Recordaremos en los primeros siglos, entre los más importantes desde el punto de vista litúrgico, los sínodos asiáticos (finales del siglo II), sobre la cuestión de la Pascua; los concilios de Hipona (393), Cartago (407), Mileto (416), en los cuales se impuso una aprobación preventiva de los formularios litúrgicos y se eliminaron los sospechosos de error contra fidem o por otros motivos menos dignos; los sínodos de Vaison (442), Vannes (461), Agde (601), Gerona (563). Braga (563), Toledo (633), en los cuales se insiste fuertemente sobre la obligación de la unidad litúrgica en las Calías y en España, siguiendo las antiguas tradiciones ut unaquaeque provincia et psallendi et ministrandi parem consuetudinem teneat; y tratando de las iglesias menores C on la metropolitana, ad celebrando divina officia, ordinem quem metropolitani tenent, provinciales eorum observare debeant. Es preciso añadir, además, que aun algunas veces el poder civil, en la persona de los emperadores y del rey, no sólo intervino para apoyar la obra de los obispos y de los concilios, sino que hasta se creyó autorizado para dar leyes y disposiciones en materia litúrgica. Los emperadores Constantino, Teodosio, Justiniano, por citar algunos, y, sobre todo, los reyes carolingios se distinguieron en este particular. Fueron generalmente movidos de una recta intención, persuadidos como estaban de la anticua máxima romana, que el fus sacrum pertenecía al fus publicum, y que, por tanto, era un derecho del rey. Y llegaron a un convencimiento mayor después que la Iglesia, con un rito sagrado considerado como un sacramento, los coronara como reyes; por lo cual se consideraron como representantes de Dios, el cual reinaba sobre los pueblos a través de su persona consagrada. Por esto usurparon conscientemente más de una vez un poder que no tenían, introduciendo y sancionando costumbres o abusos litúrgicos. Como cuando el emperador Zenón concedió a Unnerico que los vándalos pudieran celebrar la liturgia en su propia lengua. La Obra de los Papas

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Sobre el periodo que sigue al 428, año en que Nestorio fue nombrado obispo de Constantinopla, estamos mejor informados. Es en la defensa de la ortodoxia contra el nestorianismo donde aparece Cirilo como un factor importante en la historia eclesiástica y dogmática. Nestorio, alumno de la escuela teológica de Antioquía, en sus sermones episcopales afirmó que en Cristo hay dos personas, una persona divina, que es el Logos, que mora en una persona humana, y que no se podía llamar Theotokos, Madre de Dios, a la Virgen María. Sus argumentos los refutó Cirilo en su carta pascual ya en la primavera del 429. Poco después, el Alejandrino volvió a defender la doctrina ortodoxa en una extensa encíclica dirigida a los monjes de Egipto. De esta manera, el antagonismo latente que existió durante dos generaciones en las cuestiones cristológicas entre los dos grandes centros del Oriente se convirtió en un conflicto abierto, no sólo entre los representantes de las dos escuelas, sino entre Alejandría y Constantinopla. La vieja historia de mutua rivalidad entre estas dos sedes vino a añadir un elemento político a la controversia teológica y le prestó la apariencia de una agria disputa personal. Después de haberse cruzado sin éxito unas cartas. Nestorio y Cirilo apelaron al papa Celestino. Un sínodo celebrado en Roma, en agosto del 430, condenó a Nestorio y aprobó la teología de Cirilo. El Papa encargó a Cirilo que comunicara la decisión a Nestorio. Cirilo redactó doce anatemas contra la nueva herejía y las agregó a la carta del Papa, amenazando a Nestorio con la deposición y la excomunión si dentro de los diez días no retractaba sus errores. No quedaba más que una posibilidad para evitar una ruptura violenta en la Iglesia oriental: un concilio general. Por eso, el emperador Teodosio, animado sobre todo por Nestorio, convocó en Efeso a todos los metropolitanos y obispos del Imperio para Pentecostés del año 431, para el sínodo que se hizo famoso en todo el mundo como el tercer concilio ecuménico. En la primera sesión (22 de junio del 431), que presidió Cirilo como delegado papal, Nestorio fue depuesto y excomulgado; se condenó su doctrina cristológica y se reconoció solemnemente el título de Theotokos.

