Guinones Русский перевод Париж. от 10 августа 1918 года в 9.46 ч. Мадрид С.С. от 10 августа 1918 года в 19 ч. Временному Поверенному в делах Испании Государственному министру Генерал Gourco в качестве президента " Союза русских патриотов России друзья согласия (?) " прислал мне письмо , в котором говорится, что члены указанной ассоциации ответственно меня попросили передать Его Величеству Королю, моему Государю Августо (Суверену), выражая свою горячую благодарность за принятую инициативу Его Величеством, с концом ( в порядке, окончательно) освободить Императорскую семью России, пленников угнетателей прав и справедливости " . Подмигивает. Примечание: Василий Иосифович Гурко (Ромейко-Гурко) (8 (20) мая 1864 года, Царское Село, Российская империя — 11 февраля 1937 года, Рим, Королевство Италия) — российский генерал от кавалерии; автор ряда книг. Монархист. Весной 1917 года был командующим войсками Западного фронта русской армии. 21 июля 1917 г. он был арестован за переписку с бывшим императором Николаем II и помещён в Трубецкой бастион Петропавловской крепости, но вскоре освобождён. А 14 сентября 1917 г. В. И. Гурко был уволен со службы и при содействии британских властей через Архангельск он прибыл в Англию. Затем он перебрался в Италию. Здесь В.И. Гурко активно участвовал в Русском общевоинском союзе (РОВС). Читать дальше на странице: http://www.rosimperija.info/post/2449 http://www.rosimperija.info/post/2449 ТЕЛЕГРАММА # 110 от 14.08.1918 года San Sebastian 15 fe Agosto de 1918 El Ministro del Estado Al Minictro de Espana En El Haya Numero 110. Gobierno Su Majestad envio a Representante de Espana en Petrogrado instrucciones qpara gestion referente traslada Familia Imperial rusa. De estas indpstrucciones ha dado conocimiento a los Gobiernos euripcos ? tanto beligrperantes? como neutrales , y esta dispuesto a ace aceptar toda colaboracion que pueda contribuir a facilitar el humanitario fin persegaido? por Su Majestad el Rey, por lo cual vera con gusto apoye sus gestiones el Gobierno halandes .

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En todos estas estados independientes empezó la persecución a los rusos, sobre todo en las repúblicas Caucásicas y Bálticas (que se jactaban de ser mas democráticas y culturalmente superiores). También las asiáticas no se quedaron atrás, pero en menor grado. El Gobierno de la Federación Rusa no hizo absolutamente nada para proteger a sus compatriotas. En su tiempo, los dirigentes soviéticos por razones demagógicas fomentaban el desarrollo de la industria, instrucción y progreso en las repúblicas periféricas, a costa del centro de Rusia, mandando grandes contingentes de técnicos e intelectuales rusos, (además de los oriundos de estas comarcas), para quienes se construían escuelas especiales y universidades. En Kazajstan, donde la población étnica rusa asciende al 61% de la totalidad, esta prohibido cualquier empresa o entidad cultural rusa. Aun hoy (año 2000) existe el apartheid contra la población rusa, (que es incluso mas despiadada, de la que se hacía antes contra los negros en Sudáfrica). Las Organizaciones de los Derechos Humanos, así como también el resto de Europa permanecen indiferentes a esta situación, ante la cual el gobierno actual de Rusia no toma ninguna medida de reciprocidad. Sin excepción en las repúblicas asiáticas, caucasianas y bálticas las leyes discriminan a la población rusa, incluso a los descienden de residentes locales por varias generaciones. En cambio, los mandatarios de Rusia dan albergo a fugitivos de las contiendas locales, por ejemplo, azeries: pobladores de Azerbayjan, armenios, georgianos etc., y dejan a la propia gente rusa expulsados de sus lugares de vivienda por la mencionada discriminación, sin ayuda alguna, acampados a lo largo de ferrocarriles y carreteras, careciendo de trabajo, vivienda, víveres y atención medica. Mientras tanto, (año 2000) hasta en la propia Moscú casi todo el comercio incluyendo el inmobiliario, alimenticio y la medicina, esta en manos de asiáticos y de caucasianos, chechenos y azeries. Se calcula que en Moscú actualmente viven mas de un millón y medio de azeries, y mas de ochocientos mil chechenos.

