85% El Ministerio de Educación que gastó en el año 1904, 42 mil. de rublos-oro., aumentó sus gastos por la instrucción pública en el año 1913 a 143 mil de rublos-oro. Sin hablar de liceos, colegios, clásicos y reales, colegios para señoritas (privados y estatales) y colegios militares, secundarios y superiores, enumeraremos aquí los institutos de enseñanza Superior que existían en Rusia en el año 1913. San Petersburgo: Universidad, Instituto de Vialidad, Instituto arqueológico, Inst. de Ingenieros Civiles, Inst. de Tecnología, Inst. Forestal, Inst. Politécnico. Inst. de Minas, Inst. Comercial, Inst. de Teología, Inst. de Agronomía, Inst. de Medicina Experimental y 4 Institutos de Enseñanza Superior para mujeres. En Moscú había 8 Institutos de Enseñanza Superior, contando la Universidad. En Kiev, 4; en Charkov, 1; en Odesa, 1; en Kasañ, 1; en Saratov, 1; en Novocherkassk, 1; en Tomsk (Siberia), 2; en Jaroslavl, 1; en Vladivostok, 1; en Nijny Novgorod, 1, y algunos más en otras localidades, alcanzando un total de 61. Parte II. Historia eclesiástica. Prof. Dr. Dimitry V. Pospielovsky 1. Desde Kiev a Moscú No es posible hacer justicia al tema de toda la historia de la fe cristiana de Rusia en un único ensayo, por lo que trataremos de ofrecer una imagen global de la trayectoria de la Iglesia ortodoxa rusa presentando y discutiendo brevemente los acontecimientos que resultaron ser puntos clave en el desuno de la misma y en cierto modo configuraron de manera global el espíritu y la cultura de Rusia. Rusia, como todos los estados eslavos, es mucho más joven que las naciones del mundo grecolatino y germánico: su historia escrita comienza en el siglo IX. Por lo tanto, la división de la historia general de Rusia y de su evolución cultural no coincide con las épocas históricas de la Europa occidental. Así, la era premongol se conoce como «Antigüedad rusa»; el período que abarca desde mediados del siglo XIII hasta 1530 aproximadamente se conoce como «Edad Media rusa,» a la que sigue un «Período de transición,» que estuvo influido en cierto modo por el renacimiento europeo y se extiende hasta finales del siglo XVII; la historia de la Rusia moderna comienza con el reinado de Pedro el Grande en el siglo XVIII.

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A principios del siglo XVI el monje Piloteo de Pskov formulaba la teoría siguiente: «La Iglesia de la antigua Roma cayó en la herejía. La nueva Roma (Constantinopla) cayó en poder de los turcos por su pecado de haber firmado la unión en Florencia. Ahora nace la santa y apostólica Iglesia de la tercera Roma que, extendiéndose por todo el universo, difunde por doquier como el sol la luz de la fe verdadera. Nunca jamás podrá haber una cuarta Roma.» Estas palabras reflejan la conciencia que iba adquiriendo la Iglesia rusa de ser la heredera de los privilegios de la sucumbida Constantinopla. Y el primer paso fue que el metropolitano Teodosio declaró, en 1461, la autocefalia de la Iglesia rusa, aunque continuando con el título de metropolitano, si bien no ya de Kiev sino de Moscú y de toda Rus’ (convertido después en «de todas las Rusias»). Algo semejante ocurrió en el terreno civil y político. Iván III el Grande (1462–1505) importó el ceremonial y las insignias bizantinas, proceso que culminaría después Iván IV el Terrible (1553–1584), que se convirtió en el primer zar de toda Rusia. Las prerrogativas y las funciones que tuvieron otrora el Imperio y la Iglesia bizantinos eran asumidas ahora por el Imperio y la Iglesia rusos. Por parte eclesiástica, la evolución culminó en 1589, bajo la regencia de Boris Godunov, con la declaración de la sede de Moscú como patriarcado, el quinto en el orden jerárquico (después de Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén). También por ese tiempo, en 1596, tuvo lugar la llamada Unión de Brest, por la que la jerarquía de Ucrania, entonces perteneciente al reino de Lituania y Polonia, para no estar bajo los polacos latinos, decidió pasar bajo la jurisdicción romana, creyendo con ello conservar su identidad ucraniana, e iniciándose con ello la Iglesia greco-católica, llamada también «uniata.» El patriarca de Moscú Nikon (1652–1666) introdujo una reforma litúrgica para acomodar más los libros litúrgicos eslavos a los griegos, cosa que provocó el rechazo por parte de un número muy considerable de fieles, capitaneados por Awakum, produciéndose un cisma (en ruso, raskol) que perdura todavía. Awakum fue condenado a la hoguera y murió en 1682. Los raskolniki se dividieron posteriormente en popovtsi (‘partidarios del sacerdocio’), que mantuvieron el sacerdocio y los sacramentos, y bezpopovtsi (‘sin sacerdotes’), quienes, creyendo que la jerarquía rusa, por sus errores, había perdido la sucesión apostólica, prescindieron del sacerdocio e incluso de casi todos los sacramentos.

