Con el zar Pedro I el Grande (1682–1725) la organización eclesiástica sufrió un gran cambio, puesto que fue suprimido el patriarcado en 1721 y la Iglesia rusa fue desde entonces gobernada por un sínodo que, en realidad, era un órgano burocrático en el cual el zar estaba representado por un procurador superior. Este período sinodal de la Iglesia rusa duró hasta 1917. Paradójicamente fue una época floreciente de la Iglesia rusa. En ese tiempo se difunde la Filocalía, por obra de san Paisy Velichkovsky; es un tiempo de renacimiento monástico: san Serafín de Sarov, el centro monástico de Optina Pustin, visitado por intelectuales y literatos como Dostoievsky, Gógol, etc.; de los startsí, del movimiento eslavófilo, etc. En ese tiempo la Iglesia rusa conoce también una importante expansión misionera. Mientras tanto, en la segunda década del siglo XIX, Grecia se libraba del yugo turco y la Iglesia podía volver a desarrollar con plenitud y normalidad su vida y su misión. Los siglos de dominación turca hicieron que la actividad teológica de la Iglesia griega quedara muy reducida y sin repercusión notable. El pensamiento teológico durante este largo período hay que buscarlo, como hemos insinuado, en la Iglesia rusa. Por lo que a ésta se refiere, en 1917, durante el gobierno de Kerensky, fue restablecido el patriarcado de Moscú, que sufrió una nueva interrupción, desde la deposición del patriarca Tijon, por su oposición al régimen soviético, hasta que el mismo régimen permitió, en 1943, la elección patriarcal de Sergio, quien ejercía las funciones de locum tenens. Pero ahora fue la Iglesia rusa quien no pudo hacer oír su voz ni comunicar su pensamiento durante todo el período comunista. No es aquí el lugar de esbozar la difícil situación de la Iglesia, las persecuciones que sufrió, las relaciones, a menudo de connivencia, con el gobierno soviético y las consecuencias que todo ello trajo consigo, como la creación de nuevas jurisdicciones en Occidente. Todo ello es ampliamente considerado más adelante, en la contribución de D. Pospielovsky. Interesa sólo destacar, como diremos en otro momento, que el pensamiento teológico de la Iglesia Ortodoxa rusa hay que buscarlo en la emigración hacia Occidente. Con la caída del comunismo, la vida eclesiástica en los países de la Europa del Este se va renovando y normalizando.

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¿Pero, habría podido suceder algo similar, si hubiera sido muy clara la idea de la Iglesia, si ésta no hubiera sido sustituida por los valores incomprensibles e indefinidos? ¿Cómo podríamos imaginarnos que en el siglo de los Apóstoles, los paganos hubiesen reprochado a la Iglesia de excluir de su seno a los miembros hostiles, como por ejemplo, a los herejes? Aunque, en los primeros siglos, la excomunión era una medida disciplinaria común de la Iglesia, y todos consideraban esta medida perfectamente legal y bastante provechosa. ¿Por qué fue así? Fue, justamente, porque la Iglesia se presentaba entonces como un valor preciso y claro, como una Iglesia , verdaderamente, y no un cierto cristianismo. En aquel entonces no había lugar para las ideas absurdas de que el cristianismo – es una cosa, y la Iglesia – otra, de que el cristianismo es posible apartado de la Iglesia. En aquel entonces la hostilidad contra la Iglesia era también la hostilidad contra el cristianismo. Sin embargo, la hostilidad contra la Iglesia en nombre de un presunto cristianismo, – es el fenómeno exclusivo de nuestros tiempos tristes. Cuando el cristianismo estaba representado por medio de la Iglesia ante los ojos del mundo, entonces este «mundo» entendía claramente y aceptaba sin querer que la Iglesia y el cristianismo eran una sola y la misma cosa. A veces parece que toda nuestra Iglesia en exilio está como en una permanente discrepancia. Uno no sabe, quién es el nuestro, y quién – de los adversarios. Gobierna en las mentes una especie de anarquía. Aparecieron demasiados «maestros.» «hay desavenencia en el cuerpo» mismo de la Iglesia ( 1Cor 12:25 ). En la antigua Iglesia un obispo enseñaba desde el alto púlpito; ahora aquel, quien habla de sí mismo como del, que está «en el atrio», hasta solo «apoyado en los muros de la Iglesia,» se considera, sin embargo, apto para dar enseñanzas a toda la Iglesia con sus jerarcas. Averiguan sobre los asuntos de la Iglesia y forman sus opiniones basándose en las «hojas públicas» (como llamaba el metropolitano Filaret a los diarios) enemigas de la Iglesia, donde escriben sobre los asuntos eclesiásticos los sacerdotes degradados, o toda clase de renegados, o burladores descarados y enfurecidos que injurian a la Iglesia (2 Ped. 3:3), gente que no tiene nada que ver con ella.

