«Voy a edificarme una casa espaciosa... –dice Jeremías, 22:14–, la artesona de cedro y la pinta de rojo.» Las paredes están pintadas; las piedras para los mosaicos, los tejidos, el cuero y la madera, teñidos, así como también los labios, las mejillas y los párpados de las mujeres hermosas... «Como cinta de grana son tus labios... Cual mitades de granada son tus sienes.» «La cabellera de tu cabeza corno púrpura... y el olor de tus perfumes excede a todos los bálsamos» (Cant. 4:3; 7:6; 4:10), exclama el rey Salomón en su Cantar, uno de los cánticos más bellos del mundo. En forma extraordinariamente poética va mencionando el gusto por el adorno de Israel, los secretos del tocador de sus mujeres. Los perfumes y los afeites, los ungüentos y las pinturas para el cabello, preferidos, costosos y refinados, con los mejores ingredientes que este mundo puede ofrecer, serían aún hoy día productos muy apreciados por la cosmética de Europa y ultramar. Los perfumes que utilizaron desde tiempos inmemoriales, las resinas aromáticas, no sólo eran altamente apreciados en el servicio del culto para aromatizar los templos, sino que se utilizaban cotidianamente, en el hogar, en el vestido e incluso en el lecho. «He ataviado mi lecho con paramentos, con tapices multicolores de lino de Egipto. He perfumado mi cama con mirra y aloe y cinamomo» (Prov. 7:16 y sigs). Se dice como prevención contra las artes de la seducción femenina de la adúltera. «Mirra y aloe y casia son todos tus vestidos; de ebúrneos palacios te alegran los sones de instrumentos de cuerda,» canta el salmo 45 en su vers. 9. Algunos botánicos han analizado los relatos, al parecer tan llenos de fantasía, e investigado sobre los ingredientes que entran en la composición de los perfumes y sobre sus suministradores. Los descubrieron en flores delicadas y en hierbas, en el zumo de algunos arbustos y capullos. Muchos proceden de países extranjeros, pero muchos crecen aún hoy día en Palestina. De la India procede la casia (cinnamomum cassia), árbol cuya corteza es similar a la canela, y el cálamo (andropogon aromaticus), designado también con el nombre de hierba de jengibre. Por el comercio de altura llegaban a través del océano índico a la Arabia meridional, donde se realizaba el intercambio de las especias, y desde allí eran llevadas, por las caravanas, hasta la orilla del Mediterráneo.

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Al mismo tiempo, en este movimiento tenían gran importancia los problemas nacionales y sociales. Los taboritas tendían a la abolición del poder de los alemanes y hacia una plena individualidad y independencia de la nación checa. La clase baja estaba impregnada por el odio hacia el clero católico, que vivía suntuosamente y oprimía el pueblo con distintos impuestos. El arzobispo de Praga era dueño de hasta 900 aldeas y muchas ciudades, que por su tamaño y bienestar se igualaban a las del rey. Los taboritas, viviendo en su montaña, por odio al clero y clases pudientes, destruían templos y hacían muchos desmanes. Su ideal era la república democrática. Ellos negaban la jerarquía, tanto espiritual, como civil. Cuando en 1419 murió el rey de Bohemia Wenseslao, los bohemios se negaron a jurar a su heredero el emperador Segismundo, quien traicionó a Guss. Toda la Bohemia se levantó contra él. El papa Martín V envió a Bohemia varias cruzadas, pero no logró nada. Los gussitas, con éxito, repelían a las agresiones. Su segundo jefe (desde 1424) Prokop el Grande, con sus victorias sobre los cruzados, horrorizaba a los países vecinos. En esta situación se encontraba Bohemia hasta la abertura de Concilio de Basel en 1431. En éste se decidió de reconciliar a los gussitas con Roma. Para este tiempo los gussitas se separaron en dos partidos. Los mas moderados de ellos, a los cuales no les gustaban las opiniones extremas, estaban de acuerdo con la reconciliación, con las condiciones de conservar la comunión bajo dos especies, la predica en el idioma del país y se quiten al clero sus propiedades y que tengan un severo juicio de la iglesia. Estos gussitas se llamaban caliestinos (de calies=cáliz), y ultracvistas. Otros gussitas, los taboritas, que llevaron el odio hasta el fanatismo, exigían además la separación de la veneración de las imágenes, abolición de la confesión secreta, etc. El concilio de Basel invitó para las negociaciones a los diputados gussitas. Fueron en 1433, 300 hombres. Largas conversaciones no tenían éxito y gussitas volvieron a casa. El concilio envió en pos de ellos una embajada con la proposición de concesiones. El concilio accedía a cumplir 4 exigencias de los caliestinos y éstos últimos se unieron a la iglesia. Pero en 1462 papa Pío II declaró nulas estas concesiones. Después de esto los caliestinos comulgaban en secreto bajo 2 especies. Los taboritas, hasta después de las concesiones, quedaron enemigos irreconciliables de la iglesia de Roma. En 1434, después de una cruel derrota por los ejércitos católicos, tuvieron que calmarse.

