el rey Ajab de Israel. El pacto de Israel con Damasco fue de corta duración. Apenas el sirio hubo abandonado el país, volvieron a enconarse las antiguas rivalidades y Ajab perdió su vida en su lucha contra los arameos: «Pero flecho el arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las comisuras de la loriga... La sangre de la herida se derramo por el fondo del carro... Murió, pues, el rey, y fue llevado a Sam.aria, donde sepultaron al soberano. Lavóse el carro junto a la alberca de Sam.aria y los perros lamieron su sangre» (1 Re. 22:34–38). La Biblia ha dedicado seis capítulos a la vida de este rey. Mucho de ello parece haber pasado al reino de la leyenda. Así, por ejemplo, «el palacio de marfil que construyó» (1 Re. 22:39), o su matrimonio con una princesa fenicia que aportó cultos extranjeros: «... y tomó por esposa a Jezabel, hija de Etbal, rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal y le adoró... Hizo también Ajab la aserá...» (1 Re. 16:31–33), o la gran sequía en el país: «y dijo Elías... a Ajab: «Vive Yahve, Dios de Israel, a quien sirvo, que en estos años no ha de haber ni rocío ni lluvia, sino con arreglo a mi palabra " » (1 Re. 17:1). Y, sin embargo, ¡estos hechos no dejan de ser históricos! La antigua colina de Samaria, formada por restos de épocas pasadas, fue atacada de nuevo en dos campañas sucesivas de excavaciones: desde 1908 a 1910, por los americanos George A. Reisner, Clarence S. Fischer y D. G. Lyon, de la Universidad de Harvard, y desde 1931 a 1935, por un equipo británico-americano bajo la dirección del arqueólogo inglés J. W. Crowfoot.

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El camino queda libre hasta Babilonia. Esta ciudad ejerce sobre él un irresistible atractivo. En el fondo de esta situación se fue formando un relato misterioso y extraño que, conservado en la Biblia, nos lo ha transmitido, teniendo ocupada durante mucho tiempo la fantasía de los pueblos de Occidente. El mismo nos dice: «El rey Baltasar celebró un gran banquete en honor de sus mil magnates y bebió vino en presencia de esos mil... Bebieron vino y alabaron a sus dioses de oro y plata, de hierro y de bronce, de leño y de piedra. En aquel momento aparecieron los dedos de una mano de hombre que escribieron delante del candelero sobre la cal de la pared del palacio real... Mudó entonces el rey el color del semblante y sus pensamientos se turbaron; y las articulaciones de sus caderas se relajaron y las rodillas comenzaron a golpearse la una contra la otra. El rey gritó fuertemente para que hiciesen entrar a los adivinos, los caldeos y los astrólogos. El monarca tomó la palabra y dijo a los sabios de Babilonia: «cualquier hombre que leyere este escrito y me declare su interpretación será vestido de púrpura con collar de oro a su cuello y será el tercero en autoridad en el reino " » (Dan. 5:1, 4–7). «Mené, tekel, ufarsin,» decían aquellas célebres palabras de la pared. Y esta es su interpretación: «Dios ha contado los días de tu reinado y le ha puesto fin.» «Has sido pesado en la balanza y hallado falto de peso.» «Tu imperio ha sido desgarrado y dado a los medos y persas» (Dan. 5:25–28). Cuando José descifró en Egipto los sueños del Faraón sobre las siete vacas flacas y las siete gordas y sobre las espigas, se convirtió en el segundo hombre del Imperio, en el gran visir. ¿Qué significado tenía la premisa de ser «el tercer hombre en mi reino» como recompensa para el que descifrara aquel misterioso escrito? Este dato que da la Biblia resulta incomprensible y sólo pudo ser aclarado con auxilio de la arqueología. Quién fue Baltasar es cosa sabida por los textos de escritura cuneiforme de su propio padre. No fue, según dice el Libro de Daniel (5:2) hijo de Nabucodonosor, sino hijo de Nabonides, que en una de las incripciones dice: «Y en el corazón de Baltasar, mi hijo primogénito, vástago de mis entrañas, pon el temor de tu excelsa divinidad, para que así no cometa ningún pecado y pueda tener lo suficiente para la plenitud de la vida.»

