No obstante, la derrota de Ain-Jalut no acabó con las negociaciones entre los cristianos y los mogoles. El kan Abaka(1265–82), hijo de Hulagu, envió una embajada al Concilio de Lyón en 1274, ofreciendo su alianza. Eduardo I, rey de Inglaterra (1272–1307), escribió una carta entusiástica al Kan mogol esperando entrevistarse pronto con él en Palestina, liberada por los esfuerzos conjuntos de los enemigos de la Santa Cruz, En respuesta, seis enviados mogoles visitaron Inglaterra en 1277, pero no pudieron conmover al rey y a sus barones, y se aplazó indefinidamente la esperada cruzada. En 1286, el hijo de Abaka, Argun (1284–91), envió a Europa la última y la más impresionante misión. Para crear una atmósfera favorable, un destacado cristiano, Rubban Sauma, fue nombrado jefe de la delegación. Era cristiano chino, confidente y condiscípulo del patriarca nestoriano, Mar Jahballaha III (1281–1317), que era mogol ongut de nacimiento y que se había criado en Pekín. La misión mogólica visitó Roma, París y Londres en 1287. En todas partes fue recibida con honores; era muy admirado el docto y devoto chino. Dio a conocer a los cristianos occidentales una Iglesia cuya existencia no se sospechaba en Europa. No obstante, sus esfuerzos de conseguir una alianza militar entre los mogoles y los gobernantes cristianos no llegaron a nada, aunque el kan Argun anunció que se bautizaría en Jerusalén tan pronto recuperase la ciudad del poder de los musulmanes. En anticipación de este acontecimiento, bautizó a uno de sus hijos y le dio el nombre de Nicolás en honor del papa reinante. La Europa cristiana permaneció sorda a estas súplicas de Oriente. Sus gobernantes se hallaban absortos en sus disputas y problemas. El kan Argun murió en 1291. El mismo año, Acra fue tomada por los mamluks y Palestina se perdió definitivamente para los cruzados. El kan Ghazan (1295–1304) alteró drásticamente la política de su padre. Abrazó el islamismo, y esto condujo a la conversión del resto de los mogoles. Toda el Asia central, con excepción de Tibet, se incorporó, como el Próximo Oriente, a la comunidad islámica. Los Mogoles y la Conversión de Asia al Islam

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El propio Paisy era un experto director espiritual, y revivificó la verdadera tradición monástica de la Iglesia ortodoxa, que había decaído en muchas partes del mundo oriental en el siglo XVIII. Recordó a los ortodoxos las fuentes de su tradición. Enseñó griego patrístico a sus discípulos y les aconsejó que leyeran a los Padres de la ortodoxia oriental en vez de estudiar los escritos de los controversistas católicos romano y protestantes. El siglo XVIII terminó en Rusia con el corto y trágico reinado de Pablo I (1796–1801). Era maniático y visionario, obsesionado por el deseo de revivificar la sagrada monarquía que habían profanado los monarcas racionalistas de su tiempo, incluyendo a su propia madre Catalina II. En su desordenada mente, el ideal de un Imperio ortodoxo iba combinado con militarismo prusiano y órdenes de caballería medieval. Invitó a los Caballeros de Malta para que se estableciesen en Rusia y aceptó el título de gran maestre. Hizo un estatuto describiéndose como jefe de la Iglesia. Era una pretensión disparatada, pues contradecía a la enseñanza ortodoxa, y, además, la Iglesia rusa era solamente un miembro de la comunidad de los cristianos orientales. No obstante, esta afirmación dio origen al mal entendimiento de que los rusos profesaban el cesaro-papismo. En realidad, la declaración de Pablo I fue el acto arbitrario de un gobernante irresponsable, y lo repudió la Iglesia rusa tan pronto como pudo expresar su verdadera opinión en el Concilio libremente elegido en 1917. La Ascendencia Occidental Sobre el Oriente Cristiano Los siglos XVI, XVII y XVIII fueron el período oscuro de la historia del Oriente cristiano. La opresión política, la pobreza y la ignorancia minaron la fuerza de esta comunidad. Fue también en la época de ascendencia occidental cuando los católicos romanos y los protestantes tomaron por segura su superioridad sobre las Iglesias bizantinas y orientales. La desigual contienda entre el Oriente cristiano y Occidente continuó tanto en Europa como en Asia; uno de sus campos de batalla fue el remoto puesto adelantado del cristianismo oriental, la Iglesia ortodoxa de la costa de Malabar en el sur de la India. La Iglesia de Santo Tomas en el Sur de la India