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Ponomareva M.:  Mijaíl Vitalyevich, Usted ha dicho de que Usted efectua investigaciones no sólo sobre la historia de la Iglesia Ortodoxa Rusa, sino que también y de las demás Iglesias ortodoxas. ¿Cree usted que existe una diferencia sustancial entre la trayectoria histórica de la Iglesia Ortodoxa Rusa y las demás Iglesias Autocéfalas? Shkarovsky M.V.:  Cada una de las Iglesias Ortodoxas tiene sus propias características. Si se toma por ejemplo a la Iglesia de los Balcanes, se debe tener en cuenta que ésta varios siglos estuvo bajo el yugo otomano. Además, es preciso recordar, que debido a que estos países habían pertenecido al Imperio Otomano, de hecho, hasta la segunda mitad del siglo XIX, y algunos incluso hasta el comienzo del siglo XX, todo éso dejó una gran huella en sus tradiciones y en los diferentes aspectos de sus vidas. No voy a detenerme en éso, pero, el desarrollo de estas Iglesias, en el siglo XX, en mucho difiere del desarrollo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, ya que en el período soviético esta fue sometida a una severa persecución por varias décadas. Una gran cantidad de nuevos mártires aparecieron en muchas Iglesias Ortodoxas Autocéfalas, pero, en ninguna de ellas hubieron tantos reprimidos, fusilados, víctimas por su fe, como hubieron en la Iglesia Ortodoxa Rusa. Aunque, sin embargo, hubieron realmente Iglesias que fueron sometidas a severas persecuciones, a lo mejor, sobre todo, la Iglesia Ortodoxa de Albania, que fue totalmente prohibida en la década de los años 60. Debido al poco número de la feligresía, la trágica experiencia de esta Iglesia, aunque no fue por mucho tiempo, bien podría ser comparado con lo experimentado por la Iglesia Ortodoxa Rusa. Hubieron Iglesias que sufrieron durante la ocupación alemana, así como la Iglesia Ortodoxa Rusa y Griega: ellas tuvieron que sufrir las represiones por parte de los ocupantes alemanes, mientras que el gobierno de los países, de donde eran estas Iglesias, colaboraba con la Alemania nazi, por ejemplo, en Bulgaria y en Rumania.

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La Iglesia autocéfala de Chipre (360 000) retuvo su posición lo mismo la más pequeña de las Iglesias ortodoxas, la del Monte Sinaí (300). La mayor, la de Rusia, restauró su patriarcado en 1917 y poco después desapareció de la escena en las relaciones internacionales, separada del resto del mundo por los comunistas. El colapso de la monarquía rusa hizo que resurgiera el estado autocéfalo de la antigua Iglesia de Georgia (2 500 000), que había sido absorbida por la Iglesia rusa a principios del siglo XIX, después de la incorporación de Georgia al Imperio de San Petersburgo. Cinco nuevas Iglesias autónomas cobraron existencia como resultado de la revolución comunista: las iglesias ortodoxas de Polonia (4 500 000), de Finlandia (70 000), de Lituania (55 000), de Letonia (160 000) y de Estonia (250 000). Algunas de ellas aceptaban la supervisión eclesiástica de Constantinopla, y otras permanecían nominalmente vinculadas a la Iglesia rusa. Inseguras en su obediencia quedaban la Iglesia del Japón (40 000) y la Iglesia ortodoxa rusa en Norteamérica (1 500 000). La Iglesia de Grecia incrementó grandemente su número por el ingreso de refugiados de Asia Menor. En 1910 tenía dos millones; después de la primera guerra mundial, seis. Una vasta extensión territorial y numérica tuvo también lugar en las Iglesias de Serbia y Rumania. La Iglesia serbia se convirtió en patriarcado (en 1920) y absorbió a la Iglesia de Montenegro y a las diócesis serbias en Austria y Hungría. Su número ascendió e 2.300.000 (1910) a 7 000 000 (1925). El patriarcado rumano incluía a los ortodoxos de Valaquia, Moldavia, Besarabia, Bukovina y Transilvania. En 1910, la Iglesia rumana contaba 4.550.000 fieles; después de la guerra, 15 millones. La Iglesia de Bulgaria se incrementó también, pero menos que las otras, pues los búlgaros fueron dos veces derrotados, en la guerra balcánica de 1912 y en la primera guerra mundial. En 1910 su Iglesia tenía 1 500 000 fieles; en 1924 sus miembros se habían incrementado a 5 millones.