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Para la propaganda él creó en Roma en 1577 el Collegium , especialmente para los adolescentes griegos y abrió en 1581 en éste, la iglesia en nombre de San Atanasio para oficios en griego. Collegium disponía de muchos medios, por eso la enseñanza y el mantenimiento de los educandos era gratuito. Por eso siempre estaba lleno de griegos. De los educandos no se exigía la aceptación del latinismo, tenían la libertad de confesión, pero toda la enseñanza se llevaba en el espíritu católico. Por eso algunos jóvenes quedaban ortodoxos solo por nombre, otros se hacían abiertamente uniatas ó católicos. Al volver a su patria ellos hacían la propaganda del latinismo. Con la organización en 1540 de la orden de jesuitas , Gregorio XIII les encomendó el trabajo en el Oriente. En 1583 él envió allá una misión jesuítica con grandes medios materiales. Con la colaboración de los embajadores de países católicos, los jesuitas obtuvieron del gobierno turco el permiso de vivir hasta en Constantinopla. Como en todas partes, los jesuitas centraron su atención en la educación de la juventud, la beneficencia y la predica. También comenzaron sus intrigas. En 1600, en Constantinopla (en Galata) ellos fundaron un Collegium, abrían escuelas, orfanatos, hospitales, casas para los peregrinos, etc. Esto atrajo a los jesuitas la parte ortodoxa de los habitantes. Al mismo tiempo se escribía contra la Iglesia de Oriente, se editaban los catequesis católicos en Roma, se volvían a emprimar libros ortodoxos con agregado en ellos de cambios latinos y se distribuían como genuinos. De los patriarcas que luchaban con la propaganda jesuita se destacaron particularmente él de Constantinopla, Jeremías II, y él de Alejandría, Meletio Pigas. Con sus enseñanzas y epístolas ellos trataban a desmascarar a la propaganda latina. El patriarca Jeremías, además, en el concilio de 1583 rechazó el calendario nuevo gregoriano (por el nombre del papa Gregorio XIII). A causa de desordenes en el patriarcado, después de la muerte del patriarca Jerónimo II (1584), los jesuitas lograron afirmar sus posiciones .