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Uno de los eslavófilos, Yury Samarin, enumeró en una carta los temas de conversación en su círculo: «Solíamos discutir acerca de la relación entre la ortodoxia, el latinismo y el protestantismo. ¿Es la ortodoxia la forma intacta y primitiva del cristianismo, de la que han surgido otras expresiones superiores de religión? ¿O es la ortodoxia la plenitud inalterable de una verdad religiosa? ¿Cuál es la diferencia entre la cultura rusa y la europea? ¿Se debe empantanar cada vez más la cultura rusa por Occidente o deben penetrar cada vez más los rusos en la ortodoxia y descubrir los fundamentos de una nueva cultura universal?» Estas animadas discusiones se centraban en cuestiones que los rusos habían debatido en los siglos XVI y XVII, cuando la creencia de que Moscú era la tercera Roma había originado el cisma dentro de su Iglesia. Otra vez aparecieron dos partidos. Los occidentalizantes negaban la originalidad de la cultura rusa. Se hallaban convencidos de que su país estaba atrasado y necesitaba aprender sabiduría y conocimiento técnico de Occidente. No creían que la Iglesia ortodoxa tuviese ningún mensaje. Por otra parte, los eslavófilos eran cristianos practicantes que estaban firmemente convencidos de que la Iglesia ortodoxa había conservado la plenitud original de la revelación cristiana. Roma, con su excesivo énfasis sobre la autoridad, y el protestantismo, con su excesivo acento sobre el individualismo, representaban típicamente para los eslavófilos los defectos de la civilización europea del siglo XIX, con su egoísmo, agresividad y convencimiento de su propia virtud. Los eslavófilos pensaban que el reconocimiento de un sentido de comunidad era esencial para un orden social y político más equilibrado. Eran desterrados por la mayoría de sus contemporáneos, y ridiculizados como excéntricos; pero su obra tuvo un valor permanente y condujo al renacimiento espiritual y cultural que tuvo lugar en Rusia en la víspera de la revolución comunista. La principal figura y la mente más original entre los eslavófilos fue Alejo Stepanovich Khomiakov. Alejo Khomiakov (1804–60)

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La más vigorosa de todas las comunidades ortodoxas era la serbia, que llegó a Austria a finales del siglo XVII como aliada de guerra contra los turcos, y que, por lo tanto, había retenido facilidades de culto e instrucción que eran negados a otros miembros de la Iglesia ortodoxa. Tenía su propio seminario en Karlovci, y esta pequeña ciudad, no lejos de las fronteras serbias, se convirtió en centro de su vida cultural y religiosa. Hacia finales del siglo, los ortodoxos en Hungría y Austria adquirieron una apariencia de civilización occidental, pero se hallaban más apartados de su tradición original que sus compatriotas menos educado de los Balcanes, quienes lucharon con éxito por la libertad política de formar su propio destino. La «Intelligentsia» Rusa y la Iglesia Ortodoxa La derrota que sufrió el Imperio Ruso durante la guerra de Crimea (1853–55) desacreditó el orden militar y burocrático que Nicolás I había impuesto (1825–55) a la nación rusa durante treinta años. Terminó, por fin, su rigidez artificial, y su hijo y sucesor, Alejandro II (1855–81), inauguró reformas liberales, siendo la más importante la emancipación