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La Rusia del período de Kiev era culturalmente avanzada, pero políticamente inestable, debido a la rivalidad de sus numerosos príncipes. Esta deficiencia de sus estadistas resultó fatal cuando Rusia fue invadida de súbito por los mogoles a mediados del siglo XIII. Capítulo IV. La Caída de Bizancio. Siglo XIII-XV Rusia bajo el yugo mogólico (1240–1480). – Sergio de Radonezh (1314–1392). – La obra misionera de la Iglesia nestoriana. – Los mogoles y el cristianismo. – Los mogoles y la conversión de Asia al Islam. – El Concilio Florentino (1439). – -Los últimos años del Imperio. – Los turcos otomanos y la caída de Constantinopla. El saqueo de Constantinopla en 1204 fue seguido de otra mayor calamidad para los cristianos orientales: la súbita irrupción de los mogoles. Los nómades de Mogolia se hallaban divididos en muchas tribus rivales y eran despreciados por sus vecinos más civilizados; nadie esperaba serios peligros de esos salvajes jinetes del desierto. Su espectacular exaltación al poder en el siglo XIII fue tan imprevista como la conquista mahometana del Cercano Oriente y África del Norte en el siglo XVII. El creador del Imperio Panasiático fue Temudjin (1167–1227), hijo de un pequeño jefe. Inició sus hazañas militares atacando y derrotando a los tártaros, una tribu vecina que alevosamente había envenenado a su padre. Resulta irónico que sus hordas se conociesen en Europa por el nombre de ese aniquilado clan, que, no obstante, tomó la forma de tártaros, los espantosos hombres que salían del «Tártaro» (infierno) 12 . Después de muchas aventuras, Temudjin, habiendo unido a todos los mogoles, fue proclamado supremo kan o emperador en 1206 y tomó el nombre de Gengis Kan. En los cuatro años siguientes (1211–15) sometió al poderoso y populoso Imperio Chino, y después de esta victoria se volvió hacia Occidente y devastó Transoxania, Bokhara, Azerbaijan, Georgia y Persia. Conquistó todas las principales ciudades del Asia Central y del Afganistán: Samarcanda, Merv, Nishapur y Herat.

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El rey Ezequías había hecho asegurar las fortificaciones de la Ciudad de David hacia el Sur con una segunda y más fuerte muralla (2 Par. 32:5), cuyos restos han sido excavados. En el instante en que el enemigo penetró en la ciudad, por una brecha practicada en la muralla, los defensores se retiraron, primero a la parte sur de la fortaleza doblemente amurallada y, cuando cerró la noche, salieron al campo libre por una puerta y, cruzando las montañas, se dirigieron a Jericó. El rey Sedecías fue tomado prisionero. Ante su vista fueron degollados sus hijos y a él le sacaron los ojos (2 Re. 25:7) – pues tal era el duro castigo que los babilonios infligían a los traidores. Repetidas veces viene representada esta clase de castigo en sus bajos relieves. Jerusalén es entregada al saqueo; el palacio real y el templo son incendiados, derruidas las murallas y las fortificaciones. La orden de destrucción correspondió a «Nebuzardán, jefe de la escolta» (2 Re. 25:8), gran visir que, en las crónicas de la corte de Babilonia, aparece como «Nabuseri-idinnan.» De nuevo, en el año 587 antes de J.C., fue deportada una parte de la población (2 Re. 25:11). Nabucodonosor eliminó la casa real de David, que había reinado ininterrumpidamente durante cuatro siglos. La tierra de Judá fue convertida en una provincia de Babilonia. Los supervivientes desarrollaron, desde sus escondrijos en las montañas, una lucha de guerrillas de la cual fue víctima el gobernador Godolías, nombrado por los babilonios. La expiación por esta muerte consistió en una tercera deportación, que fue la última ( Jer. 52:30 ). Pequeños grupos de judíos lograron escapar a ella huyendo a Egipto (2 Re. 25:26; Jer. f 43:7). El telón de la historia cayó así sobre una tierra despoblada. Las tribus israelitas fueron dispersadas a los cuatro vientos. FIG. 61. Contra la afirmación bíblica de las deportaciones han opuesto su veto algunos eruditos, entre ellos los ingleses S. A. Cook y C. C. Torrey. Según su opinión, jamás tuvo lugar una deportación en masa desde las tierras de Judá, y sólo algunos personajes notables habían sido llevados en cautiverio a Babilonia.