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FIG. 39. – Barreño lavapiés de piedra con apoyo, grifos y vertedero. Por más que los profetas predicasen contra tales cosas, no pudieron desterrar de las casas ni los aceites ni los retoques para los ojos. Con los bellos racimos de flores de juncia las mujeres se adornaban sus cabelleras. Pero apreciaban mucho más un polvo rojo amarillento fabricado con la corteza y las hojas del arbusto de juncia. Los árabes lo llaman «henna.» Con este producto se teñían los cabellos y las uñas de los pies y de las manos. Los arqueólogos encontraron, con asombro, su color rojo claro como esmalte en las uñas de los pies y de las manos de las momias egipcias. Los laboratorios y las fábricas de cosméticos siguen empleando hoy día el «henné» a pesar de todos los inventos y novedades que se han producido desde entonces. Las cejas y las pestañas eran teñidas con brillantina; el lapislázuli molido daba a los párpados el sombreado deseado. La cochinilla pulverizada, al igual que en la actualidad lo procura a los modernos lápices labiales, suministraba también el rojo carmesí para una boca tentadora. Por los frascos de esencia, las cajitas de marfil para ungüentos, los recipientes de mezcla y los vasos para el colorete que, en gran profusión, se encontraron en las ruinas de las ciudades de Israel, puede colegirse cuan dura debía resultar la amenaza que el profeta Isaías dirigió a ese mundo que tanto amaba los colores, los afeites y los perfumes: «En lugar de bálsamo, habrá putrefacción; y en lugar de cinturón, una cuerda; y en lugar de trenza, calva; y en lugar de lujoso vestido, ceñidor de saco; quemadura en lugar de belleza» ( Is. 3:24 ). Si bien en el Antiguo Testamento se habla de que alrededor de la mesa había sillas, nadie se metía en la cama en el sentido que hoy damos a esta palabra, ¡Y es que la cama era un mueble de lujo! Los faraones y los dignatarios de su corte fueron los primeros en disfrutar de la comodidad de dormir en una cama. En la tierra del Nilo se inventó el primer modelo de este mueble del cual hoy no podríamos prescindir. Lleno de júbilo hace notar Sinuhe a su regreso: «Volví a dormir en una cama.» Hasta quinientos años después, la cama sigue siendo una rareza. Pues cuando la princesa mitani Taduchepa (seguramente la que después fue reina Nofrete) contrae matrimonio en la corte egipcia, lleva en calidad de dote tan sólo colchas, aunque primorosamente tejidas. ¡El palacio de su patria no vio jamás una cama! ¡De noche se dormía en el suelo!

