Sin embargo, el protestantismo fue aceptado con gusto por el egoísmo humano y por el voluntarismo de toda clase. El egoísmo y la indisciplina recibieron en el protestantismo una especie de permiso y bendición, lo que se reflejó y se detecta ahora en el sinnúmero de presiones y divisiones en el propio protestantismo. A él se debe, justamente, la declaración abierta de una gran mentira: uno puede ser cristiano sin reconocer ninguna Iglesia. Sujetando, sin embargo, a sus miembros por medio de algunas autoridades obligatorias y por ciertos reglamentos eclesiásticos, el protestantismo se encuentra enredado dentro de las contradicciones desesperadas: él liberó de la Iglesia al ser humano, y ahora él mismo pone límites a esta libertad. De ahí proviene la permanente rebelión de los protestantes contra aquellos pocos y pobres restos del espíritu eclesiástico, que se conservan aún por los representantes oficiales de su religión. Es comprensible que el protestantismo, precisamente, corresponde mejor a la disposición de ánimo reinante en el Occidente. Allí, en el Occidente, han llegado a tener mayor bienestar de vida exterior y la gente se llenó de orgullo a causa de estos logros, se amó a si misma en detrimento de Dios y de sus prójimos. El egoísmo pecaminoso, el menosprecio al prójimo lo enseña allí hasta la filosofía moderna y la literatura contemporánea. ¿Cómo puede el europeo orgulloso aceptar la doctrina de la Iglesia, si para eso, para admitirla debería, antes que nada, renegar del egoísmo y de la falta de disciplina, someterse a la voluntad de la Iglesia y aprender a querer a la gente, colocándose siempre en un sitio inferior con respecto a los demás? En la vida religiosa contemporánea de la sociedad rusa se percibe la influencia directa del protestantismo. Todo nuestro racional espíritu sectario ruso obtuvo sus raíces ideológicas del protestantismo, provienen de él. Pues, ¿de dónde aparecen en nuestro ámbito diversos misioneros sectarios, si no de los países protestantes? Y por eso casi todos los puntos de discrepancia entre los sectarios y la Iglesia Ortodoxa Rusa se expresan precisamente en la negación de la Iglesia, como tal, en nombre de la ficticia «cristiandad evangélica.»

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El Patriarca de Constantinopla goza de cierta primacía de honor, haciéndose a veces árbitro en las diferencias, sin ejercer una jurisdicción sobre el conjunto de la Iglesia ecuménica. Las iglesias locales de Oriente tenían más o menos la misma actitud con respecto al patriarcado apostólico de Roma, primera sede de la Iglesia antes de la separación, símbolo de su unidad. La ortodoxia no admite un jefe visible de la Iglesia. La unidad de ésta se expresa mediante la comunión de los jefes de las iglesias locales, por el acuerdo de todas las iglesias respecto a un concilio local y que adquiere, por eso mismo, un valor universal; por último, en casos excepcionales, puede manifestarse por un concilio general. La catolicidad de la Iglesia, lejos de ser privilegio de una sede o centro determinado, se realiza más bien en la riqueza y multiplicidad de las tradiciones locales, que dan testimonio unánime de una sola verdad: lo que es guardado siempre, en todo lugar y por todos. Siendo católica la Iglesia en todas sus partes, cada uno de sus miembros -no solamente el clero, sino también cada laico- es llamado a confesar y defender la verdad de la tradición, oponiéndose aun a los obispos si caen en la herejía. Un cristiano que haya recibido el don del Espíritu Santo en el sacramento del santo crisma no puede ser inconsciente en su fe; para la Iglesia es siempre responsable. De ahí el carácter agitado y a veces turbado de la vida eclesiástica en Bizancio, en Rusia y en otros países del mundo ortodoxo. Pero ése es el precio de una vitalidad religiosa, de una intensidad de vida espiritual que penetra al pueblo de los creyentes, unido por la conciencia de formar un solo cuerpo con la jerarquía de la Iglesia. De ahí también esa fuerza invencible que permite a la Ortodoxia atravesar todas las adversidades, todos los cataclismos y trastornos adaptándose siempre a la nueva realidad histórica, mostrándose más fuerte que las condiciones exteriores. Las persecuciones contra la fe en Rusia, cuya furia metódica no ha podido destruir a la Iglesia, son el mejor testimonio de esa fuerza que no es de este mundo.