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Al mismo tiempo, en este movimiento tenían gran importancia los problemas nacionales y sociales. Los taboritas tendían a la abolición del poder de los alemanes y hacia una plena individualidad y independencia de la nación checa. La clase baja estaba impregnada por el odio hacia el clero católico, que vivía suntuosamente y oprimía el pueblo con distintos impuestos. El arzobispo de Praga era dueño de hasta 900 aldeas y muchas ciudades, que por su tamaño y bienestar se igualaban a las del rey. Los taboritas, viviendo en su montaña, por odio al clero y clases pudientes, destruían templos y hacían muchos desmanes. Su ideal era la república democrática. Ellos negaban la jerarquía, tanto espiritual, como civil. Cuando en 1419 murió el rey de Bohemia Wenseslao, los bohemios se negaron a jurar a su heredero el emperador Segismundo, quien traicionó a Guss. Toda la Bohemia se levantó contra él. El papa Martín V envió a Bohemia varias cruzadas, pero no logró nada. Los gussitas, con éxito, repelían a las agresiones. Su segundo jefe (desde 1424) Prokop el Grande, con sus victorias sobre los cruzados, horrorizaba a los países vecinos. En esta situación se encontraba Bohemia hasta la abertura de Concilio de Basel en 1431. En éste se decidió de reconciliar a los gussitas con Roma. Para este tiempo los gussitas se separaron en dos partidos. Los mas moderados de ellos, a los cuales no les gustaban las opiniones extremas, estaban de acuerdo con la reconciliación, con las condiciones de conservar la comunión bajo dos especies, la predica en el idioma del país y se quiten al clero sus propiedades y que tengan un severo juicio de la iglesia. Estos gussitas se llamaban caliestinos (de calies=cáliz), y ultracvistas. Otros gussitas, los taboritas, que llevaron el odio hasta el fanatismo, exigían además la separación de la veneración de las imágenes, abolición de la confesión secreta, etc. El concilio de Basel invitó para las negociaciones a los diputados gussitas. Fueron en 1433, 300 hombres. Largas conversaciones no tenían éxito y gussitas volvieron a casa. El concilio envió en pos de ellos una embajada con la proposición de concesiones. El concilio accedía a cumplir 4 exigencias de los caliestinos y éstos últimos se unieron a la iglesia. Pero en 1462 papa Pío II declaró nulas estas concesiones. Después de esto los caliestinos comulgaban en secreto bajo 2 especies. Los taboritas, hasta después de las concesiones, quedaron enemigos irreconciliables de la iglesia de Roma. En 1434, después de una cruel derrota por los ejércitos católicos, tuvieron que calmarse.