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Esto último puede verse en seguida en el estilo de las misivas. En ninguna de ellas se cita en primer lugar aquel a quien la misiva o el mensaje va dirigido. El saludo y las bendiciones al colega tienen la preferencia. No faltan tampoco ruegos de que el contenido del escrito sea leído con claridad y, lo que es más importante, correctamente, ¡sin dejarse nada! FIG. 31. – En una cancillería en la tierra del Nilo. Lo que sucedía entre los escritores aparece en una escena que representa la oficina de asuntos exteriores del faraón Merenptah. La sala está dividida en tres departamentos. En cada uno de los laterales están sentados, en forma muy apretada, diez secretarios. Uno de sus pies descansa en el escabel; en sus rodillas hay grandes rollos de papiro. La parte central, muy espaciosa, está reservada al alto jefe. Con diligencia un servidor le aventa las molestas moscas. Junto a la entrada hay dos guardianes de la puerta. El uno le dice al otro: «¡Echa agua y refresca así la oficina! El jefe se sienta y escribe!» Desde luego que en las cancillerías de Israel las cosas no se desarrollaban con tanto boato. El Estado de Israel era demasiado campesino y demasiado pobre para ello. Y, sin embargo, el escribano de David debió de ser un alto y temido empleado. Tenía a su cargo la redacción de los «Anales del Reino» que fueron, sin duda, la base de todos los datos contenidos en la Biblia sobre la reconstrucción de la administración y sobre el bienestar público. A ellos les tocaba también hacer los grandes censos del pueblo según el sistema Mari (2 Sam. 24), así como el nombramiento de una guardia personal que estaba formada por cretenses y filisteos (2 Sam. 8:18; 15:18; 20:7). Seguramente que el «sopher» daba también a su soberano un nuevo nombre. ¡David es de suponer que, en realidad, no se llamaría David! Es este un descubrimiento que, en tiempos muy recientes, sorprendió a los investigadores, a quienes dio mucho que pensar el contenido de determinados textos del palacio de Mari, junto al Éufrates. Repetidamente se encuentra en ellos la palabra «dâvidum.» Significa «jefe,» «comandante de tropas» y, por tanto, no es ningún nombre propio, sino un título.

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Nerón, que se hallaba veraneando en Ancio, regresó precipitadamente a Roma, y, en medio del general estupor, desde el balcón de su palacio, y acompañándose de la lira, recitó los versos de Virgilio en la Eneida sobre la destrucción de Troya. Seis días duró el incendio, que destruyó tres cuartas partes de la ciudad, y aun después se reprodujo de nuevo, hasta que finalmente hubieron de ser derribados un sinnúmero de templos y edificios. Pronto el rumor y la opinión popular comenzaron a acusar al propio emperador como responsable de la catástrofe, y éste, para apaciguar el tumulto, abrió los jardines a la muchedumbre y extremó su largueza ofreciendo pan y espectáculos. Pero como persistiesen los rumores contra el propio César, éste decidió encontrar unos culpables a quienes cargar la adversidad del incendio. Sin duda que Pedro llegó a Roma cuando reinaba el emperador Nerón, que ocupó la sede imperial del año 54–68; pero no sabemos si el apóstol se encontraba en la capital en el preciso momento del incendio que la destruyó. Este es, como se admite corrientemente, el origen de la primera persecución oficial contra los cristianos. En ella cayeron las dos columnas de la Iglesia, Pedro y Pablo, aunque haya discrepancias sobre la fecha exacta, ya que unos se inclinan por el comienzo de la persecución, sobre el año 64, y otros señalan el hecho tres años más tarde, entre los cuales están Eusebio y San Jerónimo. Clemente Romano, que, como ya dijimos, fue uno de los primeros Papas, en su Carta a los Corintios, describe el martirio de ambos apóstoles y asegura que una gran muchedumbre murió con ellos, refiriéndose sin duda a la persecución de Nerón. Algunos años más tarde, San Dionisio de Corinto dice de Pedro y Pablo que, «habiendo plantado ambos la fe en esta ciudad nuestra de Corinto, también os enseñaron a vosotros, romanos, y juntos sufrieron por el mismo tiempo el martirio.» El modo del martirio de San Pedro fue la crucifixión, que es el suplicio citado por Tácito cuando describe los tormentos de la persecución neroniana. Y a Orígenes se debe el dato de que Pedro quiso ser crucificado cabeza abajo por humildad ante el recuerdo de la crucifixión del Señor.