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A finales del siglo XVIII y principios del XIX, los Yoruba pelearon una serie de guerras con sus vecinos y entre ellos. Esta pelea interna y los ataques externos llevaron a la caída y esclavización del pueblo Yoruba. Entre 1820 y 1840, la mayoría de los esclavos enviados desde Benin eran Yorubas. Estos esclavos fueron llevados a Cuba y al Brasil a trabajar en las plantaciones de azúcar. Los Yoruba pronto fueron llamados los «Lucumi,» debido a su saludo «oluku mi,» «mi amigo.» Las leyes españolas, al mismo tiempo que permitían la esclavitud, trataban de atenuar esa injusticia concediendo a los esclavos algunos derechos, al menos en teoría. Tenían derecho a propiedad privada, matrimonio y seguridad personal. También las leyes exigían que los esclavos fueran bautizados cristianos como condición de su entrada legal a Las Indias. La Iglesia trató de evangelizar a los negros Lucumí pero las condiciones eran muy difíciles. Además de la escasez de sacerdotes, la injusticia que es la esclavitud dificultaba que los Lucumí comprendieran y aceptaran lo que se les enseñaba acerca de Dios. Las buenas almas que buscaban ayudarles y evangelizar eran de la misma raza que aquellos otros que les oprimían. El resultado fue que muchos aceptaron exteriormente las enseñanzas católicas mientras interiormente mantenían su antigua religión. Con la revolución comunista, que triunfó en Cuba en 1959, más de un millón de cubanos se exilaron en USA (principalmente en Miami, New York y Los Angeles) y otros países. Entre ellos había santeros que propagaron la Santería en sus nuevos ambientes. Una religión pagana fruto del sincretismo Yoruba + Catolicismo. En sus esfuerzos de esconder su religión africana y sus prácticas mágicas, los lucumís identificaron sus deidades africanas (orishas) con los santos del catolicismo, dando como resultado un sincretismo religioso conocido hoy como la Santería. Un santo cristiano y un orisha lucumí son vistos como manifestaciones diferentes de la misma entidad espiritual.

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La intervención del poder gubernamental en asuntos religiosos, llevó a jansenismo, en el s. 18 a dejar de ser un asunto puramente religioso, y tomar un color claramente social. Los parlamentos se negaron a registrar la nueva bula de Clemente XII. Al jansenismo lo perjudicó, que entre sus seguidores apareció gente exaltada, que comenzó a fabricar «milagros» y seguir supersticiones. Luego el jansenismo perdió el interés para la oposición política, que siguió otros métodos para la lucha contra el gobierno. Por otro lado, los mismos soberanos católicos comenzaron a luchar contra los jesuitas. Desde la mitad del s. 18 el jansenismo desapareció en Francia. En Países Bajos, el jansenismo culminó con la formación de una iglesia independiente. La reformación destruyó allí a la mayoría de los obispos. La cabeza de los católicos locales era el llamado vicario apostólico de Utrecht, él mismo también, el arzobispo. En 1702, este arzobispo apoyo a jansenismo y gracias a esto Utrecht se transformó en su centro. Clemente XI destituyó al arzobispo, pero el capitulo local no reconoció a ninguno de los candidatos que mandaban los papas en lugar del destituido. Mas de 20 años Utrecht no-tenia arzobispo. Para terminar con esto, el capitulo eligió a su candidato; el papa se negó a confirmarlo, y el capitulo se pasó sin la confirmación papal. Al nuevo arzobispo, lo confirmo en 1724 el obispo de Babilonia. Desde entonces, existe una iglesia de Utrecht. A sus arzobispos eligen los obispos de Garlem y Devent La iglesia, considerándose católica, reconoce la primacía del papa (quien sistemáticamente se niega a confirmar a cualquier nuevo arzobispo elegido), hasta condena al jansenismo, pero tercamente se niega aceptar la bula. En 1872 la iglesia de Utrecht se unió con los antiguos católicos. Otra corriente religiosa, surgida en s. 17, bajo el nombre de quietismo ( de la palabra latina que significa la quietud), tenia menos importancia que el jansenismo para el papado. Pero merece atención como protesta contra el formalismo teológico muerto, y un exterior ceremonial, a los cuales conducía toda la vida religiosa de la iglesia Romana.