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Reunida con falsos argumentos la materia de la causal perfidia, entre otras cosas dignas de reprobarse, acerca de la adopción de Jesucristo Hijo de Dios según la carne, leíanse allí montones de pérfidas palabras de pluma descompuesta. Esto jamás lo creyó la Iglesia Católica, jamás lo enseñó, jamás a los que malamente lo creyeron, les dio asenso... Impíos e ingratos a tantos beneficios, no os horrorizáis de murmurar con venenosas fauces que nuestro Libertador es hijo adoptivo, como si fuera un puro hombre, sujeto a la humana miseria, y, lo que da vergüenza decir, que es siervo... ¿Cómo no teméis, quejumbrosos detractores, odiosos a Dios, llamar siervo a Aquel que os liberó de la esclavitud del demonio?.. Porque si bien en la sombra de la profecía fue llamado siervo (cf. Job 1:8 ss), por la condición de la forma servil que tomó de la Virgen,... esto nosotros... lo entendemos como dicho, según la historia, del santo Job, y alegóricamente, de Cristo... Defensores de la Ortodoxia San Juan Damasceno, llamado Juan Manssur, nació en Damasco entre los años 650 y 674, en el seno de una familia acomodada. Su padre ocupaba un cargo importante en la Corte. Juan educado en la Corte del Califato de Damasco llego a obtener un puesto equivalente al de Primer Ministro. y llegó a formar también parte de la administración del califato, en calidad de Logoteta o jefe de la población cristiana, que ya estaba bajo el dominio de los Califas. Hacia el año 726 dejó este puesto y se retiró al monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén. Ordenado sacerdote, llevó a cabo una actividad literaria considerable, contestando a las preguntas de muchos obispos y predicando con frecuencia en Jerusalén. Hombre de vasta cultura, su apasionado amor por Jesucristo y su tierna devoción a Santa María le colocan entre los hombres ilustres de la Iglesia, tanto por su virtud como por su ciencia. Desde el punto de vista teológico, su importancia radica en que supo reunir y exponer lo esencial de la tradición patrística , sin carecer de fuerza creadora propia. Su actividad literaria ha dejado obras dogmáticas, polémicas, exegéticas, ascético-morales, homiléticas y poéticas. Su nombre está indisolublemente ligado a la defensa de la ortodoxia cristiana contra la herejía iconoclasta, que rechazaba el culto a las imágenes.

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Shkarovsky M.V.:  Por supuesto, hay, y bastantes. Esto se debe al hecho de que el verdadero estudio científico de la Iglesia Ortodoxa Rusa no comenzó sino hasta 1990, y más exáctamente, hasta fines de los años 90. Propiamente, sólo entonces apareció la primera buena colección de documentos, aparecieron las primeras monografías serias, y desde esos diez años que han pasado hasta ahora, creo yo, se han hecho sólo las primeras aproximaciones al tema. Existen serios problemas para el posterior desarrollo de la historia de la Iglesia, y uno de los más importantes, es que hasta ahora siguen siendo inaccesibles muchos documentos de diferentes archivos, incluso, en los años 90, los archivos eran mucho más accesibles para las investigaciones de lo que son actualmente. Esto se refiere a los archivos presidenciales, a los archivos de la seguridad del estado, a algunos archivos estatales, en particular, a los antiguos archivos del partido, de los cuales fueron cerrados algunos fondos que eran accesibles en los años 90. Desafortunadamente, esta tendencia a restringir el acceso de investigadores, incluyendo a los de la iglesia, a los materiales de archivo continúa evolucionando, y está tomando ahora algunos nuevos síntomas negativos: por ejemplo, en estos momentos, en la ciudad de Arjángelsk, está teniendo lugar un proceso jurídico en contra de uno de los historiadores de esta ciudad, que es el jefe de la cátedra de historia de la Universidad de Pomorje, Mijaíl Suprun, el cual estudiaba materiales sobre las represiones a los alemanes, que fueron asentados en la región de Arjángelsk. Se le acusa de violar la ley sobre la conservación de la privacidad, que se adoptó en la década de los años 2000, y que en mucho restringe el acceso a los materiales de los sometidos a represión. Pero no están disponibles, no sólo una parte de los materiales sobre las represiones, sino también una parte de las directivas de los órganos del partido, de los órganos de la seguridad del estado en relación hacia la iglesia, y esto se refiere incluso a la década de los años 1920. Haré mención sólo una historia - las conversaciones con el mitropolita Sergio (Stragorodsky), que entonces era el suplente del mestoblyustitel ( El que ocupa el puesto del patriarca en ausencia de éste último. Not. Trad.) del trono patriarcal, antes de su liberación en 1927: ¿bajo qué condiciones él fue puesto en libertad?, ¿qué tipo de política, en relación a esto, más tarde se vió obligado a realizar?. Todo esto aun en gran medida no está claro. Temas que aun quedan sin investigar, y que son claves para la historia de la Iglesia Ortodoxa del siglo XX, por desgracia, todavía son bastantes.