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Con el zar Pedro I el Grande (1682–1725) la organización eclesiástica sufrió un gran cambio, puesto que fue suprimido el patriarcado en 1721 y la Iglesia rusa fue desde entonces gobernada por un sínodo que, en realidad, era un órgano burocrático en el cual el zar estaba representado por un procurador superior. Este período sinodal de la Iglesia rusa duró hasta 1917. Paradójicamente fue una época floreciente de la Iglesia rusa. En ese tiempo se difunde la Filocalía, por obra de san Paisy Velichkovsky; es un tiempo de renacimiento monástico: san Serafín de Sarov, el centro monástico de Optina Pustin, visitado por intelectuales y literatos como Dostoievsky, Gógol, etc.; de los startsí, del movimiento eslavófilo, etc. En ese tiempo la Iglesia rusa conoce también una importante expansión misionera. Mientras tanto, en la segunda década del siglo XIX, Grecia se libraba del yugo turco y la Iglesia podía volver a desarrollar con plenitud y normalidad su vida y su misión. Los siglos de dominación turca hicieron que la actividad teológica de la Iglesia griega quedara muy reducida y sin repercusión notable. El pensamiento teológico durante este largo período hay que buscarlo, como hemos insinuado, en la Iglesia rusa. Por lo que a ésta se refiere, en 1917, durante el gobierno de Kerensky, fue restablecido el patriarcado de Moscú, que sufrió una nueva interrupción, desde la deposición del patriarca Tijon, por su oposición al régimen soviético, hasta que el mismo régimen permitió, en 1943, la elección patriarcal de Sergio, quien ejercía las funciones de locum tenens. Pero ahora fue la Iglesia rusa quien no pudo hacer oír su voz ni comunicar su pensamiento durante todo el período comunista. No es aquí el lugar de esbozar la difícil situación de la Iglesia, las persecuciones que sufrió, las relaciones, a menudo de connivencia, con el gobierno soviético y las consecuencias que todo ello trajo consigo, como la creación de nuevas jurisdicciones en Occidente. Todo ello es ampliamente considerado más adelante, en la contribución de D. Pospielovsky. Interesa sólo destacar, como diremos en otro momento, que el pensamiento teológico de la Iglesia Ortodoxa rusa hay que buscarlo en la emigración hacia Occidente. Con la caída del comunismo, la vida eclesiástica en los países de la Europa del Este se va renovando y normalizando.

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Ponomareva M.:  Mijaíl Vitalyevich, Usted ha dicho de que Usted efectua investigaciones no sólo sobre la historia de la Iglesia Ortodoxa Rusa, sino que también y de las demás Iglesias ortodoxas. ¿Cree usted que existe una diferencia sustancial entre la trayectoria histórica de la Iglesia Ortodoxa Rusa y las demás Iglesias Autocéfalas? Shkarovsky M.V.:  Cada una de las Iglesias Ortodoxas tiene sus propias características. Si se toma por ejemplo a la Iglesia de los Balcanes, se debe tener en cuenta que ésta varios siglos estuvo bajo el yugo otomano. Además, es preciso recordar, que debido a que estos países habían pertenecido al Imperio Otomano, de hecho, hasta la segunda mitad del siglo XIX, y algunos incluso hasta el comienzo del siglo XX, todo éso dejó una gran huella en sus tradiciones y en los diferentes aspectos de sus vidas. No voy a detenerme en éso, pero, el desarrollo de estas Iglesias, en el siglo XX, en mucho difiere del desarrollo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, ya que en el período soviético esta fue sometida a una severa persecución por varias décadas. Una gran cantidad de nuevos mártires aparecieron en muchas Iglesias Ortodoxas Autocéfalas, pero, en ninguna de ellas hubieron tantos reprimidos, fusilados, víctimas por su fe, como hubieron en la Iglesia Ortodoxa Rusa. Aunque, sin embargo, hubieron realmente Iglesias que fueron sometidas a severas persecuciones, a lo mejor, sobre todo, la Iglesia Ortodoxa de Albania, que fue totalmente prohibida en la década de los años 60. Debido al poco número de la feligresía, la trágica experiencia de esta Iglesia, aunque no fue por mucho tiempo, bien podría ser comparado con lo experimentado por la Iglesia Ortodoxa Rusa. Hubieron Iglesias que sufrieron durante la ocupación alemana, así como la Iglesia Ortodoxa Rusa y Griega: ellas tuvieron que sufrir las represiones por parte de los ocupantes alemanes, mientras que el gobierno de los países, de donde eran estas Iglesias, colaboraba con la Alemania nazi, por ejemplo, en Bulgaria y en Rumania.

