" Sigo a los Padres de la antigüedad, pero no porque crea que en este punto concreto les asiste la autoridad que tienen cuando se trata de doctrinas o preceptos. Cuando hablan de doctrinas, hablan de ellas como de doctrinas universalmente admitidas. Dan testimonio de que tales doctrinas son aceptadas, no sólo aquí o allí, sino en todas partes. Nosotros aceptamos las doctrinas que ellos enseñan de esta manera, no sólo porque ellos las enseñan, sino porque dan testimonio de que en su tiempo las profesaban todos los cristianos, y en todas partes. Los tomamos como informadores honrados, mas no como una autoridad suficiente en sí mismos, aun cuando también tengan ellos cierta autoridad. Si, por ejemplo, afirmaran estas mismas doctrinas, pero dijeran: «éstas son nuestras opiniones; las hemos sacado de las Escrituras y son verdaderas,» podríamos dudar en aceptarlas de sus manos. Podríamos afirmar perfectamente que tenemos tanto derecho como ellos para deducirlas de la Escritura; que las deducciones de la Escritura son meras opiniones; que, si nuestras deducciones coincidieran con las suyas, sería debido a una afortunada coincidencia; pero que, en caso contrario, no podemos evitarlo: hemos de seguir nuestras propias luces. Indudablemente, nadie tiene derecho a imponer a otro sus propias opiniones en materia de fe. Es cierto que el ignorante tiene un claro deber de someterse a los que están mejor informados, y que es justo que el joven se pliegue por un tiempo a las enseñanzas de los que son más viejos que él; pero, fuera de eso, la opinión de un hombre no os mejor que la de otro. Pero no es éste el caso en lo que respecta a los Padres de la antigüedad. Ellos no hablan de sus opiniones personales. No dicen: «Esto es verdad, porque nosotros lo vemos en la Escritura» – sobre esto podría haber discrepancias de opinión –, sino: «Esto es verdad, porque de hecho es afirmado y fue siempre afirmado por todas las Iglesias, desde el tiempo de los Apóstoles hasta nuestros días, sin interrupción. » Se trata aquí de una simple cuestión de testimonio, es decir, de saber si ellos dispusieron de los medios necesarios para conocer que tal doctrina había sido profesada y seguía siendo profesada de esta manera; porque si era la creencia unánime de tantas y tan independientes Iglesias a la vez, y eso porque la consideraban transmitida por los Apóstoles, indudablemente no podía menos de ser verdadera y apostólica» (Discussions and Arguments II 1). Obras Generales Sobre la Doctrina de los Padres

http://azbyka.ru/otechnik/Patrologija/pa...