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La vida espiritual en la Ortodoxia conoce una gran riqueza de formas, de entre las cuales el monacato permanece la más clásica. Sin embargo, contrariamente al monacato occidental, el de Oriente no comprende una multiplicidad de diferentes órdenes. Esto se explica por el concepto mismo de la vida monástica, cuyo fin no puede ser sino la unión con Dios en el renunciamiento total a la vida de este siglo. Si el clero secular (sacerdotes y diáconos casados) o las cofradías de laicos pueden ocuparse de obras sociales o dedicarse a otras actividades exteriores, ocurre de otro modo con los monjes. Toman el hábito ante todo para consagrarse a la oración, la obra interior, en un claustro o un eremitorio. Entre un monasterio de vida común y la soledad del anacoreta que continúa las tradiciones de los padres del desierto, hay varios tipos intermedios de instituciones monásticas. Se podría decir, en general, que el monacato oriental es exclusivamente contemplativo, si la distinción entre las dos vías, contemplativa y activa, tuviese el mismo sentido en Oriente que en Occidente. En realidad, ambas vías son inseparables para los espirituales orientales: la una no puede ejercerse sin la otra, puesto que la maestría ascética, la escuela de la oración interior, reciben el nombre de actividad espiritual. Si bien los monjes ejercen a veces trabajos físicos, es sobre todo con un fin ascético, para mejor conseguir romper la naturaleza rebelde; también para evitar la ociosidad, enemiga de la vida espiritual. Para alcanzar la unión con Dios, en la medida en que ésta es realizable aquí abajo, es preciso un esfuerzo continuo o, más precisamente, velar incesantemente por que la integridad del hombre interior, «la unión del corazón y el espíritu» (para emplear la expresión ascética ortodoxa) resista todos los embates del enemigo, todos los movimientos no razonados de la naturaleza caída. La naturaleza humana debe cambiar, debe ser transfigurada cada vez más por la gracia, en el camino de la santificación que tiene un alcance no solamente espiritual sino también corporal y, de este modo, cósmico. La obra espiritual de un cenobita o de un anacoreta que vive retirado del mundo, aun cuando quede inadvertida para todos, conserva todo su valor para el universo entero. Por eso las instituciones monásticas han gozado siempre de una gran veneración en todos los países del mundo ortodoxo.

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" Señor, Veo cómo tu providencia ha fijado el cielo, el sol, la luna, las estrellas, la oscuridad, la luz y la tierra que se extiende sobre las aguas. Veo cómo tu mano ha aparejado a los diversos animales, los pájaros, los peces. Veo la maravilla que es el hombre al que creaste del polvo. Tan variado es el rostro humano que podrías reunir a todos los hombres del mundo y ninguno tendría el mismo aspecto, pues cada uno, según Tu sabiduría, Señor, tiene el suyo propio. ¡Qué maravilla que las aves del cielo salgan de su paraíso! ¡Qué maravilla que fuertes o débiles, vayan hacia todos los países, hacia todos los bosques, hacia todos los campos..., hacia donde tú los envías!» Esta coexistencia en el mundo de sentido y confusión, de coherencia, de belleza, pero también de futilidad, proporciona uno de los signos que jalonan nuestra marcha hacia Dios. El segundo signo somos nosotros mismos. ¿Por qué, fuera de mi búsqueda de placer y de mi aversión hacia el sufrimiento, experimento un sentimiento de deber y de obligación moral, el sentido de lo que está bien o de lo que está mal? ¿Por qué tengo conciencia? Esta conciencia no me dice, simplemente, que obedezca unas reglas que me han enseñado otros: es personal. Y, lo que es más, ¿por qué yo, que estoy colocado en el tiempo y en el espacio, siento lo que Nicolás Cabasilas llama la sed infinita o la sed de lo infinito? ¿Quién soy? ¿Qué soy? La respuesta a estas preguntas está lejos de ser evidente. El ser humano es inconmensurable. Apenas conocemos nuestro ser verdadero, nuestro yo profundo. Gracias a nuestra facultad de percepción, exterior e interior, a nuestra memoria, al poder de nuestro inconsciente, nos representamos el espacio, pero nos estiramos hacia los confines del pasado o del futuro para alcanzar el más allá del espacio y del tiempo, la eternidad. Se dice en las homilías de san Macario: «En nuestro corazón, hay profundidades insondables que son como un vasito; sin embargo, se ven en él dragones, leones, criaturas venenosas y los tesoros del mal. Se ven allí senderos escarpados y ásperos y abismos abiertos. Dios está allí también. Están los ángeles, está la vida y el Reino, está la luz, los apóstoles, las ciudades celestes y los tesoros de la gracia: todas las cosas están allí presentes.»