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En Rusia los jesuitas tenían una vice-provincia Lituana, encabezada por el rector del collegium de Polozk Estanislao Chernevich. Al principio Catalina II indicaba al general gobernador de Bielorusia, Chernishev, observar con atención la actividad de los jesuitas, que trataron de demostrar su confiabilidad. Como consecuencia, la soberana no permitió publicar en sus dominios el «breve» de papa. Eran inútiles las persuasiones del papa que reconozcan su disposición. En 1801 el papa Pío VI reconoció la existencia de la orden en Lituania y Bielorrusia. Solo en 1815 los jesuitas fueron deportados de Petersburgo porque se supo que hacían propaganda de catolicismo, lo que estaba prohibido. En 1820, contra ellos se tomaron severas medidas. En Rusia podrían quedar solo los que entraban en otras ordenes, ó en clero blanco. En este tiempo la orden fue restablecida en todas partes. Papa Pío VII lo declaró el 7 de agosto de 1814, con una bula especial. En España y Portugal los jesuitas se reconocían, ó se echaban. En Francia, la orden oficialmente no fue restablecida, pero durante la restauración y en el reinado de Napoleón III, los jesuitas tenían allí influencia. En 1880 ellos fueron expulsados de Francia. Pero su trabajo secreto lo llevaban en todos los países. Con el tiempo de disolución de la orden de jesuitas, coinciden otros desastres, que sufrió el papado. En Austria el emperador José II (1780–90) hizo tales reformas en la dirección de la iglesia que la administración de los asuntos externos de la iglesia pasaba a las manos del gobierno, los asuntos internos se dejaban a los obispos, y la influencia del papa sobre los asuntos de la iglesia en Austria, se suprimía casi por completo. En algunos estados alemanes menores, de confesión católica, se hicieron los intentos de fundar una iglesia católica nacional, independiente del papa. Por fin, en Francia, en 1789 comenzó la revolución, que era seguida por la abolición del poder papal, no solo en el país, sino también en la región papal. En aquel tiempo revolucionario, el papado en las personas de Pío VI y Pío VII, sufrió tal humillación, como no había sufrido desde los tiempos de Bonifacio VIII. En 1796 los franceses aparecieron en Italia, ocuparon las posesiones papales y formaron la república Romana (1798). El papa Pío VI (1774–99) saqueado y humillado, fue hacho prisionero y llevado a Francia donde, en poco tiempo, murió. Su sucesor Pío VII, elegido en Venecia, bajo protección austriaca, sufrió presiones semejantes de Napoleón I, quien en 1809, lo trajo a Francia y obligo a acordar hacer Francia el lugar de vida de los pontífices para siempre. Solo en 1814, después de la derrota de Napoleón, el papa pudo volver a Roma y en 1815, en el Congreso de Viena, fue restablecido en sus derechos espirituales y civiles.

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6 .° El altar cristiano (historia del altar, su decoración, sus accesorios, el tabernáculo). 7 .° Los vasos sagrados (cáliz, patena, copón, ostensorio, relicario). 8 .° Los ornamentos litúrgicos (origen, desarrollo, vestidos interiores, planeta, dalmática y tunicela, pluvial, accesorios, colores litúrgicos). 9 .° Las insignias litúrgicas (manipulo, estola, palio, racional, mitra, báculo, anillo, cruz). 10 . El canto litúrgico (origen, formas primitivas, reforma del gregoriano, difusión de la cantilena romana, formas medievales, notación, órgano e instrumentos musicales). Parte III. La Liturgia Romana 1. Las Fórmulas Litúrgicas La Lengua Litúrgica No nos consta que Jesús hubiera impuesto a los apóstoles usar una lengua con preferencia a otras en la celebración de la eucaristía. Por el contrario, es cierto que la práctica de la Iglesia primitiva fue la de celebrar la Fractio panis en la lengua propia de los fieles que asistían. Una prueba de ello la tenemos, entre otras, en la insistencia de San Pablo a los corintios para eliminar de sus reuniones el uso de idiomas desconocidos . Se puede creer que en Jerusalén y en los países limítrofes el servicio litúrgico se celebraba en arameo o en siro-caldaico; en Antioquía, Colosas, Efeso, Corinto, Tesalónica y Alejandría, en griego. En cuanto a Roma, es preciso observar que a la terminación de la república y en los primeros siglos del Imperio, junto con el latín, idioma nacional, vino a predominar ampliamente el griego. Los griegos, perdida su independencia política, habían impuesto a los romanos, sus vencedores, el primado de su cultura filosófica y literaria. Bajo Augusto, las escuelas con retóricos griegos, lo mismo en África como en otras partes, eran las más acreditadas y frecuentadas por la juventud romana; griegas eran las institutrices en las familias patricias. Por las manos de griegos y judíos helenizados pasaba todo o casi todo el comercio de entonces. Por lo cual no debe causar extrañeza que el griego , convertido en una especie de lenguaje internacional, fuese tan común en Roma, en las Galias, en África y de que hubiera sido aceptado por la primitiva comunidad cristiana de la urbe como idioma oficial y litúrgico, tanto más cuanto que estaba ella constituida preferentemente de griegos y de orientales. Todo esto se confirma no sólo por el hecho de que escribiera San Pablo en griego su carta dirigida a los romanos, San Marcos el Evangelio de San Pedro y todos los escritores romanos de los primeros dos siglos, desde San Clemente Papa a San Hipólito (+ v.235), sino también por el uso constante de la lengua griega en la redacción del antiquísimo símbolo bautismal, en la mayor parte de la nomenclatura eclesiástica primitiva y, sobre todo, en los más antiguos epitafios de las catacumbas.

