En el siglo X, Novgorod (centro importante de comercio), y luego Kiev, fueron las primeras capitales de Rus (cada una de ellas tenia una población de 35 000 habitantes aproximadamente). Recordemos que en aquella época Londres y París eran unos pequeños villorrios, y Berlín todavía no existía. Rusia tuvo también su vasta experiencia democrática, que en algunas comarcas se mantuvo hasta el siglo XVI. El «Veche» (asamblea de ciudadanos) elegía un príncipe capaz, con la expresa condición de que no tuviera bienes ni relaciones en el lugar (a veces ni siquiera se le permitía tener su morada en la ciudad), para jefe militar y juez imparcial. Así fue elegida la dinastía de Riurik, fundada en el año 862. El Bautismo del pueblo ruso. Olga, viuda del príncipe Igor de Kiev y regente de su hijo Sviatoslav, se convirtió al cristianismo. Devotamente concurría a la iglesia de San Elías, templo que era uno de los mas antiguos de Kiev. En el año 954 en Constantinopla fue bautizada por el Patriarca, siendo su padrino el Emperador Constantino Porfirogenito. Era el deseo de Olga establecer la Ortodoxia como religión estatal. Pero la brevedad de su regencia, que finalizo con la mayoría de edad de Sviatoslav, no le dio tiempo. Sviatoslav (padre del príncipe Vladimir) se dedicaba mas a campañas guerreras que a asuntos espirituales. Vladimir, al llegar a príncipe reinante, siguió a su padre en la vida pagana, bulliciosa y licenciosa. Cobrando años, experiencia y sabiduría, y seguramente bajo la influencia de su abuela Santa Olga, comenzó a preocuparse por la salvación de su alma y de su pueblo. A pesar de haber estado preparado para la Cristiandad, quiso asegurarse de su elección, comparando las distintas religiones y profesiones de Fe. Envió una delegación de observadores a estudiar el Islam, el Judaísmo y el Cristianismo, tanto en Roma como en Constantinopla y Sarkel. Sus enviados confirmaron, que en la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla era donde «se sintieron no como en la tierra, sino como en el cielo»

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Hay en el sermón de Pedro un título con el que se designa a Jesús: arjegós tes oyes. Lo hemos traducido antes en el texto como «el autor de la vida,» pero posee un matiz más suge-rente. Se trata de una palabra griega, arjés, que significa «jefe, principio, primacía,» y que ha dado origen a una entera familia de vocablos como «arcángel» (jefe de ángeles), «archisi-nagogo» (jefe de la Sinagoga), «arquitecto» (jefe de los constructores), «architriclino» (jefe de los sirvientes), etc. De Jesús se dice que es el «Jefe» o el «Líder de la Vida,» al cual los judíos han acusado ante Pilatos, mientras que han indultado a un criminal, homicida y ladrón (Barrabás) «Jefe y Líder de la Vida» es un título que Lucas no había usado en el Evangelio, y que tan sólo emplea dos veces en los Hechos, y las dos en boca de Pedro. Pedro hace hincapié precisamente en aquello que tanta repugnancia les había causado a los apóstoles y tanto trabajo les había costado admitir: que el esperado Mesías no era el libertador del poder romano ni el mágico restaurador de una era de abundancia mesiánica, sino que tenía que morir. Y por eso, cuando ellos, los oyentes de Pedro, lo mataron, estaban cumpliendo las Escrituras. El Mesías, aunque crucificado por ellos, ha resucitado y sigue siendo el Mesías anunciado; y, por tanto, tras su Ascensión a los cielos, tras su Glorificación en los cielos, ha de volver otra vez en la restauración universal, que Dios ha anunciado también por los profetas. En esta línea del anuncio que los profetas hicieron de la vida y muerte de Jesús, Pedro añade nuevos testimonios. En su primer discurso sólo citó al profeta Joel, a propósito de la venida del Espíritu Santo, y al profeta David, cuya tumba todavía existía en Jerusalén. En este segundo discurso Pedro amplía el horizonte bíblico y profético referente a Jesús. Quien lo ha glorificado por medio de la curación milagrosa que acaba de suceder es «el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.» La muerte de ese Jesús, de la que los judíos son responsables, aunque con un atenuante de ignorancia, había sido «predicha por boca de los profetas antiguos» (así en plural), desde Samuel en adelante. Y no falta la mención expresa ni de Abraham, el padre de la fe, ni de Moisés libertador de la cautividad de Egipto y legislador. Jesús, por tanto, está avalado por todo el Antiguo Testamento. Pedro había recibido la enseñanza iluminadora del Espíritu Santo, y había aprendido bien la lección. Tan sólo queda – añade Pedro – que os arrepintáis de vuestros pecados, y os volváis y convirtáis a Dios, aceptando con fe a Jesús; como este mendigo que está ante vosotros, que tuvo fe en Jesús, y esta fe le dejó completamente sano.