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Como diácono de la Iglesia Ortodoxa yo le di ejemplos concretos que demuestran el hecho de que en los últimos años en Ámsterdam, así como y en todo el país, ha crecido significativamente el interés de las personas por la ortodoxia. Mi amigo me sugirió organizar un encuentro con el Decano de la facultad de Teología, profesor Wim Yanse. Durante esta reunión yo escuché de los labios del Decano, que la Universidad Libre “con todo gusto apoyaría la idea y ofrecería dentro de sus paredes un lugar para la Ortodoxia como una de las tres importante denominaciones del cristianismo”. Al mismo tiempo, el profesor Wim Yanse me convenció de que era precisamente en la Universidad Libre en donde se podría organizar en los Países Bajos un Centro Científico Ortodoxo. Por cierto, nuestra Universidad Libre, fundada hace 130 años atrás, es la mayor institución cristiana de educación superior de los Países Bajos. Durante esta conversación fue que comenzamos a construir planes para la creación del futuro centro. La conversación con el decano fue la que propició el surgimiento de la idea de la creación del Centro de Teología Ortodoxa de Ámsterdam (Ámsterdam Centre for Eastern Orthodox Teology, abreviado - ACEOT).   A.H.:  ¿Y cuánto tiempo pasó desde aquel memorable encuentro hasta el momento cuando Su idea se hizo realidad?   Diác. M. Bakker:  Nosotros consideramos el 28 de Mayo de 2010 como el día oficial de inauguración del ACEOT. El Centro fue creado bajo la bendición de la Comisión Episcopal para el Benelux, cuyos miembros incluye a todos los prelados de las Iglesias Ortodoxas Autocéfalas presentes en los Países Bajos. Ese mismo día memorable para nosotros, el profesor de patrística y bizantinismo, miembro de la Academia Británica, Arcipreste Andrew Louth impartió a los reunidos una conferencia sobre: “El carácter de la teología ortodoxa”. El padre Andrew es no sólo un conocido teólogo ortodoxo, que ha escrito deceneas de libros y artículos, si no que también es el superior de una parroquia del Patriarcado de Moscú en Durham, en el Reino Unido.

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Los cometas con sus colas, que a veces se extienden hasta cubrir una mitad de la bóveda celeste, han conmovido profundamente y siempre los ánimos de las gentes. Eran considerados como presagios de acontecimientos especiales. No es, pues, de admirar que este espectáculo, el más bello de todos los fenómenos celestes, se relacionase con la estrella de los Magos de Oriente. Los artistas se dedicaron a representar ese bello motivo; en muchos de los belenes, tan populares en ciertos países, representando el nacimiento del niño Jesús, aparece sobre el portal de Belén un resplandeciente cometa. Las excavaciones y los hallazgos de escrituras han proporcionado un cuantioso material relativo a los fenómenos astronómicos acaecidos en los pasados milenios. Existen dibujos y observaciones procedentes de los griegos, de los romanos, babilonios, egipcios y chinos. Después del asesinato de César, a poco de los idus (I) del mes de marzo del año 44 antes de J.C., apareció un brillante cometa. En el año 17 de nuestra era apareció también de repente otro cometa con una magnífica cola que, en los países mediterráneos, pudo observarse durante toda una noche. El siguiente cometa de importancia apareció en el año 66, poco antes del suicidio de Nerón. En el intermedio existe un relato de mucha precisión procedente de los astrónomos chinos. En la enciclopedia Wen-hien-thung-khao del sabio chino Ma tuanlin, se dice sobre dicha aparición: «En los primeros años del (emperador) Yven-yen, en el 7.° mes, el día Sin-uei (25 agosto), fue visto un cometa en la parte del cielo Tung-tsing (cerca de Mu de los Gemelos). Se desplazó sobre los U-Tschui-Heu (Gemelos), salió de entre Ho-su (Cástor y Pólux) y emprendió su carrera hacia el Norte y penetró en el grupo Hienyuen (Cabeza del León), y en la casa Thaiouei (Cola del León)... En el 56.° día desapareció en el Dragón Azul (Escorpión). En conjunto, el cometa fue observado durante 63 días.» El detallado relato de la antigua China contiene la primera descripción del célebre cometa Halley, aquel magnífico astro con su vistosa cola que se acerca cada 76 años a las proximidades del Sol. Por última vez apareció entre los años del 1909 al 1911. En el año 1986 volverá a gozar la Tierra del raro espectáculo. Pues recorre puntualmente su órbita a través del espacio. Pero no es siempre, ni en todas partes, visible con la misma intensidad. Así, en el año 12 antes de J.C. constituyó un acontecimiento celeste y fue visible con todo detalle. En cambio, ni en los países del Mediterráneo, ni en Mesopotamia ni en Egipto se hace, en aquella época, mención alguna de un cuerpo celeste tan luminoso e impresionante.

