La escuela de Alejandría, que había llegado con Orígenes a la cima de su apogeo, conoció en el siglo IV una segunda primavera. Aun cuando en lo principal siguió el impulso y las ideas de su gran maestro, se desembarazó, sin embargo, de algunos de sus errores, usando la exégesis alegórica únicamente para fines de edificación. Hay, pues, una diferencia entre los miembros antiguos y los miembros nuevos de esa escuela. Como Arrio y otros herejes trataban por todos los medios de probar sus opiniones erróneas por la Escritura, para refutarlos, la escuela neoalejandrina adoptó, en todas las discusiones y controversias polémicas y teológicas, la interpretación histórico-gramatical de la Escritura, propugnada desde siempre por la escuela de Antioquía. El método alegórico se había mostrado insuficiente para estos fines. El orientador de esta nueva escuela fue San Atanasio , defensor de la fe contra Arrio. Sus discípulos más brillantes fueron Eusebio de Cesarea, los tres Capadocios, Dídimo el Ciego, Hesiquio de Jerusalén y Cirilo de Alejandría, protagonista de la ortodoxia en contra de Nestorio. Sin embargo, la fidelidad a los viejos principios de interpretación dio lugar a confusas especulaciones del tipo del monofisismo y del monoteletismo. La escuela de Antioquía alcanzó durante este período la cima de su fama, siendo su jefe Diodoro de Tarso. El y sus grandes discípulos, San Juan Crisóstomo, Melecio de Antioquía y Teodoro de Mopsuestia, se mantuvieron fieles a los principios de su fundador Luciano (cf. vol.1 p.433–5), quien ponía mucho énfasis en la traducción literal del texto bíblico y en el estudio histórico y gramatical de su sentido. Con todo, las tendencias racionalistas de esta escuela, que pretendía eliminar de la doctrina cristiana el elemento de misterio, llevaron a muchos de sus representantes a conflictos con la enseñanza tradicional de la Iglesia. No fue Arrio, discípulo de su fundador Luciano, el único hereje que recibió su formación teológica en Antioquía. Nestorio y Apolinar de Laodicea pertenecieron también a esta escuela exegética, lo mismo que Teodoro de Mopsuestia. Este último, sin embargo, es acreedor a un juicio más positivo que el que se le ha otorgado hasta ahora; sus comentarios bíblicos, junto con los de otros escritores de la escuela antioquena, como Teodoreto de Ciro, hacen gala de una extraordinaria habilidad exegética, tanto en la forma como en el contenido.

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En reacción contra la penetración protestante escribió Stefán Yavorsky (1658–1722). Estudió en Kiev y luego en Lvov bajo el magisterio de los jesuítas. Posteriormente fue monje y profesor de la Academia de Kiev. Obispo de Riazán (1700), fue el protector de la academia eslavo-greco-latina de Moscú. Su obra principal, Kamen viery (‘La piedra de la fe’), en doce tratados, escrita (originariamente en latín, Petra fideí) hacia 1713 y publicada sólo en 1728, una vez muerto Pedro el Grande, tiene un carácter apologético antiprotestante, para lo cual usa también argumentos de la Contrarreforma católica. Una figura importante en el campo de la espiritualidad durante el siglo xvni fue san Tijon De Zadonsk (1724–1783). Consagrado obispo sufragáneo de Novgorod (1761) y luego (1763) residencial de Voronezh, en 1768 renunció al ministerio episcopal y se retiró al monasterio de Zadonsk, a 84 km. de Voronezh, donde hubo de soportar con la máxima humildad un gran número de pruebas y desde donde irradió su santidad y su doctrina espiritual a través de sus numerosos escritos. Destacan La carne y el espíritu, el manual ascético El verdadero cristianismo (donde se inspira en el pietista luterano Johann Arendt) y El tesoro espiritual, donde desarrolla un método de contemplación de la naturaleza. Conoció La imitación de Cristo. Muchos de sus sermones fueron leídos posteriormente en las iglesias. En teología sigue a Moghila y la escuela de Kiev. Aquí, y antes de seguir adelante, podría ser útil, a modo de resumen de lo que ya vimos y de lo que seguirá, destacar algunas características generales de los siglos XVII y XVIII en el mundo ortodoxo. – La importancia de la Academia de Kiev, de donde salían los teólogos importantes del mundo eslavo, que después ejercían su influencia en Rusia. – La influencia latina en esa misma Academia. A pesar de su carácter netamente ortodoxo e incluso a veces antilatino, en dicha Academia se enseñaba en latín y con el método de la escolástica latina, que era, en general, bien conocida. La influencia latina se hacía notar, entre otras cosas, como ya hemos indicado, en la teología y la liturgia sacramental. En este punto se diferenciaban de la Iglesia griega, que se mantenía alejada de estas influencias. Es significativo el caso de los retoques de Melecio Syrigos a la Confessio de Moghila, que la hacían más acorde con la auténtica tradición ortodoxa.