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Aquel a quien hayan regalado los alimentos de que hemos hablado, los que son traídos por parientes o allegados y que se comen con pan, será llevado por su prepósito a la enfermería y allí comerá de ellos una sola vez. Lo que quede estará a disposición del servidor de los enfermos, pero no para sus necesidades personales. Cuando avisen que está enfermo uno de los parientes o allegados de los hermanos que allí viven, el portero avisará primero al padre del monasterio. Este llamará al prepósito de la casa a que pertenece el hermano, lo interrogará, y juntos pensarán en un hombre de confianza y observancia a toda prueba y lo enviarán con el hermano a visitar al enfermo. (Para el viaje) llevarán la cantidad de víveres que haya dispuesto el jefe de la casa. Si la necesidad los obliga a permanecer más tiempo (de lo previsto) fuera del monasterio y a comer con sus padres y parientes, no consentirán en ello, antes bien, irán a una iglesia o monasterio de la misma fe. Si los parientes o conocidos les preparan u ofrecen alimentos, no los aceptarán o comerán a menos que sean los mismos que se comen habitualmente en el monasterio. No probarán salmuera, ni vino, ni otra cosa fuera de las que están habituados a comer en el monasterio. Cuando hayan aceptado alguna cosa de sus parientes, comerán sólo lo suficiente para el viaje, el resto lo darán a su jefe de casa que lo llevará a la enfermería. Si muere el padre o el hermano de alguno, este no podrá asistir a las exequias a menos que el padre del monasterio se lo permita. Nadie será enviado solo para tratar un asunto fuera del monasterio, sino que se le dará un compañero. Y al regresar al monasterio, si encuentran delante de la puerta a alguno que pide ver a alguien del monasterio conocido suyo, no se permitirán ir en su busca, comunicárselo o llamarlo. Y no podrán contar nada en el monasterio de lo que hayan hecho o visto en el exterior. Cuando se dé la señal de salir a trabajar, el jefe de la casa marchará delante de los hermanos y ninguno se quedará en el monasterio sin que el padre del monasterio se lo haya prescrito. Los que salen para el trabajo no preguntarán a dónde van.

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Cuando se reúnan todas las casas, el jefe de la primera marchará delante de todos y los demás según el orden de las casas y de los individuos. No hablarán, sino que cada uno meditará luego algún pasaje de la Escritura. Si ocurre que alguien, al encontrarse con los hermanos desea hablar a uno, se adelantará el portero del monasterio que está encargado de ese oficio y le responderá. De él se servirán como intermediario. Si no estuviera allí el portero, el jefe de la casa o algún otro que haya recibido orden para ello, responderá a los que se encuentren con los hermanos. Durante el trabajo los hermanos no proferirán ninguna palabra mundana; meditarán en las cosas santas o, al menos, guardarán silencio. Que nadie tome consigo su manto de lino para ir al trabajo, a menos que el superior se lo haya permitido. En principio, nadie vestirá su manto cuando anda por el monasterio después de la sinaxis. Nadie se sentará durante el trabajo sin orden del superior. Si los que guían a los hermanos por el camino tienen necesidad de enviar a alguien para un negocio cualquiera, no lo podrán hacer sin orden del prepósito. Y si el mismo que conduce a los hermanos se ve constreñido a ir a algún sitio, confiará sus obligaciones al que, según el orden viene después de él. Si los hermanos enviados a trabajar en el exterior del monasterio deben comer fuera de él, un semanero los acompañará para darles los alimentos que no necesitan cocción y para distribuirles el agua, como se hace en el monasterio. Nadie podrá levantarse para sacar y beber agua. Al volver al monasterio (de sus trabajos) lo harán en el orden que les corresponde a cada uno por su rango. Y al retornar a sus casas, los hermanos devolverán los útiles, y su calzado al segundo después del jefe de la casa. Por la tarde éste los llevará a una celda separada donde los guardará. Al terminar la semana, todos los útiles serán llevados y ordenados en una sola casa para que los que toman su turno de semana sepan lo que suministrarán a cada casa.