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Sócrates (l.c.) tiene conocimiento de epístolas que escribió «al emperador Constancio y a algunas otras personas, en las que entretejía disputas aburridas haciendo una exhibición de sus sofismas.» El compilador de la Doctrina Patrum de incarnatione Verbi ha conservado (311–2 ed. Diekamp) cinco pasajes de su carta al tribuno Mazón. Eunomio de Cícico E unomio, defensor literario y jefe del neoarrianismo, fue más importante que su maestro Aecio. No sabemos nada de su infancia. Gregorio de Nisa (Contra Eunom. 1) dice que su padre era labrador, «hombre excelente, excepto por el hijo que tuvo.» La misma fuente nos informa que aprendió taquigrafía para ganarse la vida. Sócrates (Hist. eccl. 4,7) nos dice que fue secretario de Aecio «y aprendió de él su modo sofístico de razonar.» Eudoxio de Antioquía le ordenó diácono y, el año 360, cuando él era obispo de Constantinopla, le promovió la sede de Cícico. Como obispo «asombró a sus oyentes con sus extraordinarios alardes de arte «dialéctica» y produjo una gran sensación en Cícico. A la larga, no pudiendo soportar por más tiempo la ostentación de su lenguaje vacío y arrogante, la gente le expulsó de la ciudad. Entonces él se retiró a Constantinopla y pasó a vivir con Eudoxio, siendo tenido como un obispo titular» (Sócrates, l.c.). A la muerte de Aecio fue él el exponente principal del anomeísmo. y a sus secuaces se les llamó eunomianos. Se retiró a su finca de Calcedonia (Filostorcio, Hist. eccl. 9,4). El año 383 asistió al sínodo de Constantinopla. Poco después le desterró el emperador Teodosio. Hasta el 394 vivió en Halmiris de Mesia, en Cesarea de Capadocia y en la vecina Dacora. Sus Escritos Sus obras fueron muy numerosas y provocaron muchas refutaciones. Escribieron contra él Dídimo el Ciego (cf. supra, p.29), Basilio Magno (cf. supra, p.219) y Gregorio de Nisa (cf. supra, p. 270), Sofronio, Apolinar de Laodicea y Teodoro de Mopsuestia. A excepción de los tratados de los dos Capadocios, todas estas refutaciones se han perdido.