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В «Собрание, посвященное Ансельму» было включено ок. 240 текстов, содержащих положения римского права. В григорианских итальянских сводах активно использовались выдержки из Кодекса Феодосия, подтверждавшие права и привилегии Церкви (они приводились Гинкмаром Реймсским и затем были включены в «Собрание 74 титулов»), заимствования из Кодекса и Институций Юстиниана, «Эпитом Юлиана». В X в. тексты из Кодекса Феодосия вошли в «Две книги...» Регинона Прюмского, в сборник Аббона из Флёри. В Декрете Бурхарда Вормсского представлено много выдержек не только из Кодекса Феодосия, но и из юстиниановских текстов, заимствованных из «Собрания, посвященного Ансельму» (Бурхард Вормсский атрибутировал принадлежность большинства ссылок на нормы рим. права Соборам и Римским папам). В XI-XII вв., после обнаружения текста «Дигест», канонисты использовали его или выдержки из него (напр., «Exceptiones (Petri) legum romanorum», «Collectio Tubingensis») в добавление к Кодексу и Институциям Юстиниана (напр., в «Британском своде» и сборнике «Поликарп»). В Декрете Иво Шартрского кн. 16 (De officiis laicorum) почти целиком состоит из норм рим. права, а в его сводах приводится ок. 250 фрагментов юстиниановских текстов. Благодаря григорианской реформе с кон. XI в. в католической Церкви возродилась практика проведения универсальных и поместных Соборов (иногда с участием папских легатов). Соборы оставались важнейшим источником действующего (позитивного) К. п., а также судебных решений. В XII в. проходило становление института вселенских Соборов католич. Церкви (Concilia generalia, или Concilia universalia). Они берут начало от т. н. папских Римских Соборов (синодов) периода григорианской реформы, к-рые, как правило, были Соборами Римской провинции или поместными Соборами Италии (иногда с участием франц., испан., англ. или герм. прелатов). Несмотря на локальный статус, на этих Соборах принимались решения, касавшиеся всей католич. Церкви. На протяжении XII-XIII вв. роль таких Соборов, проходивших под председательством папы в Риме или в других местах, где находилась папская курия (напр., Турский Собор 1163 г.), постепенно росла благодаря тому, что на них принимались важнейшие общецерковные решения.

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K. Bardy, K. Preysing, A. Ehrhard, sobre todo P. Galtier y otros han hecho suya esta hipótesis; Poschmann la apoya absolutamente. Por otra parte, sin embargo, a la primera teoría no le faltan defensores, como H. Koch. A. v. Harnack, P. Batiffol, E. Goeller, J. Hoh, D. van den Eyden, E. Caspar, B. J. Kidd, W. Koehler. J. Haller, K. Müller y H. Stoeckius. Ya hemos expuesto más arriba las razones que no permiten identificar la situación descrita por Hipólito con el «edicto perentorio.» Los títulos Pontifex Máximus y episcopus episcoporum no prueban que se trate de un obispo romano. Hay que tener presente que el título Pontifex Maximus en aquella época no era un término especial para designar al obispo de Roma, sino una simple distinción reservada al emperador . Tertuliano la aplica irónicamente a su adversario, porque éste se arrogó el poder de un emperador. Podría, pues, designar también al obispo de Cartago, Agripino. Lo mismo puede decirse del otro título episcopus episcoporum. No basta para probar que se trata del obispo de Roma. Cipriano aplica irónicamente esta expresión a un seglar orgulloso de la Iglesia de Cartago (Epist. 66,3). D. Transes y A. Vellico han buscado una solución intermedia en esta controversia, sugiriendo que Tertuliano se refiere a un edicto de Calixto y a otro de Agripino: éste habría juzgado necesario dar carácter local a un decreto más general de aquél. 2 . Ponciano (230–235). Ponciano fue el sucesor de Urbano (222–230). Según San Jerónimo (Epist. 33,5), en un sínodo celebrado en Roma (231 ó 232), aprobó la deposición de Orígenes decretada por Demetrio de Alejandría. Se puede presumir que el Papa informó de esta decisión a Demetrio por medio de una carta, sobre todo considerando que Demetrio le había escrito ya una durante este conflicto (Hist. eccl. 6,8,4; Jerónimo, De vir. ill. 54). 3 . Fabiano (236–250). Cipriano dice (Epist. 59,10) que Fabiano dio por escrito su aprobación a la condenación del obispo Priato de Lambese, pronunciada por un concilio de Numidia.