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En el siglo XIX, después de que tuvo lugar el matrimonio entre el rey Guillermo II con la princesa rusa Anna Pavlovna, en el Palacio Real de La Haya apareció una capilla ortodoxa, que en Holanda la llamaban " La Iglesia Rusa " . Se han conservado evidencias de que esta capilla fue una fuente de inspiración y el lugar donde los holandeses conocían la tradición ortodoxa del pueblo ruso.   A.H.:  ¿Y cuánta parroquías hay ahora en el país?   Diác. M. Bakker:  Hoy en día en Holanda hay tres monasterios ortodoxos y 27 parroquias ortodoxas de las difenrentes Iglesias Autocéfalas: de Rusia (Patriarcado de Moscú y de la Iglesia Rusa en el extranjero), de Bulgaria, de Serbia, de Constantinopla y de Rumanía. El comienzo de la amplia difusión de la Ortodoxia en Holanda fue para los años 40, cuando dos monjes católicos, Jacobo Akkersdeyk y Andrián Korporal, fueron aceptados en la Iglesia Ortodoxa. Más tarde ellos fundaron una parroquia ortodoxa en La Haya y un monasterio en nombre de San Juan Bautista. Nosotros tenemos tres monasterio abiertos: el monasterio femenino en Asten en honor de la Natividad de la Santísima Virgen María, fundado en 1989; el monasterio masculino (desde 1999) en Himmelume de San Nicolás de Myra, y el monasterio antes mencionado en La Haya. Este último fue fundado al principio como monasterio masculino bajo la jurisdicción de la Iglesia Rusa en el extranjero, pero ya desde 1974 ha funcionado como monasterio femenino bajo la jurisdicción de la Iglesia Ortodoxa Rusa (Patriarcado de Moscú). En agosto de 1972, cuando Jacobo (Akkersdayk), obispo de La Haya, se pasó a la jurisdicción de la Iglesia Ortodoxa Rusa (Patriarcado de Moscú), se crea la diócesis de La Haya y los Países Bajos del Patriarcado de Moscú, que es encabezada por el arzobispo de Bruselas y Bélgica, Simón (Ishunin).   A.H.:  ¿Y cuándo fue establecida en Ámsterdam su parroquia?   Diác. M. Bakker:  Nuestra parroquia de San Nicolás ha existido desde 1974. Su fundador se considera un pequeño grupo de creyentes ortodoxos, que decidió consagrar la parroquia a San Nicolás, quien, por cierto, es el santo patrón de Ámsterdam.   Al principio los servicios religiosos se celebraban en una antigua capilla de la iglesia católica. Desde diciembre de 2006 nuestra parroquia está localizada en el territorio del que fue un antiguo monasterio católico de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Ya los habitantes del sitio holandés de Jordán, en el centro de Ámsterdan, están acostumbrados a los sonidos de los cantos ortodoxos. Ellos miran con interés las procesiones religiosas que son organizadas por nuestra parroquia en los días de las grandes fiestas ortodoxas.