El primer libro da una respuesta a la calumnia de que los cristianos fueran causa de todos los males que afligieron a la raza humana en los últimos años. Acusa a los sacerdotes paganos de haberla inventado, porque sus ingresos iban disminuyendo de día en día. Existieron calamidades antes de la aparición de la fe cristiana. En realidad de verdad, la nueva religión tiende más bien a aminorar ciertos azotes, como las guerras, que á su vez son causa de otros muchos males. Si todos quisieran, aunque fuera por poco tiempo, prestar oído atento a sus preceptos de paz y de salvación y creyeran no en su propia arrogancia e hinchado orgullo, sino en sus consejos, todo el mundo, desviando el uso del hierro a fines menos violentos, pasaría sus días en la tranquilidad más serena y llegaría a una armonía saludable y respetaría las cláusulas de los tratados, sin violarlos jamás (1,6). Arnobio contesta luego al reproche que se hace a los cristianos de adorar a un simple hombre, que, por añadidura, fue crucificado. Los paganos son los menos indicados para proponer esta clase de objeciones, puesto que ellos han elevado al rango de dioses a héroes y emperadores. La doctrina y los milagros de Cristo dan testimonio de que su naturaleza divina no sufrió detrimento por el hecho de morir. La propagación de la fe corrobora este testimonio. Era necesario que el Salvador apareciera en forma humana, porque venía a redimir al hombre. El libro segundo trata del odio de los paganos contra el nombre de Cristo. Se explica este odio, porque el Señor arrojó de la tierra los cultos paganos. El, en cambio, trajo a los hombres la verdadera religión, que los paganos, estúpidamente, rehúsan aceptar. Cuando la convierten en objeto de burla, deberían recordar que buena parte de su doctrina se encuentra en los escritos de sus filósofos, como, por ejemplo, la inmortalidad del alma en Platón. A pesar de este reconocimiento, Arnobio lanza inmediatamente un largo ataque contra el concepto platónico de la inmortalidad, que constituye la parte más interesante de toda la obra. En el libro tercero empieza su violento ataque contra los adversarios. Denuncia primeramente su antropomorfismo; atribuyen a los dioses toda clase de bajas pasiones, especialmente las sexuales, contradiciendo de esta manera la noción misma de Dios. En el libro cuarto ridiculiza la deificación de ideas abstractas, las divinidades siniestras, las torpes leyendas de los amores de Júpiter, atestiguadas por la misma literatura. El libro quinto censura los mitos de Numa, de Atis y de la Gran Madre. Se ensaña contra las ceremonias y fábulas relativas a las religiones de misterios y rechaza toda interpretación alegórica de esas fábulas. El libro sexto es una polémica contra los templos y los ídolos paganos, y el séptimo, contra los sacrificios paganos. La causa de todas estas supersticiones es el concepto erróneo de la divinidad, al cual, para terminar, opone Arnobio el concepto cristiano.

http://azbyka.ru/otechnik/Patrologija/pa...

Los primeros ocho capítulos se proponen demostrar que, por haberse separado Israel del Señor y haber rechazado su gracia, el Antiguo Testamento ha perdido toda su fuerza y debe ser interpretado espiritualmente. Por esto fueron llamados los gentiles (c.1). La Ley existió antes que Moisés – la ley que Dios dio a todas las naciones –. La ley primitiva fue promulgada para Adán y Eva en el paraíso; aquélla fue el seno materno de todos los preceptos divinos positivos. El código de los judíos, escrito en tablas de piedra, vino muchísimo más tarde que la ley no escrita, la ley natural. Por tanto, la ley mosaica no es necesaria para la salvación; la circuncisión (c.3), la observancia del sábado (c.4), los antiguos sacrificios (c.5), han sido abolidos. La ley del talión ha cedido el paso a la ley del amor. El autor de esta nueva alianza, el sacerdote del nuevo sacrificio, el guardián del sábado eterno ha venido ya (c.6), Cristo, anunciado por los profetas como el eterno rey del reino universal (c.7). El tiempo de su nacimiento, de su pasión y de la destrucción de Jerusalén fue profetizado por Daniel (c.8). La fuente principal de esta parte es el Diálogo contra Τrifσn de Justino. Los capítulos 9–14 continúan probando que los oráculos mesiánicos tuvieron su cumplimiento en la persona de nuestro Salvador. Pero esta parte no pertenece al tratado; es simplemente un extracto del libro III de la obra del mismo Tertuliano Adversas Marcionem, y es un desmañado intento de completar la obra. G. Quispel ha identificado al compilador de esta parte con el frater mencionado en Adv. Marcionem 1,1, que más tarde apostató; Tertuliano le había encomendado la segunda redacción de Adv. Marcionem, pero no pudo recobrarla ya más. 3 . Tratados polémicos. 1. La prescripción de los herejes (De praescriptione haereticorum) El tratado De praescriptione haereticorum demuestra, mejor que ningún otro escrito de Tertuliano, su profundo conocimiento del Derecho romano. Con él se proponía Tertuliano resolver de una vez para siempre todas las controversias entre los católicos y todos los herejes, poniendo en juego el argumento técnico de la praescriptio.

http://azbyka.ru/otechnik/Patrologija/pa...