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El jefe de la casa y su segundo solamente tendrán el derecho de obligar a los hermanos a someterse a la penitencia (por los pecados particulares), en la sinaxis de la casa, y en la gran sinaxis, es decir la que celebran todos los hermanos. Si un prepósito ha partido de viaje, su segundo ocupará su lugar para recibir las penitencias de los hermanos como para todo lo que es necesario en la casa. Si en ausencia del prepósito y de su segundo alguno va a otra casa, a lo de un hermano de otra casa, para pedir que se le preste un libro o cualquier otro objeto, y si tal cosa se prueba, será reprendido según la regla del monasterio. El que quiera vivir sin tacha y sin menosprecio en la casa que se le ha asignado, deberá observar delante de Dios todo lo prescrito. Cuando el jefe de la casa esté ocupado, el segundo proveerá a todo lo que es necesario en el monasterio y en los campos. La alegría suprema es celebrar las seis oraciones de la tarde sobre el modelo de la gran sinaxis que reúne a todos los hermanos al mismo tiempo; se la celebra con tanta facilidad que los hermanos no encuentran en ello nada penoso ni experimentan ningún disgusto. Si alguno ha soportado el calor y llega del exterior en el momento en que los otros hermanos celebran las oraciones, no será obligado a asistir si su estado no se lo permite. Cuando los jefes de casa instruyan a los hermanos sobre la manera de llevar la santa vida (en la comunidad), nadie se abstendrá de asistir sin tener una razón muy grave. Los ancianos que son mandados al exterior con los hermanos tendrán, durante el tiempo que pasen fuera, los poderes de los prepósitos y determinarán todas las cosas por propia iniciativa. Darán la catequesis a los hermanos todos los días fijados, y si sucede que nace alguna rivalidad entre ellos, les competirá a los ancianos escuchar y juzgar sobre el asunto; reprenderán al culpable de la falta y al recibir sus órdenes los hermanos se darán al punto la paz, de todo corazón. Si uno de los hermanos experimenta rencor contra su jefe de casa, o el mismo prepósito tiene alguna queja contra un hermano, aquellos hermanos de observancia y fe sólidas deberán escucharlos y juzgar sobre sus asuntos; si el padre del monasterio está ausente y si ha salido por poco tiempo, lo esperar n, pero si ven que su ausencia se prolonga por más tiempo, entonces oirán al prepósito y al hermano, por temor de que una larga espera del fallo sea causa de un más profundo rencor. Que el prepósito y el hermano, como quienes los escuchan, obren en todo según el temor de Dios y no den ocasión a la discordia.

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Si hubiera sido motivo religioso, el Obispo de Antioquía hubiera tenido la Primacía sobre todos los Obispos de Oriente y Occidente , por ser el sucesor directo de los Apóstoles Pedro y Pablo, quienes fundaron la Iglesia de Antioquía antes que la de Roma. Hasta la actualidad, algunos de los Patriarcas de Oriente, además de su nombre llevan el nombre de Pedro, por considerarse sus sucesores. Siguiendo con el aspecto religioso, la Primacía sería un derecho inequívoco del Obispo de Jerusalén sobre todos los Obispos del mundo, puesto que es él el sucesor de Nuestro Señor Jesucristo que es el Gran Fundador, legítimamente el Primero, de toda la Iglesia Cristiana, quien es inmensamente mayor que Pedro, que Pablo y que todos los Apóstoles. El Estado del Vaticano. El Papa de Roma se proclamó jefe de un Estado temporal, y eso contradice lo dicho por el Señor: «Mi reino no es de este mundo” ( Jn. 18:36 ), «dad, pues, a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios” ( Mt. 22:21 ), y «Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad, mas entre vosotros no será así, sino, el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir» ( Mt. 20:25–27 ). Y ¡aquí esta la gran pregunta!: ¿Acaso fue San Pedro jefe de un estado temporal? La Ortodoxia y el Papa. Las Iglesias Ortodoxas consideran al Papa como Patriarca del Occidente y Máximo Jefe de las Iglesias Occidentales que le reconocen. Cuando renuncie a la autoridad que pretende sobre todas las Iglesias Cristianas en el mundo, entonces lo considerarán como el primero entre los Patriarcas y después de él al Patriarca de Constantinopla y los demás Patriarcas. Sólo entonces se le considerará «primero entre iguales.” Читать далее Источник: Adaptación pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol. Поделиться ссылкой на выделенное