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L’expansion anti-canonique du Patriarcat de Constantinople sur le territoire de l’Estonie a mené, en 1996, à la suspension temporaire de la communion eucharistique de l’Église orthodoxe russe avec le Patriarcat de Constantinople. La communion a repris par les décisions communes des Saint-Synodes des deux Églises du 16 mai 1996, selon les conditions des accords de Zurich qui n’ont jamais été respectés en intégralité par la partie constantinopolitaine. En 2018 Le Patriarcat de Constantinople a abrogé unilatéralement l’acte de 1686 signé par Sa Sainteté le patriarche Denys IV de Constantinople et le Saint-Synode de l’Église de Constantinople, confirmant l’existence de la métropole de Kiev au sein du Patriarcat de Moscou. Comme cela a été mentionné dans la  déclaration  du Saint-Synode de l’Église orthodoxe russe du 15 octobre 2018, l’Acte de 1686 n’est pas susceptible de révision, sinon « Il serait possible de révoquer tout document définissant le territoire canonique et le statut d’une Église locale – indépendamment de son ancienneté, de son autorité et de sa reconnaissance par toute l’Église ». La charte synodale de 1686 et d’autres documents se rapportant à cette question ne disent rien sur le caractère temporaire du transfert de la métropole de Kiev à la juridiction du Patriarcat de Moscou, et n’établissent pas, en outre, la possibilité d’abroger cet acte. L’absence de fondement de l’abrogation de l’acte de 1686 est soulignée par le fait qu’au niveau panorthodoxe, pendant plus de trois siècles, personne n’a jamais mis en doute l’appartenance des chrétiens orthodoxes d’Ukraine au troupeau de l’Église russe, et non à l’Église de Constantinople [lxi] . En outre, le Patriarcat de Constantinople passe sous silence le fait que la métropole de Kiev de 1686, dont Constantinople déclare maintenant le retour, ne couvrait qu’une petite partie seulement du territoire de l’Église orthodoxe ukrainienne contemporaine, qui a été formée par la suite dans le cadre de l’Église russe autocéphale.

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El significado imperial y papal de la insignia se comprende mejor puesto especialmente en relación con la basílica lateranense, la cual, dogmate papali ac simul imperiali, tiene la dignidad de ser madre y cabeza de todas las iglesias de Roma y del mundo porque es catedral del papa, obispo de Roma. La sombrilla, tejida a bandas amarillas y rojas (oro y purpura), los colores de la Iglesia romana hasta Pío VII, llegó a ser insignia característica de aquella basílica; más aún, en el uso común tomó el nombre de «basílica.» De la basílica madre pasó después a las otras como señal de honor y de preeminencia y como recuerdo, aunque un poco curioso, de la antigua grandeza de Roma y de la Iglesia. Las Iglesias Bizantinas Mientras en Roma y en Occidente se afirmaba como soberana la arquitectura constantiniana, en Oriente (Asia Menor, Siria, Egipto), al lado de ésta, surgía otra de tipo en realidad diferente. Eran construcciones de planta concéntrica, octogonales oredondas, a veces en forma de cruz, reforzadas frecuentemente por cuatro o más exedras y coronadas de una cúpula. Si bien hayan sido preferidas en Oriente, no se debe creer que nacieron allá. Los romanos fueron los creadores y propagadores de estos edificios y supieron llevarlos a un alto grado de perfección constructiva. Baste aludir al Panteón y a la basílica de Santa Constanza, en Roma, y a la de San Lorenzo, en Milán. De edificios parecidos es de donde se derivan los elementos constructivos característicos de las iglesias llamadas bizantinas por ser expresión de aquel arte que desde el siglo V al XV (1453) ha florecido alrededor de Bizancio, la fastuosa capital del Imperio de Oriente y emanación directa del espíritu y de los particulares usos litúrgicos de la Iglesia griega. El plano arquitectónico de las iglesias bizantinas comprende esencialmente una construcción en plano central cubierta por una o más cúpulas, cuyos muros de escayola o ladrillo están totalmente revestidos de mármol policromado y de mosaicos con fondo dorado. La iglesia dedicada a Santa Sofía, es decir, a la divina Sabiduría, que Justiniano hizo levantar en Constantinopía en sólo cinco años (532–537) por los arquitectos asiáticos Antemio de Tralles e Isidoro de Milesia, ha quedado como el tipo más perfecto e insuperado.