Todavía San Pablo se detuvo y habló del «peso momentáneo y ligero de la tribulación que nos proporciona una cantidad inconmensurable y eterna de gloria» ( 2Cor. 4:17 ). Porque, si la cosa es pesada por naturaleza, se hace ligera por la esperanza de las cosas futuras; ésta es la razón que el mismo Pablo dijo: «porque nosotros no fijamos la mirada sobre las cosas visibles, sino sobre aquellas invisibles» ( 2Cor. 4:18 ). Discreción con los Paganos Pero pasemos a considerar lo que Cristo continúa diciendo: «No deis las cosas santas a los perros y no echéis vuestras perlas a los cerdos» ( Mt. 7:6 ). El lo ha dicho, evidentemente, dándonos una orden, pero nosotros por vanagloria y absurda ambición, hemos interpretado la prescripción tergiversando sus términos; y con ligereza, indiscriminadamente y sin previo examen, admitimos corruptores infieles, personas llenas de todo vicio, a la comunión de nuestros misterios ( 1Cor. 10:16 ). Les revelamos todos los «artículos de la fe, sin que antes hayan dado segura prueba de la propia intención y acogemos en masa en los sagrados recintos, a gente que no tendría que ver aún el vestíbulo. Por esto, algunos, así, intempestivamente iniciados, muy pronto se han retractado, dándose a toda suerte de maldad. Tal terrible precepto lo transgredimos no sólo respecto a los no cristianos, sino también entre nosotros, cuando teniendo que participar en los inmortales misterios, los realizamos muy a menudo, en estado de impureza y descaradamente. Además, nosotros desordenamos no solamente dichos preceptos, como todos pueden ver, sino también aquellos que siguen. Si Cristo, pues, ha dicho: «Todo cuanto queréis que los hombres os hagan, también vosotros hacédselo a ellos,» ( Mt. 7, 12 ), nosotros, en cambio, les hacemos lo que de ellos no queremos padecer. La Puerta Angosta Sometidos, luego, a entrar por la puerta angosta, buscamos por todos los lados, encontrar la espaciosa ( Mt. 13–14 ; Lc. 13:24); y no sorprendería si solamente los seglares la abrazan y la prefieran; pero más que ellos, la van buscando importantes personalidades que, aparentan estar crucificadas, no terminando jamás de maravillar al aparecer más bien como un enigma.

http://azbyka.ru/otechnik/Ioann_Zlatoust...

En contraste directo con la práctica de los gnósticos, la corriente montañista, difundida en seguida de la Frigia a todo el Occidente con la exaltación fanática de la inminente parusia final de Cristo, predicaba una vida de extrema austeridad, y como corolario la irremisibilidad de los tres pecados más graves, y la doctrina de que la potestad de las llaves no residía en la Iglesia de los psíquicos, la católica, sino en la Iglesia espiritual formada por los profetas de la secta, inspirados por el Paráclito. A éstos en el 212 se sumó también Tertuliano, que se erigió en su más elocuente patrón. La clasificación de los tres pecados – apostasía, adulterio, homicidio –, que en el sistema montañista y entre los defensores del ascetismo integral fue en esta época objeto de ardientes discusiones y ocasión de profundas divergencias, tenía quizá sus raíces en la moral judía enseñada a los prosélitos. El Nuevo Testamento no alude a esto, pero los apóstoles debieren sacarla de los preceptos evangélicos, como legítima y muy oportuna norma de moralidad para los fieles. Se hicieron objeto de una formal decisión del llamado Concilio de Jerusalén (Hechos 15:28–29); y su deliberación fue llevada en seguida a conocimiento de las comunidades. No tenemos, sin embargo, ningún elemento para afirmar que los apóstoles impusieran una sanción o reserva sobre tales pecados en cuanto a su perdón. Pero hay que notar que cuando al final del siglo II se quiso dar una base jurídica a aquella reserva, se adoptó para el caso el texto del decreto, reuniendo las dos prohibiciones a sanguine et suffocato en una sola, a sanguine: el homicidio. La terna indicada presentaba, con el sello de la autoridad apostólica, los pecados que estaban en contraste directo con la profesión del cristiano; pero era lógico que aquella nomenclatura comprendiese también, además del pecado tipo (apostasía, adulterio, homicidio), el conjunto de desórdenes morales que gravitan, como causa y efecto, alrededor de aquel pecado. Encontramos, en efecto, entre los escritores más antiguos, comenzando por San Pablo, listas de vicios y pecados, colocados en cierto orden sistemático, en relación con su gravedad. La Didaché, por ejemplo, bajo el título «El camino de la muerte, «enumera en primer lugar las obras malas que conducen a él después que los pecadores las han cometido:

http://azbyka.ru/otechnik/spanish/histor...

Más tarde, es decir, después del siglo VI, en Roma, el Patriarcado lateranense fue el seminario y la escuela donde muchos pontífices de los siglos VIII y IX iniciaron su formación eclesiástica para subir a los supremos grados de la jerarquía; pero entonces era preciso, para ser ordenado lector, la legitima actas, que Justiniano en el 546 había fijado alrededor de los dieciocho años; haber recibido la tonsura y demostrar saber leer. Los niños, sin embargo, si no podían ya formar parte de la schola lectorum, entraban en la schola cantorum, donde su voz era siempre deseada, más aún, necesaria. Al principio, el lector tenía la facultad de leer todos los libros sagrados, incluidos los Evangelios, de los cuales eran también depositarios y custodios. San Cipriano, a propósito de los dos confesores jóvenes ordenados lectores por él, escribe: «No es quizá justo que de lo alto del ambón de las iglesias lean al pueblo aquellos preceptos y aquel Evangelio del Señor que han seguido siempre con fidelidad y coraje? Ninguno puede hacer oír con mayor aprovechamiento el Evangelio a los propios hermanos que un confesor de la fe.» De la devolución de la lectura evangélica al diácono hallamos testimonio primeramente en Oriente, donde probablemente existió, por las Constituciones apostólicas (a. 380); en Occidente, por San Jerónimo. Esta disciplina, naturalmente, se perfiló con el tiempo, es decir, a medida que con la organización del culto se quiso justamente poner de relieve la lectura del evangelio, confiándola al ministro más calificado después del sacerdote. Una norma precisa encontramos solamente por San Gregorio Magno (+ 606), el cual en el concilio de Roma (595) confió a los diáconos la lectura del evangelio, y al subdiácono y, en caso de necesidad, a los minoristas, el canto del responsorio gradual y todas las otras lecciones. El lectorado estaba ya en plena decadencia en esta época, porque con la devolución, al correr del tiempo, a los diáconos y a los subdiáconos de las lecturas de los cantos de la misa y al cesar las vigilias nocturnas, con sus relativamente prolongadas lecciones, les lectores habían perdido gran parte de los motivos que justificaban su existencia. Los jóvenes, que en el pasado eran iniciados en la vida eclesiástica como lectores, entraban ahora a formar parte de la schola cantorum.

http://azbyka.ru/otechnik/spanish/histor...