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En el siglo XIX, después de que tuvo lugar el matrimonio entre el rey Guillermo II con la princesa rusa Anna Pavlovna, en el Palacio Real de La Haya apareció una capilla ortodoxa, que en Holanda la llamaban " La Iglesia Rusa " . Se han conservado evidencias de que esta capilla fue una fuente de inspiración y el lugar donde los holandeses conocían la tradición ortodoxa del pueblo ruso.   A.H.:  ¿Y cuánta parroquías hay ahora en el país?   Diác. M. Bakker:  Hoy en día en Holanda hay tres monasterios ortodoxos y 27 parroquias ortodoxas de las difenrentes Iglesias Autocéfalas: de Rusia (Patriarcado de Moscú y de la Iglesia Rusa en el extranjero), de Bulgaria, de Serbia, de Constantinopla y de Rumanía. El comienzo de la amplia difusión de la Ortodoxia en Holanda fue para los años 40, cuando dos monjes católicos, Jacobo Akkersdeyk y Andrián Korporal, fueron aceptados en la Iglesia Ortodoxa. Más tarde ellos fundaron una parroquia ortodoxa en La Haya y un monasterio en nombre de San Juan Bautista. Nosotros tenemos tres monasterio abiertos: el monasterio femenino en Asten en honor de la Natividad de la Santísima Virgen María, fundado en 1989; el monasterio masculino (desde 1999) en Himmelume de San Nicolás de Myra, y el monasterio antes mencionado en La Haya. Este último fue fundado al principio como monasterio masculino bajo la jurisdicción de la Iglesia Rusa en el extranjero, pero ya desde 1974 ha funcionado como monasterio femenino bajo la jurisdicción de la Iglesia Ortodoxa Rusa (Patriarcado de Moscú). En agosto de 1972, cuando Jacobo (Akkersdayk), obispo de La Haya, se pasó a la jurisdicción de la Iglesia Ortodoxa Rusa (Patriarcado de Moscú), se crea la diócesis de La Haya y los Países Bajos del Patriarcado de Moscú, que es encabezada por el arzobispo de Bruselas y Bélgica, Simón (Ishunin).   A.H.:  ¿Y cuándo fue establecida en Ámsterdam su parroquia?   Diác. M. Bakker:  Nuestra parroquia de San Nicolás ha existido desde 1974. Su fundador se considera un pequeño grupo de creyentes ortodoxos, que decidió consagrar la parroquia a San Nicolás, quien, por cierto, es el santo patrón de Ámsterdam.   Al principio los servicios religiosos se celebraban en una antigua capilla de la iglesia católica. Desde diciembre de 2006 nuestra parroquia está localizada en el territorio del que fue un antiguo monasterio católico de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Ya los habitantes del sitio holandés de Jordán, en el centro de Ámsterdan, están acostumbrados a los sonidos de los cantos ortodoxos. Ellos miran con interés las procesiones religiosas que son organizadas por nuestra parroquia en los días de las grandes fiestas ortodoxas.