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Por último, no debe insistirse demasiado en la tenacidad romana. En el siglo II, como atestigua San Justino, el beso de paz se daba antes del ofertorio; después desapareció de tal forma, que Inocencio I, dos siglos después, no dudó en llamar «tradición apostólica» al uso sostenido de cambiarlo antes de la comunión. Dígase lo mismo de otros muchos ritos, algunos de los cuales provinieron del Oriente. Concluyendo: las liturgias galicanas son un producto del intercambio sociológico de los valores, ceremonias y ritos regionales influenciado por la cultura litúrgica del Asia menor.La Galia, España, los países del Norte y, en parte, también la Italia superior, abandonadas las auténticas tradiciones litúrgicas latinas por haber estado prácticamente sin un contacto regular con Roma y expuestas a los influjos de la civilización bizantina, predominante en Occidente, elaboraron distintamente, según la índole de los respectivos pueblos, un complejo de elementos romanos, indígenas y greco-orientales, que condujeron poco a poco a la formación de las llamadas liturgias galicanas. Este trabajo de consolidación y difusión, comenzado desde el siglo V, puede decirse que quedó completado a finales del siglo VII. El Rito Galicano Fuentes y textos . Las fuentes principales son: a) La carta de Inocencio I a Decencio, obispo de Gubbio, escrita en el año 416. b) Las tres homilías de Fausto, obispo de Rietz, en Provenza (+ 485), sobre el símbolo. c) Las obras de San Cesáreo, obispo de Arles (+ 543), muy ricas en datos litúrgicos. d) La Regula ad monachos et ad virgines, de Aureliano de Arles (+ 553). e) La Expositio brevis antiquae liturgiae gallicanae, en dos cartas falsamente atribuidas a San Germán de París (+ 576). Se ha probado, sin embargo, que son un pequeño tratado anónimo de finales del siglo VII, en el cual se halla descrita no la verdadera misa galicana, sino la misa local de una iglesia de la Borgoña, quizá de Autun. Tienen, por lo tanto, un valor relativo. f) La obra De cursibus ecclesiasticis, de San Gregorio de Tours (+ 594). Es un manual litúrgico que contiene una instrucción para determinar el orden de sucesión de los oficios o lecciones eclesiásticos (cursus ecclesiastici), de la situación y, especialmente, de la aparición de las constelaciones más importantes.

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Eteria lo hace suponer cuando dice: Sicut solet esse consuetudo, es decir, la costumbre de sus países occidentales. No tenemos sobre el particular otros testimonios positivos, salvo quizá una alusión del Ambrosiáster, que la llama regula ecclesiastica y dice que ea utuntur sacerdsotes nostri. En Roma, según los Padres del concilio de Vaison (529), al final del siglo V se había introducido en laudes y en vísperas el canto diverso del Kyrie, el cual debió de ser asociado, como en Oriente, a las preces litánicas. Probablemente, las preces romanas de aquel tiempo nos son indicadas por San Benito en su regla (526). El distingue netamente entre litania y supplicatio litaniae. La primera (c. 12.13.17) es prescrita por él al final de laudes y de vísperas, y designa el formulario tradicional de las preces, seguido por el Kyrie eleison y el Pater; la supplicatio litaniae, id est Kyrie eleison (c.9,17), es, por el contrario, asignada al final de las otras horas, y designa el simple Kyrie eleison repetido varias veces, pero sin otras añadiduras. Fuera de Roma, y particularmente en las Galias, las preces en el siglo VI eran preferentemente de tipo colectivo, en forma de versículos salmodíeos, solos o acoplados, terminados o no con la cláusula de las colectas, aui vivís... Nos trae un ejemplo el antifonario de Bangor (s.VII): Pro baptizatis: Salvum fac, populum tuum, Domine, et benedic haereditati tuae et rege eos et extolle, Domine, illos usque in aeternum. Miserere ecclesiae tuae catholicae, quam in tuo sanguine redemisti. Qui regnas... O Domine, salvum fac, o Domine, bene prosperare. Prosperitatem itineris praesta famulis tuis. Qui... De la presencia de versículos salmodíeos en las preces da testimonio en el 506 el concilio de Agde, en Francia, cuando sanciona que in conclusione matutinarum vel vespertinarum, missarum, post hymnos, capitella de fDsalmis dicantur (c.30). Este término capitella o capitula de psal-mis, o también simplemente capitulum, como leemos en la regla contemporánea de San Cesáreo, resultó sinónimo de preces.