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La Société impériale orthodoxe de Palestine y travaille très activement ; elle prépare actuellement son onzième convoi d’aide humanitaire par avion depuis avril dernier, à destination des chrétiens de Syrie en détresse. Cette fois, l’aide est destinée aux habitants de la vallée des chrétiens. Le 28 juillet, à l’initiative de la Fondation Saint-André-le-Protoclite, un groupe d’enfants syriens orphelins est arrivé pour prendre du repos dans un centre de vacances de la région de Moscou. Le groupe comporte en tout 100 enfants d’âges différents. Parmi eux, on trouve des élèves de l’école-internat de Damas pour les enfants de militaires morts au combat, des enfants de l’orphelinat du monastère Sainte-Thècle de Maaloula, il y a des enfants blessés. La représentation de l’Église orthodoxe russe auprès du Patriarcat d’Antioche a pris une part active à la préparation de ce voyage. -          Que pensez-vous de la situation dans la ville irakienne de Mossoul et, plus généralement, en Irak ?   -          Ce qui est arrivé aux chrétiens de Mossoul et de Ninive en juillet est absolument monstrueux. Je rappelle qu’en Irak, sous le régime de Saddam Hussein, vivaient 1,5 million de chrétiens. A l’aide d’une intervention militaire extérieure, ce régime a été renversé, soit disant au nom de la démocratie. L’un des résultats de cette « démocratisation » a été un regain de persécution contre les chrétiens. Rapidement, ils ont été confinés à la région de Ninive, avec Mossoul pour centre, où vivaient plus de 100 000 chrétiens. Au cours des dix dernières années, à cause des attentats et des menaces proférées par les extrémistes, plus de la moitié des chrétiens de cette région ont fui. En juin 2014, des dizaines de milliers de chrétiens, craignant une agression, ont été forcés de laisser leurs maisons et de fuir au Kurdistan irakien à l’approche des terroristes de « l’État islamique en Irak et au Levant » (EIIL). Suivant nos données, environ 100 000 chrétiens se cachent au Kurdistan. Les chrétiens restés à Mossoul ou ceux arrêtés par les rebelles alors qu’ils tentaient de quitter la ville ont pour une grande part été tués. Le 18 juillet, les extrémistes ont exigé des chrétiens restés sur place qu’ils se convertissent à l’islam ou qu’ils quittent leurs maisons sans rien prendre. On proposait aussi pour la forme de payer un impôt de 450 dollars par famille, mais personne ne disposait d’une telle somme. Des signes distinctifs ont été peints sur les maisons des chrétiens, notamment l’inscription : « Ceci est la propriété de l’état islamiste ».