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1. El Patriarcado Ecuménico de Constantinopla: Griegos en Constantinopla 80.000 Griegos fuera de Turquía 500.000 2. El Patriarcado de Alejandría 150.000 3. El Patriarcado de Antioquia 280.000 4. El Patriarcado de Jerusalén 50.000 5. El Patriarcado de Moscú, que incluye las Iglesias de Ucrania, Rusia Blanca, Galitzia (ex-unificados), Lituania, Letonia, Estonia y Cárpato-Rusia 100.500.000 6. El Patriarcado de Yugoslavia 9.500.000 7. El Patriarcado de Rumania (incluyendo los ex-unificados de Transilvania) 15.000.000 8. El Patriarcado de Bulgaria (desde 1946) 6.000.000 9. El Catolicado de Georgia 3.000.000 10. La Iglesia de Grecia 8.500.000 11. La Iglesia de Chipre 400.000 12. La Iglesia de Albania 250.000 13. La Iglesia de Polonia 350.000 14. La Iglesia de Checoslovaquia 150.000 A éstas se debe añadir la Iglesia del Sinaí 300 b) Las cuatro Iglesias Autónomas: 1. La Iglesia de Finlandia 75.000 2. La Iglesia de Japón 40.000 3. La Iglesia de China 20.000 4. La Iglesia de Hungría 40.000 c) Las cinco Iglesias en vías de organización: 1. Las Iglesias en América del Norte y del Sur y en Alaska 3.000.000 2. La Iglesia de Australia 75.000 3. La Iglesia de los ucranianos en los Estados Unidos de América y Canadá 100.000 4. La Iglesia de Corea 15.000 5. La Iglesia rusa del exilio bajo el metropolitano Anastasio 250.000 En total, existen 151.000.000 de ortodoxos de rito bizantino. Además de éstos, hay 21.000.000 de ortodoxos orientales que comprenden 4.000 armenios, 2.000.000 de coptos, 14.000.000 de etíopes, 1.000.000 de indios ortodoxos y 80.000 jacobitas en Siria y el Líbano. Hay, además, unos 5.000.000 de unificados y unos 5.000.000 de antiguos creyentes en Rusia; en conjunto, unos 181.000.000 de cristianos forman el ala oriental del cristianismo contemporáneo. Capítulo VIII. La Fe y Doctrina de la Iglesia Ortodoxa El significado de la doctrina en el Oriente. – La autoridad de la Iglesia en el Oriente. – La Sagrada Escritura y la tradición eclesiástica. – La Comunión de los Santos. – La canonización de los Santos entre los ortodoxos bizantinos. – La Madre de Dios. – Oraciones por los difuntos. – La doctrina eucarística.

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Los siguientes temas, que también estaban incluidos en la agenda de las sesiones de 1919, quedaron sin resolver hasta el presente: a) el lugar de las mujeres en la vida sacramental de la Iglesia y la institución de las diaconisas; b) el uso de la lengua rusa hablada en las celebraciones litúrgicas (en lugar del eslavo eclesiástico o junto a él); c) las relaciones ecuménicas con las demás confesiones cristianas. La resolución final del sobor exigía un intenso diálogo intercristiano y expresaba la esperanza de una reunificación definitiva de las principales confesiones cristianas. La tragedia de la Iglesia rusa fue que el sobor no se celebrase antes de las calamidades de 1917. Si hubiera tenido lugar y se hubieran llevado a cabo sus resoluciones, por ejemplo, diez años antes, la Iglesia habría entrado en la era revolucionaria con una infraestructura sólida, totalmente alejada de la pirámide jerárquica del sistema sinodal. Una Iglesia autónoma, que no estuviese involucrada en la política del gobierno imperial, habría inspirado a la nación una lealtad mucho mayor y habría disfrutado de una autoridad moral más elevada, lo cual incluso habría podido impedir la victoria bolchevique; y aunque esto último no hubiera sucedido, por lo menos los bolcheviques no habrían podido organizar un ataque tan masivo y relativamente victorioso contra la Iglesia. Sin embargo, la realidad es que hasta el último día del régimen zarista el emperador siguió siendo la cabeza temporal de la Iglesia. Tanto la monarquía como la Iglesia estaban profundamente comprometidas por su asociación con Rasputín: todos los clérigos que se atrevían a hablar abiertamente contra Rasputín eran castigados (los recluían en monasterios) y muchos de los nombramientos episcopales se hicieron en función de la decisión de Rasputín. Todo esto comprometió a la Iglesia. En el momento en que abdicó el zar, la Iglesia se quedó técnicamente decapitada y, como el sistema sinodal no contaba con ninguna infraestructura, el sobor de la Iglesia tuvo que crearlo partiendo de cero y en las condiciones sumamente adversas que prevalecían en el Estado y en la sociedad en general.