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Filareto era un hombre frágil, de retraída disposición, pero con una mente tan brillante, que dominaba toda la escena rusa y nunca se prescindía de él al tomar una importante decisión sobre cualquier problema eclesiástico. Fue ordenado obispo en 1817 y cuatro años más tarde le trasladaron a Moscú. Este nombramiento le proporcionó un puesto permanente en el Sínodo, aunque mientras desempeñó el oficio de procurador el general Protasov (1836–55), no invitaron a Filareto a las sesiones del Sínodo. Pero incluso durante esa época le pidieron su opinión, que a menudo influyó crucialmente en las decisiones del Sínodo. Bajo el gobierno de Protasov, la Iglesia rusa tuvo que guardar silencio. Ese enérgico oficial de caballería fue nombrado por el riguroso Zar para que se cuidara de los asuntos eclesiásticos y mantuviera a los obispos dentro de la debida subordinación. El ideal de Protasov era la uniformidad y la obediencia. Trató de copiar la disciplina romana y uno de sus proyectos era declarar auténtico el texto eslavo de la Biblia, a imitación de la actitud romana hacia la Vulgata. Filareto era demasiado cauto para oponerse abiertamente al todopoderoso procurador, pero sus comentarios cuidadosamente formulados sobre ésta y otras propuestas similares fueron tan cortantes, que el general tuvo que renunciar a algunos de sus planes predilectos. Filareto era teólogo nato; su gran dedicación a la lectura le convertía en el principal teólogo de la Iglesia rusa, pero se abstuvo de escribir libros, y únicamente sus sermones impresos nos dan a conocer el vigor de su original pensamiento. Dejó también varios volúmenes de cartas, muchas de las cuales contienen sus juicios sobre problemas de la administración eclesiástica. Su sabiduría eleva sus opiniones al nivel de pronunciamientos autorizados que expresan el verdadero criterio de la Iglesia rusa. La Iglesia rusa no careció nunca de hombres que considerasen la obra misionera como su vocación, pero el cisma del siglo XVII y el opresivo control estatal del Imperio de San Petersburgo fueron desfavorables para tal obra, que declinó durante algún tiempo.

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Se debe también sacar lección de la inexitosa experiencia de la participación de la Iglesia Rusa en la actividad política del estado, que tuvo lugar en el siglo XX. Otra lección es la experiencia de democratización de la Iglesia. Una etapa muy importante en este sentido fue el Concilio Local de toda la Iglesia Ortodoxa Rusa en los años 1917-1918, que no terminó con su trabajo, pero que pontencialmente hizo mucho para una posible democratización y para el desarrollo del principio conciliar. Desafortunadamente, esta experiencia ha sido en gran parte perdida, y ahora sobrevive sólo con gran dificultad. Creo que en este sentido, la Iglesia Ortodoxa Rusa tiene mucho por hacer. Ponomareva M.:  Algunas de sus obras están dedicadas a la historia de la misión de la Iglesia Ortodoxa Rusa. ¿Cuáles han sido los triunfos de esta misión? ¿Cuáles han sido las causas de los fracasos? Shkarovsky M.V.:  Básicamente, yo he estudiado la historia de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el siglo XX. Dentro del país, en este tiempo, el trabajo misionero tenía  grandes dificultades. Una masiva actividad misionera fue posible sólo en algunos períodos muy cortos de tiempo, especialmente durante la Gran Guerra Patria, y sobre todo en los territorios ocupados. Aquí el campo para la actividad misionera era bien amplio, y, en principio, fue coronada con un gran éxito. Esta actividad no sólo es bien conocida por la misión ortodoxa de Pskov. En Belarús, en Ucrania, y en otras zonas ocupadas, se abrieron alrededor de 10.000 iglesias ortodoxas, y un número significativo de la población local volvió a la fe de nuevo. Sin embargo, este periodo fue corto. En lo que se refiere a la obra misionera en el extranjero, pues, aquí, en el siglo XX, en general, fue única, ya que en el extranjero resultaron encontrandose toda una pléya de de prominentes teólogos rusos, misioneros, predicadores. Más de dos mil clérigos se fueron en la primera ola de emigración, entre ellos, más de 40 obispos, muchos de ellos jerarcas prominentes. Como resultado se continuó la actividad de las misiones rusas, que había tenido inicio antes de la revolución, en particular, la china, coreana, japonesa, americana, la de Jerusalén y la de Urminsky, en Persia (Irán), aunque también surgieron nuevas misiones en países donde nunca antes habían existido, por ejemplo, en la India, e incluso en algunos países europeos: Eslovenia, Eslovaquia.