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cat. 16,39.40.44). P olicronio, obispo de Apamea de Siria, era hermano de Teodoro de Mopsuestia. Teodoreto (Hist. eccl. 5,40,2) le alaba como excelente pastor de la iglesia de Apamea, que «gobernó con gran acierto, distinguiéndose por la gracia de su lenguaje y por la santidad de su vida.» Cuando Teodoreto escribió estas palabras (hacia el 428), Policronio vivía todavía, pero murió entes de que los obispos se reunieran en Efeso en junio del 431. Compuso comentarios a los libros del Antiguo Testamento y hay que colocarle entre los grandes exegetas de la escuela de Antioquía. Para los fragmentos aislados que se conocen por ahora, y que se refieren principalmente a Job, Daniel y Ezequiel, tenemos que depender de las catenae. Como algunos de sus fragmentos de exégesis sobre los dos últimos profetas se encuentran en la catenae de Juan Drungarius, es muy probable que los scholia anónimos sobre Jeremías que se encuentran también allí pertenezcan igualmente a nuestro autor. Esta es, al menos, la conclusión a que llegó Faulhaber. Sigue siendo objeto de duda la identificación que hiciera Dieu de la obra de Policronio con un comentario sobre Jeremías que se conserva bajo el nombre de San Juan Crisóstomo en el Cod. Ott. 7 s.XVI y en otros manuscritos y que fue publicado por primera vez en Lyón, en 1623, por M. Ghislerius (reimpreso en PG 64, 739–1038). Por pocos que sean los fragmentos que se conservan de las obras de Policronio, bastan para probar que, al igual que su hermano, era acérrimamente opuesto a la interpretación alegórica (sobre Ez 28,2), pero estaba bien pertrechado de conocimientos históricos, cronológicos y arqueológicos para explicar el sentido literal de las Escrituras. Su exposición acusa tendencias racionalizantes, en cuanto que repetidas veces trata de interpretar las profecías mesiánicas como alusiones a acontecimientos de un futuro próximo. Si tiene esto en común con su hermano, en cambio no coincide en absoluto con él en lo que se refiere a la canonicidad del libro de Job. Policronio la defiende con fuerza. Ninguna de las citas que poseemos muestra huella alguna de nestorianismo. Su interpretación del libro de Daniel resultó tener algunos puntos de coincidencia con la del filósofo neoplatónico Porfirio, lo cual dio lugar más tarde a ciertas críticas. San Juan Crisóstomo

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La oración de ofrenda es una anáfora que consta de Prefacio, que termina en el Sanctus, oblación y narración de la Institución, invocación del Logos, intercesión en favor de los vivos, intercesión en favor de los difuntos, recitación de los Dípticos y oración por los oferentes. En esta anáfora merecen destacarse varios puntos que llaman la atención. Tenemos aquí el testimonio seguro más antiguo del uso del Sanctus en la liturgia eucarística. La transición del Sanctus a las palabras de la Institución es también típica de la liturgia egipcia más reciente. Pero es todavía más sorprendente el que, entre las palabras de la Institución que se pronuncian sobre el pan y las que se pronuncian sobre el cáliz, se inserta una oración por la unión de la Iglesia, tomada de la Didaché (9,4). Es cierto que algunas frases del Prefacio coinciden al pie de la letra con la liturgia que se conoce con el nombre de liturgia de San Marcos. Por otra parte, examinándola de cerca, es evidente que la anáfora presenta muchas particularidades propias. Algunos pasajes reflejan un colorido predominantemente especulativo y teológico, y más específicamente «gnóstico,» que no proviene de la tradición antigua, sino que representa la contribución propia de Serapión. El autor da muestras de una osada independencia, que le lleva a crear oraciones enteramente nuevas y a revisar las fórmulas cristianas antiguas. Por esta razón, su canon eucarístico, aunque de gran valor para la historia de la liturgia, es, con respecto a la tradición, sólo un testigo de segunda clase. La misma epiclesis del Logos parece también una contribución propia de Serapión. Pedro y Teófilo, patriarcas de Alejandría, atestiguan que ni Atanasio ni las liturgias de Alejandría conocieron nunca semejante invocación pidiendo la venida del Logos sobre el pan y el cáliz; pero se puede probar que depende de oraciones eucarísticas gnósticas, y de hecho presenta algunas analogías con ellas. La Carta acerca del Padre y del Hijo, que en el manuscrito sigue inmediatamente después de las treinta oraciones del Euchologion, no lleva nombre alguno. G. Wobbermin sostiene que se debe atribuir a Serapión, pero el estilo difiere del que vemos en el tratado Contra los maniqueos y en el Euchologion. La doxología con que termina la carta: «Al Dios sabio e invisible, honor y poder, grandeza, magnificencia, ahora y siempre; fue, es y será por generaciones y generaciones, por los siglos de los siglos incorruptibles y eternos. Amén,» es muy distinta de la doxología estrictamente trinitaria dirigida a Dios Cristo en el Espíritu Santo, que aparece en términos casi idénticos al final de todas las oraciones del sacramentarlo de Serapión. El autor de la carta tiene una idea confusa acerca de la tercera Persona. Siguiendo a «los santos maestros de la Iglesia católica y apostólica,» quiere probar que el Hijo es coeterno con el Padre. Probabilísimamente pertenece a una generación más antigua de adversarios de la herejía arriana.