de los siervos en 1861. Este retardado cambio de la estructura social del Imperio Coincidió con la aparición de la intelligentsia, fenómeno sin paralelo en la vida de otras naciones. La intelligentsia rusa no era ni una clase social, ni una élite intelectual, ni un partido político. Contenía gentes de todas las clases, de diferentes niveles de educación, de ideas políticas opuestas, pero con ciertos convencimientos fundamentales, que se pueden resumir bajo tres denominaciones: que la injusticia que sufrían los campesinos era un pecado nacional y que la minoría privilegiada era moralmente responsable de él; que la autocracia era un mal que causaba retraso económico y desigualdad social y, por lo tanto, se le debía dar fin; y que las teorías políticas y filosóficas radicales de Occidente, si se aplicaban a Rusia, podían producir mejoras inmediatas en todas las esferas de la vida. Se aceptaban estos principios con un fervor religioso que venía de la ascendencia cristiana de la mayoría de la intelligentsia aunque el ateísmo y el materialismo eran considerados como señales de una visión progresiva. Estos entusiastas rusos del radicalismo y socialismo europeos identificaban a Europa con la irreligión.

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Durante los dieciséis años siguientes vivió allí en reclusión y pobreza como un simple monje. Esta huida del mundo y sus conflictos no significaba que se había desentendido del sufrimiento de la humanidad. Al contrario, San Tikón se dedicó al servicio de todos los necesitados de ayuda y consejo. Mantuvo una gran correspondencia y escribió varios libros de devoción, en los que libremente incorporaba los elementos del cristianismo occidental que le resultaban compatibles con la ortodoxia rusa. Su amor, humildad y paciencia le granjearon el profundo afecto de muchos discípulos y admiradores. Incluso durante su vida le veneraban como hombre santo, y le canonizó la Iglesia rusa en 1861. El padre Zosima de Los hermanos Karamazopv, y todavía más el obispo Tikón en Los endemoniados < 14 , nos dan el retrato que hizo Dostoievsky de este santo ruso y demuestran el impacto que tuvo San Tikón en los más grandes novelistas de Rusia. Paisy Velichkovsky nació en Ucrania en 1722. Ingresó en la Academia Teológica de Kiev, pero le desagradaba su escolasticismo y anhelaba la tradición patrística ortodoxa. Se marchó de Kiev y se hizo monje en el Monte Atos, el hogar de la ortodoxia pura. Allí inició su gran obra de traducir al ruso los clásicos griegos sobre el ascetismo y la contemplación. Reunió un gran número de antiguos manuscritos y se los llevó a Moldavia, donde, en 1779, fue elegido abad del monasterio de Niamez. Allí, hasta el final de su vida, trabajó día y noche en traducciones, rodeado de un creciente número de fieles discípulos. Puso a disposición de la Iglesia rusa la experiencia de los grandes místicos orientales. Muchos de estos escritos nunca habían sido traducidos con anterioridad, otros sólo podían encontrarse en raros manuscritos antiguos. Uno de sus libros, llamado Dobrotolubie, que contiene extractos de los escritos de los Padres orientales sobre la oración, adquirió especialmente una gran popularidad 15 . Se convirtió en manual de instrucción en el arte de vivir cristianamente y ayudó a muchos rusos a llevar una mejor vida cristiana.