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Se interesó por la religión y cultura japonesas, aprendió el idioma y empezó a celebrar en japonés en la capilla de la Embajada. Un creciente número de japoneses asistía a este nuevo servicio. El primer converso a la Iglesia ortodoxa fue Paul Savabe, sacerdote budista, bautizado en 1868. Allá por 1874, había cuatrocientos japoneses ortodoxos; en 1875, fueron ordenados sacerdotes Paul Savabe y John Sakai. En 1880, Kasatkin fue nombrado obispo y la Iglesia empezó a crecer rápidamente. La guerra ruso-japonesa (1904–05) fue una época de pruebas para la creciente comúnidad. El obispo Nicolás permaneció con sus fieles y se identificó con ellos. Murió en 1912, dejando una Iglesia de unas treinta mil almas, dividida en treinta parroquias, con unos cuarenta sacerdotes y diáconos y ciento cuarenta y seis catequistas. La Iglesia ortodoxa en el Japón, aislada después de la revolución comunista, sobrevivió y ha continuado su firme progreso hasta hoy. Tales son las principales realidades de la obra misionera de la Iglesia ortodoxa en el siglo XIX. En realidad, no se puede hablar apenas de la labor proselitista y misionera excepto la de la Iglesia rusa, pues el resto de los ortodoxos estaban todavía bajo los mahometanos o simplemente saliendo de su largo cautiverio. Durante algún tiempo ha existido en Occidente la impresión de que los cristianos orientales no tienen espíritu misionero. Esto se debe a una ignorancia de los hechos. En un volumen dedicado a la memoria de Ilminsky en 1891, se relata el siguiente incidente. El celador del Museo Bíblico de Mulhausen escribió a las autoridades de la Iglesia rusa preguntando si sus miembros habían realizado traducciones de la Biblia. Quedó atónito cuando en respuesta recibió un cajón de libros conteniendo traducciones en más de sesenta lenguas. La Iglesia rusa en 1899 tenía veinte misiones dentro del Imperio y cinco misiones extranjeras en Alaska, Corea, China, Japón y Persia. Los Eslavófilos La Iglesia rusa, bajo Nicolás I, fue un extraño cuerpo regido por un oficial de caballería y unos obispos que, aunque socialmente inferiores, eran equiparados en rango con los oficiales militares y estatales y recibían distintivos similares.

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La confusión entre los elementos esenciales y secundarios en la religión se hallaba tan difundida en Rusia, que sus principales cristianos dividieron su comunidad precisamente en una época en que era necesaria la unidad para su campaña de liberar a sus oprimidos hermanos de religión. No obstante, este triste cuadro tiene una faceta redentora. El concepto estratégico de la Iglesia, aceptado universalmente por todos los cristianos durante aquellos siglos, desfiguró seriamente su pensamiento y acciones. La mayoría de las controversias occidentales de los siglos XVI y XVII fueron, por lo tanto, lamentablemente parciales, y muchas decisiones tomadas por entonces trastornaron la equilibrada posición del cristianismo. Los cristianos orientales, privados de su libertad, escaparon de los peligros del sectarismo doctrinal y de la inadecuada improvisación litúrgica. Su moderación les salvó de muchos errores cometidos por Occidente. Los ortodoxos iban a la zaga de Occidente en saber y organización, pero les sostenía su firme convencimiento de que conservaban intacta la enseñanza apostólica y que en su culto se retenía fielmente la tradición patrística. A finales del siglo XVIII, el Oriente cristiano se hundió en su punto más bajo. El Islam se tambaleaba, pero aún no estaba derrotado, y en su presión sobre los ortodoxos continuaba siendo tan abrumador como siempre. La Iglesia rusa estaba paralizada y humillada, y Occidente era agresivo y confiaba en su superioridad sobre Oriente. En