La primera parte del Unde et memores constituye la anamnesis (recuerdo, evocación), que cumple el precepto divino de conmemorar la muerte del Señor y sirve de unión entre la consagración y la ofrenda del sacrificio. El texto gregoriano colocaba después del Unde et memores el verbo sumus, con el fin quizá de dar una consistencia más independiente a la anamnesis, pero rompe la unidad de la frase memores... offerimus; desaparece después del siglo VIII; tam beatae Passionis... Resurrectionis... Ascensionis: sobre el fondo del misterio de la muerte de Jesús, se evoca la resurrección y la ascensión, que fueron el corolario. En muchas liturgias y en el texto arcaico se añade todavía la alusión, recordada por San Pablo, a la segunda venida; y en la de San Marcos, también la encarnación, el nacimiento, el bautismo. Algunos, basándose en un texto muy discutible de Arnobio el Joven y en el hecho de que a la partícula tam le falta La correlativa quam, sostienen que nuestro canon en el siglo V acoplaba a los otros misterios el del nacimiento. Pero la suposición es poco probable. Los manuscritos que añaden veneranda Nativitas son todos posteriores al siglo IX, y la cláusula, introducida probablemente alrededor de este tiempo, no perduró. El Micrólogo la desaprueba: Natwitatem Domini, commemorant, cum iuxta Apostolum, in eiusmodi sacrificio, non Nativitatem Domini sed moriem eius adnuntiare debemus. El Líber pontificalis escribe del papa Alejandro I (105–115) que passionem Domini miscuit in praedicatione sacerdotum, es decir, en la prez consecratoria. Si la noticia tiene fundamento histórico, es poco verosímil referirla a la introducción de la anamnesis del sacrificio, porque ésta es de origen divino y apostólico. Puede suponerse, en cambio, conjetura Botte, que la fórmula primitiva recordase simplemente la muerte del Señor, como hace la Traditio; el papa Alejandro quiso poner de relieve toda la pasión de Jesús. El texto, en efecto, del De sacramentis la llama Gloriosissima, un epíteto que se comprende bien en una época de persecución, cuando la passio estaba aureolada de gloria. – El canon actual no tiene ya la cláusula paulina de la anamnesis doñee veniam, que también existía en el texto arcaico. Ha quedado, sin embargo, en el texto ambrosiano: doñee iterum de caelis veniam ad vos.

http://azbyka.ru/otechnik/spanish/histor...

Romans 5:5 Wherefore love completes the law, and most truly it is said, Love is the perfecting of the law. Let us inquire as to this love, in what manner the Lord does commend it to our consideration. Remember what I laid down: I want to explain the number thirty-eight of the years of that impotent man, why that number thirty-eight is one of weakness rather than of health. Now, as I was saying, love fulfills the law. The number forty belongs to the perfecting of the law in all works; but in love two precepts are committed to our keeping. Keep before your eyes, I beseech you, and fix in your memory, what I say; be ye not despisers of the word, that your soul may not become a trodden path, where the seed cast cannot sprout, and the fowls of the air will come and gather it up. Apprehend it, and lay it up in your hearts. The precepts of love, given to us by the Lord, are two: You shall love the Lord your God with all your heart, and with all your soul, and with all your mind; and, You shall love your neighbor as yourself. On these two commandments hang all the law and the prophets. Matthew 22:37–40 With good reason did the widow cast two mites, all her substance, into the offerings of God: with good reason did the host take two pieces of money, for the poor man that was wounded by the robbers, for his making whole: with good reason did Jesus spent two days with the Samaritans, to establish them in love. Thus, while a certain good thing is generally signified by this number two, most especially is love in its twofold character set forth to us thereby. If, therefore, the number forty possesses the perfecting of the law, and the law is fulfilled only in the twin precepts of love, why do you wonder that he was weak and sick, who was short of forty by two? 8. How, then, do we find the two precepts of love indicated in these two commands of the Lord? Take up your bed, says He, and walk. What the two precepts are, my brethren, recollect with me. For they ought to be thoroughly familiar to you, and not merely to come into your mind when they are recited by us, but they ought never to be blotted out from your hearts.

http://azbyka.ru/otechnik/Avrelij_Avgust...