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En esta forma pacifica y paulatina en doscientos años llegaron desde el Volga al Pacifico, respetando a los aborígenes. Todavía se conservan con sus propias culturas e idiomas pequeños grupos étnicos (las mas pequeñas de alrededor de 400 individuos), que tienen acceso a la civilización moderna. Campesinos desmontaban para efectuar plantaciones. Artesanos dieron comienzo al ulterior desarrollo de la industria rusa. Misioneros, predicando la fe cristiana, contribuyeron a fortalecer la Iglesia de Rusia ortodoxa, punto de unión y de sostén para los creyentes. Las múltiples caravanas comerciales, que transitaban por mar, tierra y sobre todo ríos (en verano con barco, en invierno con trineo), recorrían el país, llevando a todas partes sus mercancías y establecían lazos de unión entre los puntos más alejados. Los guerreros rechazaban los ataques enemigos. Todos ellos cooperaron para el desarrollo de la santa madre – Rusia. Los soberanos rusos unían y administraban, procurando aumentar el bienestar de sus súbditos y la grandeza de su tierra. No hay duda, que el gobierno y el pueblo de Rusia cometían faltas. Pero dónde no? ¿En qué país existen gobernantes y habitantes que no las cometan? Y si la crítica puede ser severa, no debe transformarse en calumnia. Un rasgo típicamente ruso es el profundo sentimiento religioso. El alma de este pueblo es principal y basicamente cristiana. Así el «Vae Victis»: «Ay de los vencidos» de los Romanos paganos se puede contraponer al lema popular ruso: «al caído no se le pega.» El juramento mas solemne era. «Que me avergüence, si no cumplo.» La Rusia meridional era un baluarte cristiano, rodeado por paganos; los nómadas de las estepas atacaban con frecuencia a la Rus’ de Kiev. En el año 1203 los Pólovtsi, una tribu nómada asiática, devastó a la capital y según un cronista: «una gran desgracia castigó a la tierra rusa, una desgracia, como no las había habido desde su cristianización.» Los primeros sacerdotes y obispos eran griegos y las relaciones con el Imperio Bizantino se hicieron muy cordiales. La Rusia de Kiev prosperó y se ha convertido en una poderosa nacion.

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Historia de la Iglesia Rusa Скачать epub pdf Parte I: Historia laica. Por Vladimiro Belikov Prefacio El desconocimiento de la historia rusa y de las cifras concretas de su desarrollo espiritual, industrial y económico constituye una de las principales causas del éxito de juicios erróneos sobre Rusia en Occidente. Los acontecimientos históricos, como aquellos que demuestran que después de la victoria sobre Napoleón, Rusia fue durante cuatro décadas la primera potencia Europea, han sido completamente olvidados. Más aún los eslóganes de la propaganda soviética, que dicen que la industrialización de Rusia es obra exclusiva de ellos, se aceptan sin crítica alguna, a pesar que el mismo Lenin en su obra «El Desarrollo del Capitalismo en Rusia» 1897 manifiesta el alto grado de industrialización del Imperio Ruso ya a fines del siglo XIX. Esta obra de Lenin no se publicó en Asia y tiene poca circulación en otros países; precisamente porque demuestra con cifras el alto grado de desarrollo existente en Rusia, y echa por tierra la tesis comunista favorita de que, antes de llegar ellos al poder, Rusia era un «estado agrícola retrógrado.» Parecería tarea imposible abarcar la milenaria historia de su desarrollo en pocas páginas; pero nosotros no pretendemos tal cosa: hablaremos solamente de los principales hechos, y de como de los pequeños principados hostigados y duramente atacados, se formó, gracias a la religión Cristiana Ortodoxa, a la iniciativa de los dirigentes y a la acción del pueblo, un poderoso Imperio. Los primeros tiempos Los eslavos poblaron desde tiempos inmemoriales los Montes Carpatos, y se extendieron en todas direcciones. 1) Rusia de Kiev y Novgorod estaba rodeada por territorios, poblados con tribus nómadas. 2) En las orillas del Mar Negro los griegos vivían en colonias, comercializaban y cambiaban sus productos: vino, telas finas, armas etc. contra granos, cueros, miel y otros y competían con los pobladores de principados rusos agricultores y ganaderos, con quienes firmaban tratados comerciales. Estos fueron los primeros actos de la diplomacia del pueblo ruso.