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Un tema interesante es el de las relaciones de estas Iglesias con la emigración de creyentes de la Iglesia rusa. Algunos de sus representantes tenían una amplia experiencia de interrelación y cooperación fructífera con las Iglesias Autocéfalas, especialmente en Yugoslavia y en Bulgaria. En esos estados, la emigración de la iglesia rusa no sólo se estableció, sino que  hizo una contribución muy significativa al desarrollo de la teología, a la reactivación de la vida monástica (como por ejemplo en Yugoslavia), en el desarrollo de la vida parroquial, y por lo tanto,  hubo un acercamiento entre las tradiciones de Rusia y, digamos, con las de Bulgaria, de Serbia. En estos países, la interrelación con la emigración de la iglesia rusa, en los años 20 – 30, fue muy intensa. Pero, al mismo tiempo, en Rumania y Grecia, por ejemplo, esto no fue así, ya que estos países se negaron a recibir una cantidad significativa de emigrantes rusos. Particularmente negativa fue la relación hacia los representantes de la emigración rusa en Rumania, incluso, tuvieron lugar algunos conflictos. Debido a que Moldavia fue anexada, en Rumanía surgió hasta toda una red de comunidades secretas rusas, que fueron sometidas a una severa persecución, ya que se les obligaba a pasar del idioma eslavo eclesial al rumano, así como también, del calendario juliano al nuevo calendario juliano, y sobre esta base hubieron represiones en masa contra el clero ortodoxo, que no quería cumplir con estas exigencias. Qué es lo que quiero decir: los caminos del desarrollo histórico de las distintas Iglesias Autocéfalas fueron bastante diferentes, lo que a su vez, en los años 60, se manifestó en una actitud distinta hacia el movimiento ecuménico y  del paso al “nuevo calendario juliano”. El idioma eslavo eclesial, por ejemplo, en escala significativa sólo se conserva en la Iglesia Ortodoxa de Serbia, etc. Se puede hablar mucho sobre este tema... Ponomareva M.:  ¿Cree Usted que la historia de la Iglesia Rusa ha sido estudiada a fondo en el mundo? ¿O todavía existen lagunas?

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En el campo propiamente teológico cabe destacar la figura del metropolitano Filareto de Moscú (Filareto Drozdov , 1782–1867), que marcó la teología ortodoxa de todo el siglo. Fue monje de la laura de la Santa Trinidad (en Serguei Posad), profesor y rector de la Academia teológica. Consagrado obispo, ocupó las sedes de Revel (Tallinn, 1817), Tver (1819), Jaroslavl (1820) y Moscú (1821). Estimuló el estudio y el amor por la Biblia y los Padres, cuyas traducciones promovió. Su teología se basa en el biblismo de los Padres, caracterizado por el paralelismo entre Palabra y Eucaristía, fecundadas por la epíclesis litúrgica. El conocimiento de la Tradición le ayuda a formular la función del carácter eclesial de los creyentes en el conjunto de la historia de la salvación. La unidad de la Iglesia, para Filareto, es misteriosa: exteriormente se afirma en la profesión de la misma fe y la celebración de los mismos misterios. Escribió un Catecismo cristiano de la Iglesia ortodoxa católica greco-rusa de Oriente, que, en ediciones posteriores, apareció con el título Catecismo aumentado (anteriormente había publicado extractos de la obra con el título de Breve catecismo), que conserva su valor y ha tenido reimpresiones modernas (Jordanville 1961). Macario Bulgákov (1816–1882) fue un fecundo manualista; una obra suya fue traducida al francés: Introduction a la théologie orthodoxe (1857). Escribió también un Curso de teología ortodoxa, en 6 volúmenes, que resumió después, para uso de los seminarios, en un Manual para el estudio de la teología dogmática cristiana ortodoxa. Su obra, un verdadero repertorio de citas bíblicas y patrísticas, está