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Cartas A la Regla de Pacomio, en la versión de San Jerónimo, siguen unas exhortaciones a los monjes y once cartas dirigidas a abades y hermanos de sus monasterios. Dos de éstas, remitidas a los abades Cornelio y Siro, están escritas en una clave que aún no se ha conseguido descifrar y que utiliza distintas letras del alfabeto griego. Las Vidas de San Pacomio. Han llegado hasta nosotros por lo menos seis biografías del famoso abad. Se conservan en copto sahídico y bohaírico, en árabe, en siríaco, griego y latín. Son de valor muy desigual. Es posible que algunas hayan sido compuestas no más de quince o veinte años después de su muerte. Se tiene la impresión de que, antes de ponerlas por escrito, algunas narraciones de su vida corrían de boca en boca en los círculos monásticos coptos. Los datos más exactos nos los proporcionan las Vita I y II, pero ni siquiera la Vita I griega es enteramente idéntica al original. Todavía no se ha aclarado lo suficiente el problema de las relaciones mutuas entre las distintas biografías. Ahora disponemos del texto crítico de todas, menos de la árabe, que será publicado pronto por los Bolandistas. Entonces estará completo el Corpus Pachomium y podrá ponerse nuevamente sobre el tapete la cuestión de prioridad. Hasta ahora parecía que la redacción griega era superior a las fuentes coptas, árabes y siríacas, pero Lefort está firmemente convencido de que las importantes son las Vidas coptas. Orsiesio A ntes de morir, Pacomio nombró sucesor suyo a Petronio. Pero éste le sobrevivió sólo dos meses. La dirección la asumió entonces Orsiesio (+ ca.380). Bajo éste, la corporación monástica se desarrolló extraordinariamente. Cuando, el año 350. surgieron dificultades dentro de la organización, para restablecer la paz y el orden, nombró coadjutor a Teodoro. La traducción jeronimiana de la Regla de Pacomio trae como apéndice un tratado de Orsiesio titulado Doctrina de institutione monachorum, que prueba los elevados ideales religiosos y monásticos que le inspiraban. En 56 capítulos instruye a los monjes sobre sus deberes de una manera tan completa, que este documento nos permite entrar dentro del espíritu de la creación pacomiana mejor que la misma Regla del fundador. La sección final da a entender que Orsiesio lo compuso poco antes de morir. Por esta razón, Genadio (De vir. ill. 9) lo considera como el testamento de Orsiesio. W. E. Crum y A. Ehrhard publicaron una carta escrita por Teófilo de Alejandría a Orsiesio (cf. supra, p.106), que contiene detalles interesantes sobre la liturgia de la Semana Santa en Alejandría y un informe sobre la participación de Orsiesio en la celebración de la Pascua en la metrópoli egipcia. W. Hengstenberg no admite la hipótesis de A. Ehrhard sobre la autenticidad de la carta a Orsiesio. Genadio no la menciona. Este tampoco tiene noticias de un Libellus de sex cogitationibus sanctorum, que se atribuye a Orsiesio y que se conserva en latín (PG 40.895–896). Teodoro

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Luciano de Antioquia . Luciano, nacido en Samosata, fue el fundador de la escuela de Antioquía. Eusebio (Hist. eccl. 9,6,3) nos hace de él la siguiente descripción: Luciano, hombre excelente en todos los respectos, de vida morigerada, y muy versado en las ciencias sagradas, sacerdote de la comunidad de Antioquía, fue llevado a la ciudad de Nicomedia, donde residía entonces el emperador. Habiendo defendido la fe que profesaba delante del príncipe, fue encarcelado y después muerto. El emperador de quien se habla en este pasaje es Maximino Daia, y el martirio tuvo lugar el 7 de enero de 312. Rufino (Hist. eccl. 9,6) reproduce el texto de la apología que Luciano pronunció delante del juez pagano, pero su autenticidad es dudosa. Luciano