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El Consejo Supremo, con sede en la Casa Blanca de Moscú, se negó rotundamente a obedecer al Presidente, considerando su proceder como un golpe de estado antidemocrático, y en la noche del 21 al 22 de septiembre eligió e hizo jurar como Presidente a Alejandro Rutzkoi, hasta entonces Vice-presidente, destituyendo de hecho a Yeltzin. La guardia del Parlamento (o sea de la Casa Blanca de Moscú), distribuyó armas que tenia a su disposición, a civiles que pregonaban defender la democracia. Según los historiadores rusos como Rodin y Pimenov hasta el Parlamento Británico los apoyo. La contienda duro 9 días, con tensión en aumento. Según otros autores, también el parlamento estadounidense censuro a Yeltzin, y solo cuando este prometió que no se vertería ni una gota de sangre de ningún diputado , dio vista buena a la decisión de Yeltzin de ordenar la intervención del ejercito. Entonces Yeltzin denominó la actuación del Parlamento como «facista-comunista» y con fuego nutrido de artillería y ataque de tropas especiales de represión, puso fin al sistema de gobierno de «soviet» («consejo»). Fuentes oficiales estiman las bajas en 150 personas, según observadores imparciales los muertos llegaron a 5 000. Pero realmente no se vertió ni una sola gota de sangre de ningún diputado , como había sido estipulado… Perecieron gente que creía estar defendiendo a la democracia electa por el pueblo. El 12 de diciembre de 1993 en las elecciones se confirmó la nueva versión de la Constitución de la Federacion Rusa, muy beneficiosa para el presidente, ya que según ella el presidente simultáneamente es el Jefe del Estado y el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. En 1985 el 21% de la economía mundial correspondía a la URSS. – A Rusia del año 2000: nada mas que el 1,2 %. Este fue el saldo de las reformas pregonadas y de la política de Yeltzin. El 31 de diciembre de 1999 Yeltzin renuncio a su Presidencia y designo a Vladimir Putin como Presidente interino. Uno de los primeros decretos de Putin fue la impunidad de Yeltzin y de su familia y la legalización de las Privatizaciones efectuadas hasta entonces (ver pagina anterior de este trabajo).

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En relación con este encargo confiado por Dios a San Miguel existe una escena, ya atribuida por los antiguos a Mercurio y figurada sobre los monumentos clásicos, que se encuentra frecuentemente en los ciclos iconográficos medievales: el peso de las almas. El arcángel es representado con una balanza en las manos; en uno de los platillos es puesta el alma bajo la figura de un niño desnudo; mientras el otro platillo, que se supone que contiene el peso moral de sus malas obras, es solicitado por el diablo para que la balanza se incline de su parte. b) La de defensor del pueblo cristiano. Los textos litúrgicos se inspiran gustosos en la Escritura, que designa a San Miguel como jefe de las milicias angélicas, las cuales combaten a Satanás, el enemigo de Dios y de su pueblo, y lo invocan para que defienda a la Iglesia en sus luchas, y a las almas en las estrecheces de la muerte en del juicio: Michael Archangele, veni in adiutorium populo Dei (1. a ant., 2.° noct.); Sánete Michael Archangele, defende nos in praelio, ut non pereamus in tremendo indicio (vers. del Aleluia en la misa). La tradición cristiana ha elegido por esto a San Miguel como patrono de las ciudades. de las provincias y de los reinos católicos; llevaba sus estandartes en primera fila en las batallas; ha puesto su estatua en las ciudadelas, como el castillo del Santo Ángel, en Roma, y lo ha representado con preferencia vestido de guerrero, cubierto con coraza, con la espada en la mano, mientras aterra al dragón infernal, que se agazapa vencido a sus pies. Las místicas visiones de Isaías y las de San Juan en el Apocalipsis, que aluden frecuentemente a una liturgia celestial, es decir, a un templo, a un altar de oro erigido delante del trono de Dios y a un ángel oficiante con un incensario de oro, han dado motivo para ver en él a San Miguel. La oración Supplices, el canon romano y la fórmula todavía en uso en la bendición del incienso parecen confirmarlo. La leyenda se apoderó de la idea, e inventó la creencía de que San Miguel cada lunes celebra en el cielo la misa. Por eso en Verona y en la alta Italia durante el siglo X se iba el lunes a la iglesia de San Miguel ad portam para oír allí la misa, que se creía rica de especiales virtudes. Raterio de Verona (1976), que recuerda tan extrañas supersticiones, las ridiculizaba, diciendo: Secunda, inquiunt, feria Michael Archangelus Deo missam celebrat. O coeca dementia! Quae tibí enim videtur causa, quae apud nos primam vel secundam. facit feriam? nonne solis ortus et eius accubitus? Et quis est alius sol in cáelo nisi sol iustitiae?... Et in quali templo canit S. Michael missam, cum lohannes in Apocalypsi dicat: Templum non vidit in ea? No obstante, la leyenda ha dejado una señal en la liturgia medieval, porque, en la serie de las misas votivas semanales, la del lunes estaba generalmente dedicada a San Miguel, jefe de las milicias celestiales.