falta de sentido dogmático. Con estos manuales o tratados, Bulgákov respondía a la petición del procurador laico del Santo Sínodo, Nicolás Protásov, quien al mismo tiempo hizo reimprimir las Confesiones de fe anteriores, de Pedro Moghila y de Dositeo. d) El movimiento eslavófilo. Pero el siglo XIX ruso está también marcado, y de modo muy especial, por el fenómeno del movimiento eslavófilo. Como reacción contra el racionalismo y el cosmopolitismo oc-cidentalizante del siglo XVIII, el movimiento eslavófilo, nacido en círculos intelectuales, supuso un despertar de la conciencia nacional rusa. El movimiento estaba influido por el idealismo alemán, pero visto y pensado en ruso. Propugnaba un retorno a la auténtica tradición ortodoxa rusa, la recuperación de la genuina alma rusa. Para los eslavófilos Occidente había caído en la decadencia y sólo la Ortodoxia no había sucumbido al racionalismo y al apego a las cosas materiales. Cristianos practicantes, estaban firmemente convencidos de que la Iglesia Ortodoxa había conservado la plenitud original de la revelación cristiana. No fueron bien vistos por las autoridades; se reunían en salas de tertulia y discutían, como dice en una carta Yuri Samarin, sobre la relación entre fe y razón, sobre la Iglesia y la Ortodoxia, sobre la Ortodoxia y Occidente, etc.

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La lucha entre el cristianismo y la doctrina de Lenin del materialismo dialéctico continua todavía. Los comunistas tenían la ventaja de un monopolio de la educación y podían excluir a los cristianos de todos los puestos principales, temían y desconfiaban de la libertad, y negaban a los cristianos el derecho de defender su religión mediante argumentos, y esto fue su principal debilidad. La causa cristiana sufre a causa de las restricciones artificiales impuestas a las actividades de la Iglesia, de la falta de libertad intelectual y de la exclusión, respecto de su liderazgo, de personas considerados por los comunistas como demasiado independientes. Sin embargo, su fuerza estriba en la verdad de su enseñanza, y, en cuanto se refiere a la Iglesia rusa, en la experiencia eucarística de sus miembros, que les asegura el amor divino y la realidad de su unión con el Cristo resucitado y ascendido. La Iglesia Rusa en el Exilio Los años 1918–22 fueron una época de guerra civil en Rusia. Después de la derrota militar de las fuerzas anticomunistas, tuvo lugar un gran éxodo; fueron desterradas más de un millón de personas. Estos fugitivos eran de diversas nacionalidades, credos y opiniones políticas, pero la mayoría de ellos pertenecían a la intelligentsia rusa. La dureza de la vida fuera de su propio país y la amargura de la derrota alteraron su modo ver. Muchos de ellos reconocieron la verdad de las advertencias de Vekhi, que habían predicho que el comunismo, por cuya victoria habían trabajado los rusos occidentalizados, no produciría igualdad y libertad, sino una dictadura cruel. La desilusión política ayudó a muchos a retornar a la Iglesia, que se convirtió en centro de los grupos de rusos exiliados, particularmente numerosos al principio en los Balcanes, Francia y Alemania. La generación joven de la intelligentsia había comenzado este retorno al cristianismo aun antes de la Revolución, pero el proceso se vio acelerado por la emigración. Los miembros de la Iglesia rusa en el exilio se enfrentaron con muchas tareas difíciles: podían organizar la vida eclesiástica sin interferencia política, pero se veían entorpecidos por la inseguridad, la pobreza y la degradación social; también deseaban ayudar a sus oprimidos hermanos de religión en Rusia; y se veían obligados a definir su actitud frente a los cristianos occidentales, entre quienes tenían que vivir y trabajar.

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