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Боюсь ( не смею) видеть, что Барон Соннино не знает также, что ( если) эти распоряжения ( меры) странны для Его Величества, что у меня был приказ ( сан, поручение) общаться с ним. Рукописный текст #1 от 10 августа 1918 года DESPACHO TELEGRAFICO Real Palacio Principe(?) Jaime Boston Viena Te agradeyco apoyo gestiones Familia Imoerial . De saluda la primo. Alfonso R 10 agosto 1918 Русский перевод Офис телеграфа Королевский дворец Принц (?) Хайме Бостон Вена Я благодарю вас за поддержку в управлении императорской семьи . Привет кузену ( двоюродному брату). Alfonso R 10 августа 1918 года Телеграмма # 140 от 3 августа 1918 года Roma 3 de agosto de 1918 a las 15.10 Madrid San Sebastian 4 de agosto de 1918 a las 12 El Embajador de Espana Al Ministro de Estabo NUMERO 140 He recibido telergrama de V.E.#21 circular , solicite inmediatamente audiencia a Ministro de Negocios Extranjeros quien acabo ver. Aunque periodicos Italia nos publican , tomandolo del de Madrid " El Sol " la noticia , que V.E. habia confirmado , de la gestion que por iniciativa del Rey para que viniera a Espana la viuda e hija del Emperador de Rusia ,el Baron Sonnino me lo habia ...? tuvo palabras de elogio para la humanitaria iniciativa de Su Majestad y mostro dispuesto a secundaria en cuan to de el dependa temiendo sin embargo que dada la actual situacion de Rusia , cuyo Gobierno asta sujeto a los Imperis centrales, cualquer paso que diera algunas de las potencias aliadas en favor de la familia del Emperador Rusia tendria?para asta funesto resultado. Es indudable que la pesponsabilidad del fusilamiento del Emperador de Rusia alcanza a Alemania que pudo salvar la vida del Emperador como esta tambien ahora en sus manos la de la Viuda e hijo. Ademas para salir de Rusia ha de pasar esta pir Alemania o por Austria antes de llegara Suiza,....?de Espana. Cree pues el Ministro de Negocios Extranjaros ( ?)que son los Imperios Cebtrales los que estan por todos conceptos obligados a apoyar la humanitaria inuciativa de S.M.por .

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Joaquín, rey depuesto de Judá, ha vivido con su familia y su séquito, en Babilonia, en el palacio de Nabucodonosor y, como consecuencia del descubrimiento de Weidner, puede ser comprendido el relato contenido en el libro II de los Reyes, así como este otro, que lo completa y que, gracias a aquél, recibe una plena confirmación: «En cuanto a su subsistencia continua, se le proveyó de ella a cargo del rey de Babilonia cotidianamente, hasta el día de su muerte, todos los dias de su vida» (Jer. 52:34). " Y sucedió que en el año noveno de su reinado, el décimo mes, a diez del mismo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó acompañado de todo su ejército contra Jerusalén... La ciudad estuvo cercada... hasta el año undécimo del rey Sedecías» (2 Re. 25:1–2). Habían transcurrido once años desde que Joaquín fue hecho prisionero y desde la primera deportación a Babilonia. Ahora llega el tiempo en que ha de quedar sellada la caída de Judá. La última escena de la tragedia de este pequeño pueblo ofrece un ejemplo característico de cómo la información que da la Biblia y los documentos hallados en las excavaciones explican desde diferentes puntos de vista un mismo acontecimiento y de cuan exactos son los datos de los profetas en el libro II de los Reyes y en las Crónicas. Jeremías describe a grandes trazos situaciones relativas al curso emocionante y desolador y a un mismo tiempo de los últimos días que, debido a los descubrimientos realizados en Palestina en nuestros días, han recibido una exacta confirmación histórica. Después de la primera conquista de Jerusalén en el año 591 antes de J.C., Nabucodonosor dejó a Judá como estado vasallo. Como heredero de Joaquín, que se hallaba en el cautiverio, subió al trono su tío Matania, con el nombre de Sedecías, como rey de Caldea. Según se desprende del capítulo 13, versículo 19 de Jeremías, el territorio de este estado era muy reducido. «Las ciudades del Sur están cercadas y no hay quien las libere» (Jer. 13:19). Aún presente la deportación de sus hermanos de raza, fijas aún en su memoria las amargas experiencias de un siglo y medio de suerte adversa por parte del reino del Norte, Israel, el espíritu de resistencia de este pueblo no se ha extinguido.

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