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Los monumentos funerarios se encuentran a la salida de un valle desértico, donde yacen asimismo los restos de antiguas canteras y de un gran templo. Semana tras semana son separados los montones de piedras y los restos de columnas rotas del camino que conduce a la entrada de la peña, detrás de la cual se esconde la última morada del príncipe egipcio Chnem-Hotep. Los jeroglíficos, inscriptos en una pequeña antesala, contienen el nombre del difunto. Era el soberano de esta comarca del Nilo que antes se llamaba el «Cantón de las Gacelas.» Chnem-Hotep vivió en tiempo del faraón Sesostris II, hacia el año 1900 antes de J.C. Después de muchos días de trabajo, Newberry consiguió por fin penetrar en una soberbia sala, excavada en la roca. A la luz de unas antorchas distingue tres bóvedas y dos hileras de columnas que se yerguen airosas desde el suelo. Las paredes están adornadas con unas pinturas de magníficos colores. Representan escenas de la vida del príncipe: cacerías, recolección de frutos, danzas y juegos. En uno de los paneles de la pared Norte, junto a un retrato del príncipe, del tamaño natural, Newberry descubre unos tipos extranjeros. Van vestidos de diversa manera como se estila entre los egipcios; su piel es más clara y sus perfiles son duros. Dos empleados egipcios, colocados en primer término, presentan evidentemente el grupo de extranjeros al príncipe. ¿Quiénes son estos personajes? Los jeroglíficos que figuran en unas inscripciones trazadas junto a la mano de uno de los egipcios dan la contestación a esta pregunta: son «habitantes del desierto,» es decir, semitas. Su jefe se llama Abisay. Éste ha llegado a Egipto con treinta y seis hombres, mujeres y niños de su clan y trae regalos para el príncipe, entre los cuales es expresamente nombrado el destinado a la princesa, cierto precioso «stibium» Abisay es un nombre eminentemente semita, y aparece en la Biblia durante el reinado del segundo rey de Israel: «Tomando David la palabra, habló a... Abisay, hijo de Seruyá...» (1 Sam.. 26:6). El Abisay de la Biblia era hermano del jefe del ejército, Joab, malquisto por el pueblo de Israel, bajo el reinado de David, hacia el año 1000 antes de J.C., cuando Israel era un gran reino.

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Si alguien pide un libro para leer, lo recibirá. Pero a fin de semana lo devolverá a su lugar por causa de los hermanos que se suceden en el servicio. Si trenzan esteras, el hebdomadario preguntará a la tarde a los jefes de cada casa cuál es la cantidad de juncos necesarios en su casa; según la respuesta remojará la cantidad de juncos necesaria, para distribuirlos a la mañana siguiente a cada uno por su orden. Si en el transcurso de la mañana se da cuenta que van a necesitar más, los remojará y los llevará a cada casa, hasta que suene la señal de la comida. El jefe de la casa que termina la semana y el que lo releva, como también el padre del monasterio, tendrán cuidado de fijarse en lo que se haya omitido o descuidado del trabajo. También harán sacudir las esteras que se extienden de ordinario sobre el piso de la iglesia y contarán las cuerdas que cada semana se trencen. Escribirán el resultado sobre tablillas que conservarán hasta el momento de la reunión anual, en el curso de la cual hay rendición de cuentas y donde se da la absolución general de las faltas. Al volver de la sinaxis, los hermanos, que van saliendo de a uno, para ir a sus celdas o al refectorio, meditarán cualquier pasaje de las Escrituras y nadie tendrá la cabeza cubierta cuando medite. Y cuando hayan llegado al refectorio, se sentarán por orden en los lugares que les han sido fijados y se cubrirán la cabeza. Cuando un anciano te mande cambiarte de mesa, no le resistirás en lo más mínimo. No tendrás la osadía de servirte antes que tu jefe de casa. No observarás a los que comen. Cada uno de los prepósitos enseñará a los miembros de su casa cómo deben tomar sus alimentos, con disciplina y modestia. Si alguno habla o se ríe durante las comidas, hará penitencia y será reprendido al instante en su mismo lugar. Se pondrá de pie y permanecerá parado hasta que se levante alguno de los otros hermanos que están comiendo. Si alguien llegara tarde a la mesa, fuera del caso en que una orden del superior hubiera motivado tal retraso, hará la misma penitencia o volverá a su casa sin probar bocado.

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