no fue un escritor profundo. Jerónimo habla de su «pequeño tratado sobre la fe» (De vir.ill. 77) sin darnos ninguna información sobre su contenido. Conocía perfectamente el hebreo y corrigió la versión griega del Antiguo Testamento según el original hebreo. Esta revisión de los Setenta fue adoptada en la mayoría de las iglesias de Siria y del Asia Menor, desde Antioquía hasta Bizancio , y fue tenida en gran estima (Jerónimo, Praef. in Paral.; Adv. Ruf. 2,27). Quedan grandes fragmentos de esta obra en 105 escritos de San Juan Crisóstomo y de Teodoreto. Luciano revisó también críticamente el texto del Nuevo Testamento, pero, según parece, se limitó a los cuatro evangelios. La escuela que fundó en Antioquía se opuso al alegorismo de la de Alejandría . Se dedicó a la interpretación literal de las Escrituras. Produjo comentarios bíblicos de valor perdurable y formó a un gran número de escritores posteriores con su método exegético. Sin embargo, esta escuela tomó una orientación teológica particular. El documento más antiguo que tenemos sobre la enseñanza de Luciano le acusa de ser un sucesor de Pablo de Samosata y el precursor de la doctrina que pronto iba a ser conocida con el nombre de arrianismo. Es una carta escrita por el obispo Alejandro de Alejandría, diez años después de la muerte de Luciano, a todos los obispos de Egipto, Siria, Asia y Capadocia. Teodoreto (Hist. eccl. 1,4) cita el siguiente párrafo:

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El monasterio de Optina, con su labor de traducción, edición y distribución entre el laicado de los escritos de los Padres de la Iglesia, dio como resultado la aparición de un grupo de teólogos seglares, comúnmente conocidos como los «eslavófilos,» que, cerca ya de la mitad del siglo XIX, emprendieron una lucha por la restauración del conciliarismo y por la renovación general de la Iglesia, ya que los concilios habían sido abolidos por Pedro el Grande, pero los zares se resistieron a la restauración hasta el hundimiento mismo de la monarquía en 1917. Y aunque el secularismo, el positivismo y el radicalismo dominaban a una vasta mayoría de los intelectuales rusos de las décadas de 1860 a 1880, una minoría de la sociedad culta siguió la tradición teológica eslavófila. Entre sus representantes más famosos puede mencionarse a Dostoievsky y al filósofo Vladimir Soloviov. Fueron sumamente críticos con la estructura sinodal, que, según las palabras de Dostoievsky, había llevado a la Iglesia a un estado de parálisis, y reclamaban la restauración de su estructura canónica, la libertad religiosa y la autonomía de la Iglesia respecto al Estado. Fue su visión de la Iglesia, libre de la politización de Iósif y de la burocratización de Pedro, la que hizo que volviera a la Iglesia un nutrido e influyente grupo de intelectuales neófitos a comienzos del siglo XX. Todos ellos habían sido marxistas que regresaban al cristianismo a través de un rechazo filosófico del materialismo. Muchos de ellos llegarían a ser destacados teólogos ortodoxos y filósofos de la religión, entre los que cabe incluir a modernistas Sergej Bulgakov, Semen Frank, Pavel Florensky, George Fedotov y docenas de otros más. Se conoció a este movimiento como el «renacimiento religioso y filosófico de Rusia.» La mayoría de estos pensadores fueron expulsados de la Unión Soviética en 1922 por orden de Lenin; otros, como Florensky, perecieron en los campos de concentración soviéticos. Quienes habían sido desterrados fundaron el Instituto Teológico Ortodoxo de San Sergio en París, el cual, junto con los escritos de sus profesores, conocidos como la «nueva escuela rusa de Teología,» logró más que nada presentar la Ortodoxia al mundo occidental – lamentablemente en forma modernizada y deformada.

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