473. What does the Lord promise to peace-makers? That they shall be called the Sons of God. 474. What is signified by this promise? The sublimity both of their office and of their reward. Since in what they do they imitate the only-begotten Son of God, who came upon earth to reconcile fallen man with God " s justice, they are for this promised the gracious name of Sons of God, and without doubt a degree of blessedness answering thereto. On the Eighth Beatitude 475. What is the Lord " s eighth precept for blessedness? They who would be blessed must be ready to endure persecution for righteousness " sake, without betraying it. 476. What qualities are required by this precept? Love of righteousness, constancy and firmness in virtue, fortitude and patience, when one is subjected to calamity or danger for refusing to betray truth and virtue. 477. What does the Lord promise to those who are persecuted for righteousness " sake? The kingdom of heaven, as if in recompense for what they lose through persecution; in like manner as the same is promised to the poor in spirit, to make up for the feeling of want and privation. On the Ninth Beatitude. 478. What is the Lord " s ninth precept for blessedness? They who would be blessed must be ready to take with joy reproach, persecution, suffering, and death itself, for the name of Christ, and for the true orthodox faith. 479. What is the name for the course required by this precept? The course of martyrdom. 480. What does the Lord promise for this course? A great reward in heaven; that is, a special and high degree of blessedness. THE THIRD PART OF THE ORTHODOX CATECHISM. ON LOVE 1-- On the Union between Faith and Love 481. What should be the effect and fruit of true faith in the Christian? Love, and good works conformable thereto. In Jesus Christ, says the Apostle Paul, neither circumcision availeth any thing, nor uncircumcision, but faith which worketh by love. Gal. v. 6. 482. Is not faith alone enough for a Christian, without love and good works ?

http://azbyka.ru/otechnik/Filaret_Moskov...

Su Liber ex regulis diversorum patrum collectus (PL 103,423–702) reproduce el texto de la Regla de Pacomio en la versión de Jerónimo, y su Concordia regularum (PL 103,717–1380) se refiere a ella constantemente. Según Paladio (Hist. Laus. 38,1), fue un ángel quien dictó a Pacomio la Regla: le instruyó al Santo para que cambiara su vida de ermitaño por la de Padre de monjes que vivieran con él bajo el mismo techo: Apareciósele un ángel cuando estaba sentado en su cueva y le dijo: «Pacomio, has conseguido ordenar tu vida. En vano, pues, continúas sentado en tu cueva. Ea, pues, sal fuera y reúne a todos los monjes jóvenes y vive con ellos, y legisla para ellos en conformidad con el modelo que te doy yo ahora.» Y le dio una tablilla de bronce en que estaba escrito esto. Siguen a continuación los distintos párrafos de la Regla. San Jerónimo repite la leyenda en el prefacio a su versión latina. La verdad, en cambio, es que el código se fue componiendo poco a poco, como resulta evidente del orden fortuito en que se suceden unas a otras las distintas disposiciones. Lejos de haber sido dictadas por un ángel, se fueron acumulando a lo largo de la experiencia práctica del abad. Se ve que muchas secciones son adiciones al corpus original y ocurren frecuentes repeticiones. Es, pues, posible que la Regla de Pacomio sea una especie de compilación de instrucciones a los monjes redactadas por varios superiores. El texto de Jerónimo comprende cuatro partes, que se titulan: preceptos, preceptos e instituciones, preceptos y estatutos penales, preceptos y leyes de Pacomio. Consta, en total, de 192 secciones, generalmente cortas, que tratan con todo detalle de las condiciones de la vida monástica. Muchas se refieren al trabajo manual. Los monjes, en su mayoría, se dedicaban a tareas agrícolas; otros ejercían un oficio, pero todo trabajo manual era considerado como servicio divino. En el grupo de los artesanos había sastres, herreros, carpinteros, tintoreros, curtidores, zapateros, jardineros, copistas, camelleros y, sobre todo, tejedores, que preparaban esteras y cestos de juncos del Nilo y de hojas de palmera. Una de las reglas disponía que a todos los monjes se les asignara un trabajo en proporción con sus fuerzas. Nada se dice acerca del culto litúrgico. Se mencionan únicamente dos oraciones que han de decirse en común: la oración de la mañana y la de la noche. Antes de ser admitido, el novicio había de aprender a leer y a escribir. Es de notar que no debía admitirse a ninguno en absoluto que no supiera leer. Sin embargo, la importancia de la Regla no estriba en estas disposiciones. Su valor permanente consiste en haber colocado una base practica y, sobre todo, espiritual para la koinos bios, para la vita communis. Esta descansa en las virtudes monásticas de obediencia, castidad y pobreza, que, con todo, se practicaban sin voto alguno.

http://azbyka.ru/otechnik/Patrologija/pa...

   001    002    003    004    005    006    007    008    009   010