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2 . Sobre las promesas (Περ επαγγελιν). Eusebio nos describe las circunstancias que dieron origen a los dos libros Sobre las promesas y su contenido: Dionisio compuso, además, los dos libros Sobre las promesas. El tema se lo dio un obispo egipcio, Nepote. Este enseñaba que las promesas hechas a los santos en las divinas Escrituras deberían interpretarse más a la manera de los judíos e imaginaba que habría un milenio de goces corporales. En todo caso, creyendo poder confirmar su opinión con el Apocalipsis de Juan, había compuesto un libro sobre esta materia bajo el título de Refutación de los alegoristas. Dionisio ataca esta obra en sus libros Sobre las promesas; en el primero expone su opinión sobre a miel la cuestión, y en el segundo trata del Apocalipsis de Juan (Hist. eccl. 7,24,1–3). El obispo Nepote mencionado aquí gobernaba la diócesis de Arsinoe. Se había servido del Apocalipsis de San Juan para apoyar sus doctrinas quiliastas, rechazando la interpretación alegórica de Orígenes. Este libro de Nepote tuvo un gran éxito, incluso después de su muerte, hasta el punto de «haber cismas y defecciones de iglesias enteras» (ibid. 7). Dionisio fue, pues, a Arsinoe y sostuvo una disputa sobre el problema milenarista: Hice llamar a los presbíteros y doctores de los hermanos que están en los pueblos, y, en presencia de los hermanos que querían, les propuse hacer un examen público del libro. Ellos me trajeron este libro (el de Nepote) como un arma y una muralla inexpugnable. Me senté con ellos por tres días consecutivos, de la mañana a la noche, y traté de corregir lo que estaba escrito... Al final, Coración, pastor y jefe de este movimiento, dijo que renunciaba a su partido, porque le habían convencido los argumentos en contra. Sin embargo, de regreso a Alejandría, Dionisio juzgó necesario completar aquella disputa con sus dos libros Sobre las promesas, a fin de contrarrestar toda influencia ulterior del libro de Nepote. Es interesante notar que en su refutación niega que el apóstol Juan sea el autor del Apocalipsis:

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d) Exhortación a Severina. En la lista de la estatua de Hipólito figura también una Exhortación a Severina, de la que no ha quedado nada. e) Contra Marción. Eusebio (Hist. eccl. 6,22) y Jerónimo (De vir. ill. 61) hablan de una obra de Hipólito Contra Marción. En la lista de la estatua no aparece; en cambio, aparece el título Sobre el bien y el origen del mal. Dado que la doctrina de Marción se ocupaba extensamente del origen del bien y del mal, es posible que Eusebio y Jerónimo se refieran a esta obra. Del tratado no queda absolutamente nada. f) Sobre el evangelio de Juan y el Apocalipsis (Υπρ του κατ ωννην ευαγγελου κα ποκαλψεως). Este es otro de los títulos grabados en la estatua. El sirio Ebedjesu (Cal. libr. onin. Eccl. 7) lo conoce y lo llama Apologia pro apocalypsi et evangelio Ioannis apostoli et evangelistae. Iba evidentemente dirigido contra los alogoi, que negaban la doctrina del Logos. Su jefe Gayo rechazaba por la misma razón el evangelio de San Juan y el Apocalipsis. Parece que Epifanio (Haer. 51) se sirvió del tratado de Hipólito para su descripción de los alogoi. g) Contra Gayo. Según Ebedjesu (Cal. 7), Hipólito escribió un tratado especial Contra Gayo ( Κεφλαια κατ Γαου). Quedan cinco fragmentos en Dionisio Bar Salibi (1171), todos ellos sobre textos del Apocalipsis. Parece, pues, que también este libro lo escribió en defensa del Apocalipsis. Gayo rechaza algunos pasajes por razones escatológicas, e Hipólito los defiende apoyándose en otros pasajes bíblicos. III. La Teología de Hipólito de Roma. En las páginas anteriores hemos comparado varias veces a Hipólito con su contemporáneo Orígenes. El volumen de su producción literaria y su predilección por los estudios exegéticos no pueden menos de recordarnos al gran alejandrino. La tradición afirma que fue discípulo de Ireneo; imitó ciertamente a éste en su preocupación por refutar a los herejes. Bajo más de un respecto representa el eslabón que enlaza a los polemistas católicos, tales como Ireneo, con los sabios católicos, al estilo de Orígenes. Por lo que sabemos de él, no se propuso, como este último, construir un sistema teológico. Le interesan menos los problemas científicos y las especulaciones teológicas que las cuestiones prácticas. Fue un escritor brillante, aunque a veces abusara de los recursos retóricos. No encontramos en él la profundidad que tanto admiramos en Orígenes. Su cimiento de la filosofía es superficial; y así, mientras los apologistas griegos, especialmente San Justino, y más aún los alejandrinos Clemente y Orígenes, intentaron tender un puente entre el pensamiento helénico y la fe cristiana, Hipólito consideró la filosofía como germen de herejías. Esto no obstante, tomó de la filosofía griega mucho más que Ireneo. Sus escritos canónicos y polémicos, especialmente la Tradición apostólica, ejercieron un influjo duradero.

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