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Para resolver alguna de estas dificultades, se hacía que el vino fuese sorbido por los fieles a través de una cañita metálica (fístula, calamus, pugillaris) de oro o de plata; pero más que otra cosa, pareció a muchos oportuno adoptar el modo, que desde el siglo VIII adoptaron los griegos, de dar un trozo de pan consagrado empapado en la preciosa sangre. La novedad apareció en Occidente a mitades del siglo XI, encontrando la aprobación de algunos y muchas protestas. El rito de la comunión Antiguamente, el aproximarse el momento de la comunión fue señalado ritualmente a los fieles: Si quis sanetus est, accedat, leemos en la Didaché. Más tarde, un diácono advertía que se retirasen aquellos que no intentaban comulgar: Si quis non communicai, det locum! Así se decía en Roma, según refiere San Gregorio Magno. Posteriormente, haciéndose cada vez más raros los comulgantes y desaparecida la fórmula, se usó sonar una campanilla o también golpear la patena sobre el cáliz, como dicen las instrucciones camaldulenses (1253). En España, la fórmula mozárabe diaconal decía: Locis vestris acceditel Entre los orientales, desde el siglo IV el celebrante, elevando ante el pueblo el pan consagrado, exclamaba: Sancta sanctis! como invitación a la comunión y a la vez amonestación para recibirla dignamente. La vibrante aclamación eucarística fue introducida en seguida en casi todos los países de Occidente, comprendida Italia del Norte y del Sur, de las cuales posteriormente ha desaparecido; solamente Roma parece que no la aceptó nunca. Tampoco entró nunca oficialmente semejante advertencia en el Ordo Missae romano, que tanto en los siglos más antiguos como durante la Edad Media fue práctica muy común en las otras iglesias. Se amonestaba a los fieles a purificar la conciencia llorando los propios pecados, como advierte ya la Didaché; a deponer los rencores, como prescriben varios sínodos, comenzando por el de Nantes (s. IX). El Canto de la Comunión Sabemos por San Agustín que, viviendo él, se había introducido hacía poco en Cartago la costumbre de cantar durante la distribución del pan consagrado a los fieles: Hymni ad altare dicerentur de Psalmorum libro, sive ante oblationem (consagración), sice cum distribueretur populo quod fuisset oblatum. Era una novedad adivinada y ya en uso en las iglesias de Oriente y quizá también en Roma; él la defendió de las críticas de un tal Hilario y, sin duda, la adoptó en la propia iglesia.