esa hora de oscuridad, apareció una tenue luz en el horizonte lejano. Venía inesperadamente de Francia, la antigua enemiga de los ortodoxos: las explosivas ideas de libertad y fraternidad que proclamaba la Revolución Francesa estimularon política e intelectualmente al Oriente cristiano y contribuyeron a la recuperación de su libertad. Capítulo VI. El Periodo de Liberación Nacional. Siglo XIX La Iglesia rusa a principios del siglo XIX. – San Serafín de Sarov (1759–1832). – Optina Pustin. – El metropolitano Filareto de Moscú (1782–1867). – La revivificación de la obra misionera. – Los eslavófilos. – Alejo Khomiakov (1804–60). – La aparición de las Iglesias autocéfalas nacionales en los Balcanes. – La Iglesia serbia. – Los príncipes-obispos de Montenegro. – La Iglesia de Grecia. – La Iglesia de Rumania. – La Iglesia de Bulgaria. – Éxito y fracaso de las Iglesias balcánicas. – Los ortodoxos en Austria-Hungría. – La Intelligentsia rusa y la Iglesia ortodoxa. – Feodor Mikhailovich Dostoievsky (1821–81). – Vladimir Sergeevich Soloviev (1853–1900). La Iglesia Rusa a Principios del Siglo XIX

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Otro problema es la preparación de una nueva generación de historiadores de la Iglesia. Todavía a principios de los años 90, yo sentía mucho optimismo con respecto a este proceso, pensaba que en los próximos años aparecerían una gran cantidad de nuevos investigadores. Pero, por desgracia, han pasado ya desde entonces casi 15 años, y en realidad, son muy pocos los nuevos historiadores de la Iglesia. En este sentido, a las escuelas teológicas, tal vez, les queda mucho aun por hacer. Yo mismo soy profesor en la Academia Teológica de San Petersburgo, del departamento de historia de la Iglesia, y veo que la gran mayoría de los trabajos científicos, que escriben los estudiantes, por desgracia, son de bajo nivel, y casi ninguno de ellos se convierte en un historiador serio de la Iglesia. Ponomareva M.:  Dígame, ¿Cuál cree Usted debe ser la forma ideal para la interrelación Iglesia-estado en Rusia? Shkarovsky M.V.:  Pienso que esta no es una pregunta para mí, ya que no tiene relación directa con la historia de la Iglesia. Más bien, es un proyecto ideal, que debe ser llenado de un contenido específico para cada época histórica. Ahora en Rusia existen sus propias características. Tal vez no tiene ningún sentido para mí hablar sobre este tema. Es más bien una pregunta para los sociólogos y teólogos, que para los historiadores. Ponomareva M.:  Entonces una pregunta a Usted como historiador: como es conocido, las personas deben aprender de la historia. ¿Qué debemos aprender de nuestra Iglesia? ¿Qué errores del pasado, en su opinión, se deben evitar? Shkarovsky M.V.:  Si de tomar la historia de la Iglesia Ortodoxa en el siglo XX, entonces, por supuesto, hay lecciones que deben tomarse en cuenta. En particular, a principios del siglo XX la relación de la Iglesia con el estado era demasiado estrecha, lo que es bien sabido. De hecho, la Iglesia Ortodoxa era parte del mecanismo estatal, el departamente de asuntos religiosos. Tal relación y sometimiento de la Iglesia al estado condujo, por una parte, a una seria crisis interna de la Iglesia, al enajenamiento de la Iglesia por una parte considerable de los fieles. Por otro lado, permitió, después del cambio drástico del sistema social, al nuevo gobierno acusar a la Iglesia de que ella era un instrumento del antiguo régimen, del régimen depuesto, y por eso, al ampliar su represión al viejo mecanismo estatal, pues, lo extiende también y a la Iglesia. Precisamente, tal relación, demasiado estrecha, e incluso hasta cierto punto de  subordinación de la Iglesia al Estado, en cualquier caso, es lo que se debe evitar.

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