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Los metropolitas rusos, tanto si eran griegos como si eran búlgaros, de la Rusia occidental (ucranianos) o de la Gran Rusia, siguieron el precedente que había sentado el metropolitano Kírill: pasaban la mayor parte del tiempo junto a los grandes príncipes de Vladimiro, y se trasladaron a Moscú cuando éstos la eligieron como su capital en el siglo XIV; no obstante, Kiev siguió siendo la sede titular de los metropolitas. El Patriarcado de Constantinopla era muy reacio a dividir la Iglesia rusa nombrando metropolitas independientes para los territorios rusos anexionados a Lituania y Polonia, algo que exigían los grandes duques de ambas naciones, amenazando a Bizancio con la posibilidad de hacer que sus súbditos se convirtieran al catolicismo latino. En ocasiones, Bizancio cedió a las presiones y hubo un número de casos de metropolitas independientes de Galitzia (Halicz) y Lituania (Novgorod) que aparecieron de manera fugaz a comienzos del siglo XIV, pero por regla general, Bizancio prefirió ver una Iglesia rusa única y unificada, cuyo metropolitano de Kiev residiera en Moscú. Resulta evidente que el Patriarcado ecuménico reconocía que en Moscú residía el mayor potencial ruso de autoridad y de firmeza en la fe. Fue también éste el período en que las ideas hesicastas llegaron a Rusia desde Grecia y produjeron una renovación espiritual que se expresó en los mayores logros de la iconografía rusa; la renovación monástica y una nueva ola de traducciones del griego, representadas fundamentalmente por figuras tales como los pintores de iconos Teófanes el Griego y san Andrés (Rublev), el maestro espiritual san Sergio de Rádonezh, y los escritores Epifanio el Sabio y Pacomio el Serbio, por nombrar tan sólo a unos pocos. Beato Sergio de Radonezk. A mediados del siglo XIV se fundó el gran monasterio de Troitse Serguievskaia. Su fundador el beato Sergio (en la vida mundana Bartolomé), era hijo de boyardos de Rostov, Cirilo y María, quienes se trasladaron a vivir más cerca de Moscú en Radonez. A los 7 años, Bertolomé comenzó sus estudios. Con mucha ansiedad deseaba el aprendizaje, pero ello no le resultó fácil. Apenado por esto día y noche pedía al Señor abrirle el aprendizaje de los libros. Cierta vez buscando en el campo caballos perdidos, vio debajo de un roble un desconocido anciano vestido de negro. El monje rezaba. El joven se acercó y relató su pena. Con atención escuchó al joven, y el anciano comenzó a rezar..por su ilustración. En tanto tomando un cofre, tomó un trozo de prosforá y bendiciendo con él a Bartolomeo, dijo: «Toma, joven y cómelo, – esto se te da como emblema de la benevolencia Divina y el entendimiento de las Sagradas Escrituras.» Bendición ésta que obtuvo el joven: el Señor le dio inteligencia, memoria y el joven comenzó a adquirir fácilmente la sabiduría de los libros.