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¿Es decir, a ustedes no se les indica cómo y qué enseñar? No se nos indica. Pero ahora ya hace tres años desde que firmamos un contrato con el ministerio de educación, en donde ellos nos piden informarles el número de estudiantes que tenemos, de qué países son, y cuál es su nivel de educación. Esto es necesario para asegurar que todas las escuelas privadas estén incluidas en una especie de registro público nacional. Sin embargo, nuestra escuela es la única escuela teológica con status estatal. Cuéntenos un poco sobre el propio instituto. El instituto de San Sergio fue inaugurado en 1925, y ya después de dos años recibió un certificado estatal que lo reconoce como una escuela teológica de educación superior en Francia. La historia del instituto cuenta con tres períodos. El primero fue desde 1925 hasta 1950, cuando trabajaba aquí la élite de los teólogos ortodoxos rusos, filósofos y líderes religiosos, cuando estudiaban aquí los alumnos de la primera ola de emigración. Ellos continuaban desarrollando el pensamiento religioso ortodoxo y las tradiciones de las antiguas academias de Rusia -Moscú, Kazan, Kiev. Precisamente en función de éso y estaba constituido el programa de estudio. De hecho, se trataba de una escuela teológica, pero no se le llamaba ni seminario, ni academia. El viejo profesorado gustaba de darle el nombre de " Instituto " , tal vez en memoria del instituto teológico, que se abrió en los años 20 en San Petersburgo, pero que luego, por supuesto, fue cerrado. Sucedió así, que en el momento, cuando en Rusia se cerraban todas las escuelas de teología, nuestro instituto se abría. Y aquí continuó el trabajo teológico... Después de los años 50 llegó la segunda generación de profesores. ¿De dónde vino esta generación? En aquel tiempo la emigración rusa era muy fuerte. Por ejemplo, el padre Alexis Knyazev, que llegó a Francia siendo aun un niño de diez años, terminó las facultades de derecho y de teología, impartió conferencias en nuestro instituto, y después llegó a ser  rector. Esa era la segunda generación. Vivíamos de recuerdos, relatos sobre cómo habían sido los antiguos profesores. Incluso, si nosotros no los habíamos visto en vida, de todas formas, inmediatamente los reconocíamos en las fotografías, sabíamos de ellos, sabíamos del carácter de cada uno de ellos. Tal fue nuestra viva sucesión a través de la segunda generación. Continuando con el desarrollo del pensamiento teológico ortodoxo, el instituto inició un diálogo con otras confesiones cristianas. En primer lugar, con los protestantes, como los más abiertos, luego con los anglicanos y católicos. En aquel entonces el instituto tenía su misión –  conocer al Occidente con la doctrina, teología y cultura ortodoxa.

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Con el zar Pedro I el Grande (1682–1725) la organización eclesiástica sufrió un gran cambio, puesto que fue suprimido el patriarcado en 1721 y la Iglesia rusa fue desde entonces gobernada por un sínodo que, en realidad, era un órgano burocrático en el cual el zar estaba representado por un procurador superior. Este período sinodal de la Iglesia rusa duró hasta 1917. Paradójicamente fue una época floreciente de la Iglesia rusa. En ese tiempo se difunde la Filocalía, por obra de san Paisy Velichkovsky; es un tiempo de renacimiento monástico: san Serafín de Sarov, el centro monástico de Optina Pustin, visitado por intelectuales y literatos como Dostoievsky, Gógol, etc.; de los startsí, del movimiento eslavófilo, etc. En ese tiempo la Iglesia rusa conoce también una importante expansión misionera. Mientras tanto, en la segunda década del siglo XIX, Grecia se libraba del yugo turco y la Iglesia podía volver a desarrollar con plenitud y normalidad su vida y su misión. Los siglos de dominación turca hicieron que la actividad teológica de la Iglesia griega quedara muy reducida y sin repercusión notable. El pensamiento teológico durante este largo período hay que buscarlo, como hemos insinuado, en la Iglesia rusa. Por lo que a ésta se refiere, en 1917, durante el gobierno de Kerensky, fue restablecido el patriarcado de Moscú, que sufrió una nueva interrupción, desde la deposición del patriarca Tijon, por su oposición al régimen soviético, hasta que el mismo régimen permitió, en 1943, la elección patriarcal de Sergio, quien ejercía las funciones de locum tenens. Pero ahora fue la Iglesia rusa quien no pudo hacer oír su voz ni comunicar su pensamiento durante todo el período comunista. No es aquí el lugar de esbozar la difícil situación de la Iglesia, las persecuciones que sufrió, las relaciones, a menudo de connivencia, con el gobierno soviético y las consecuencias que todo ello trajo consigo, como la creación de nuevas jurisdicciones en Occidente. Todo ello es ampliamente considerado más adelante, en la contribución de D. Pospielovsky. Interesa sólo destacar, como diremos en otro momento, que el pensamiento teológico de la Iglesia Ortodoxa rusa hay que buscarlo en la emigración hacia Occidente. Con la caída del comunismo, la vida eclesiástica en los países de la Europa del Este se va renovando y normalizando.

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