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El clero ruso, que se encontró en el extranjero, era, a su manera, elitario. Y si los representantes del mismo se establecían en países ortodoxos, pues, resultaban siendo mucho más preparados, activos, creativos, que los representantes del clero ortodoxo local, precisamente por  eso es que los clérigos rusos hicieron una gran contribución al desarrollo de las Iglesias ortodoxas en los Balcanes. Pero, si a ellos les tocaba vivir en países no ortodoxos, como, por ejemplo, diremos, en países católicos, entonces, y allí se dedicaban a una actividad misionera activa. Cabe señalar que en los años 20-30 surgieron varias nuevas Iglesias Ortodoxas, en la creación de las cuales tomaron parte activa, en el transcurso de su trabajo misionero, los sacerdotes rusos, y algunos de ellos hasta encabezaron el proceso de formación de estas Iglesias. A modo de ejemplo se puede mencionar a la Iglesia Ortodoxa de Albania, que el primer jefe de la cual, el mitropolita Bessarion (Dzhuvani),  fue ordenado por dos jerarcas rusos emigrantes, uno de los cuales, el arzobispo Hermógenes (Maximov), hasta fue considerado como posible futuro jefe de la nueva Iglesia. Surgieron, entre ellas, y algunas Iglesias Ortodoxas no canónicas, en particular, la Iglesia Ortodoxa de Croacia, a la cabeza del mismo mitropolita Hermógenes (Maximov). Alrededor de la mitad del clero de esta Iglesia eran inmigrantes rusos. Durante la guerra fue fundada la Iglesia Ortodoxa de Hungría, que también era dirigida por un sacerdote ruso, el protopresbitero Mijaíl Popov. Luego surgió la Iglesia Ortodoxa de Checoslovaquia, en el nacimiento de la cual, una vez más, los inmigrantes rusos desempeñan un papel muy importante, etc. En Francia los sacerdotes rusos desplegaron una vigorosa actividad teológica y misionera. Algo similar ocurrió en Gran Bretaña. En general, se puede continuar la lista... Fue realmente el inicio de una gran obra misionera rusa en el extranjero, estudio de la cual sólo ha comenzado. Por ejemplo, se está preparando una edición de varios volúmenes sobre la historia de la emigración de creyentes rusos. Hasta ahora sólo se ha preparado el primer volumen, pero todavía no se ha publicado. En lo que se refiere al estudio de la historia de la emigración de creyentes de antes del año de 1917, que es como uno de los antecedentes del futuro desarrollo de labor misionera en el extranjero, pues, todavía queda mucho por hacer.

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Sólo hay un pueblo que, dividido en muchos fragmentos y en aquellos tiempos dispersado sobre el territorio del «Fértil Creciente,» no sufre ni cansancio ni somnolencia. Los hijos de Israel, descendientes de los patriarcas, están aún pictóricos de esperanza y tienen una determinada finalidad. No decaen, antes bien encuentran la fuerza de elevarse y de salvarse en los nuevos milenios hasta nuestros días. Durante mil quinientos años recibió la Humanidad la clara luz irradiada desde el «Fértil Creciente,» el centro más antiguo de civilización y de cultura desde la edad de piedra. Hacia el año 500 antes de J.C. las tinieblas van envolviendo lentamente, aunque con persistencia, los países y los pueblos que contenían el germen de todo lo que después tenía que suceder en otros países. Un nuevo resplandor brilla desde las montañas del Irán; llegan los persas. Los grandes estados semitas y Egipto han realizado sus respectivas misiones históricas; el capítulo más importante y decisivo de la joven humanidad ayudó a preparar el terreno para loe reinos indogermánicos que dan origen al Occidente: es decir, a Europa. Desde el extremo sudoriental del Continente, la luz se dirige cada vez más en dirección a Occidente. Desde Grecia a Roma, a través de la barrera de los Alpes, por la Europa Occidental, hasta Escandinavia y a las Islas Británicas. ¡Ex oriente Lux! En su camino brillan, con pocos siglos de diferencia, nuevas culturas y civilizaciones, el arte alcanza insospechadas alturas en cuanto a belleza y armonía; la razón humana penetra, en tiempos de los griegos, en el campo de la Filosofía y de las Ciencias Naturales hasta puntos sumamente elevados que eran desconocidos para el Antiguo Oriente. En su camino la luz lleva consigo la herencia multifacética del Antiguo Oriente, desde los útiles sistemas de pesas y medidas hasta la Astronomía y, además de todo esto, la escritura, el alfabeto y... la Biblia. • 663–525 antes de J.C. • 669–626 antes de J.C. • 605–562 antes de J.C. • 555–538 antes de J.C. 3. Ciro, Rey de los Persas.

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