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Muchos provenían de círculos clandestinos de estudio religioso o filosófico (tanto los grupos como sus miembros habían sido acosados por el KGB), o llegaban gracias al ministerio pastoral del padre Alexander Men, un pastor excepcional para los intelectuales, asesinado horriblemente en 1990. Era de ascendencia judía y atrajo al cristianismo, incluso literalmente, a miles de judíos rusos. La fe de estos neófitos ha estado sometida a prueba y tienen mentalidad misionera. Las comunidades de Men y otras semejantes cuentan al menos con siete parroquias en Moscú y sus alrededores. Todas ellas son muy activas, con programas de formación religiosa, preparación de catequesis y catequistas, programas caritativos, todos ellos muy bien elaborados y comprometidos. Todas estas parroquias tienen comunidades numerosas, formadas en buena parte por intelectuales y con una buena proporción de jóvenes. Mantienen relaciones y contactos cordiales con los cristianos de Occidente y tienen una orientación ecuménica. Son objeto de un odio irracional por parte de las «hermandades» politizadas, nacionalistas extremistas (nacionalistas, bolcheviques nacionales, y fascistas) y por parte del clero más conservador, que las acusa de difundir la «herejía ecuménica.» Se las ataca con especial saña por el uso creciente que hacen de la lengua rusa en las celebraciones litúrgicas (especialmente en las lecturas de la Sagrada Escritura). Por alguna razón, los conservadores afirman que utilizar el ruso hablado en las celebraciones litúrgicas equivale a traicionar las tradiciones de Cirilo y Metodio. En realidad, utilizar la lengua de hoy día está en conformidad con el apostolado eslavo de los santos hermanos: utilizaron la lengua eslava para que los eslavos pudieran entender la celebración. Cuando deja de entenderse el lenguaje, recurrir a la lengua actual es precisamente continuar la misión de los santos Cirilo y Metodio. El futuro de la Iglesia Rusa y de una verdadera rehabilitación espiritual de la nación (si es que la hay, Dios lo quiera) depende de estos sacerdotes inspirados y de sus parroquias.

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A esa explicación, a pesar de ser totalmente falsa, les daba pie el llamado Sínodo de Karlovcí de la Iglesia Rusa en el Exilio , formado por un grupo de obispos, sacerdotes y laicos que habían emigrado con los ejércitos blancos y habían recibido la hospitalidad de la Iglesia ortodoxa servia, instalándose en la ciudad servia de Karlovci. Al mismo tiempo que se declaraban parte del Patriarcado de Moscú y hacían públicas sus declaraciones con el encabezamiento «Con la bendición del Santo Padre el patriarca Tijón...,» apelaron a la Conferencia de Génova de 1922 para que se lanzara una cruzada contra el bolchevismo... Aunque el patriarca no tenía nada que ver con aquella organización eclesiástica e incluso les dio órdenes para que se dispersaran, el gobierno soviético aprovechó las pretensiones de los Karlovci para decir que hablaban en nombre del patriarca y justificar así la persecución de la Iglesia ortodoxa rusa, alegando que estaba en connivencia con los de Karlovci. Para demostrar que las persecuciones tenían una motivación política y no religiosa, los soviéticos necesitaban una «Iglesia ortodoxa» paralela que apoyara activamente al régimen y fuera una prueba de su «tolerancia» religiosa. Efectivamente, nada menos que desde 1905 existía un grupo considerable de clérigos que exigían reformas radicales de la Iglesia, su intervención en el ámbito del «cristianismo social,» la separación de la Iglesia y el Estado y la restauración de los obispos casados, protestando contra el monopolio monástico de la Iglesia, lo cual hacía que muchos clérigos indignos aceptaran la tonsura para hacer carrera y cuya vida posterior nada tenía que ver con el auténtico monaquismo. El grupo adoptó el nombre de Movimiento por la Renovación de la Iglesia. Después de las revoluciones de 1917 reaparecieron grupos con nombres distintos, pero cuyas ideas reformistas eran parecidas e incluso más radicales. De entre ellos, los que eran sinceros solían ser cristianos con una orientación política socialista, otros no eran más que oportunistas que halagaban a sus señores del Kremlin. La mayoría de ellos nada tenían que ver con el movimiento de 1905, pero utilizaban el mismo nombre y buscaban sus mismos objetivos. Además, estaban a favor de la colaboración activa con el nuevo régimen en nombre, según decían, de la justicia social, y consideraban que su ateísmo militante era un fenómeno transitorio provocado por la estrecha asociación de la mayor parte de las religiones con las instituciones burguesas del pasado.

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