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Por regla general, la penitencia publica se concedía una sola vez. La Iglesia mantuvo inmutable el principio ya mencionado por Hermas: Servís Dei poenitentia una est, y repetido como un artículo de fe por San Ambrosio: Sicut unum baptisma, Ha una poenitentia. Esta rígida sanción contra los reincidentes provenía de una cierta praesumptio iuris, que hacía poner en duda la sinceridad de su primera conversión y miraba a mantener bien elevado el prestigio del sacramento. Caute salubriterque proüisum est – decía San Agustín – ut locus illius humillimae poenitentiae semel in ecclesia concedatur, ne medicina vilis esset aegrotis. Con esto se buscaba el que los reincidentes no desesperasen de su salvación, porque Deus super eos suae patientiae non obliviscitur; más aún, el papa Siricio (+ 399), modificando la antigua disciplina penitencial sobre el particular, permitió que éstos, quia iam suffugium non habent poenitendi, pudiesen asistir, junto con los fieles, a todo el sacrificio eucarístico y recibir la comunión al menos a la hora de la muerte. Parecidos sentimientos de mayor comprensión hacia los reincidentes debió abrigar San Juan Crisóstomo, pues entre las acusaciones de sus adversarios estaba también la de haber predicado que se podía conceder ilimitadamente a los pecadores la penitencia y la reconciliación: Sí millies lapsus, poenitentiam egeris, in ecclesiam ingreciere. También un obispo africano de mitad del siglo V, Víctor de Cartena, invita a los reincidentes a no desesperar por sus recaídas, ya que el Médico divino no niega nunca su perdón. Señal esta de que la práctica pastoral se orientaba hacia una decisiva mitigación de la antigua disciplina. Con todo, el extremo rigor hacia los relapsi perduró mucho tiempo en la Iglesia. Todavía al final del siglo VI, el II concilio de Toledo (589) calificaba como una execrabilis praesumptio la costumbre, hacía poco introducida en alguna iglesia de España, de dar más de una vez la reconciliación: ut (homines) quotiescumque peccare líbuerint, toties a presbytero reconciliari expostulent. Contra éstos, qui ad priora vitia, üel infra poenitentiae tempus, vel post reconciliationem relabuntur, el concilio, conforme a lo dispuesto por les antiguos cánones, prohibe toda ulterior penitencia, secundum priorum canonum severitatem damnentur. Pero esta costumbre se consolidó y extendió en seguida sus benéficos influjos sobre toda la Iglesia.

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25 Убедиться, что речь идет именно о деспоте Димитрии, можно из сообщения Санта-Кроче, что «dispotus» сидел первым возле императора («prope imperatoris… primo dispotus Servie»), поскольку в греческом «Описании собора» митр. Дорофея Митилинского утверждается, что это место принадлежало брату императора (см.: Quae supersunt Actorum graecorum Concilii Florentini. Pt. 1. P. 12). 26 Сиропул, впрочем, в дальнейшем говорит только об одном грузинском архиерее; участь второго неясна. 32 «В соответствии с принципом, закрепившимся на Пизанском Соборе 1409 г., все участники Констанцского собора разделялись на нации (nationes). В действительности каждая из соборных наций являлась сложным конгломератом представителей государственных образований и наций в современном смысле этого слова, объединяемых в силу церковно-политической традиции, на формирование которой оказали влияние как объективные факторы (географическая близость, языковая общность и т. п.), так и конкретные обстоятельства средневековой истории Европы» (Смирнов Д. В. Констанцский собор//Православная энциклопедия. Т. 37. С. 363). По «нациям» осуществлялось и голосование на соборах концилиаристского движения. 33 Fantinus Valaresso. Ordo conciliorum generalium. 20/B. Schultze, ed. Roma, 1944. P. 18. Таким образом, Флорентийский собор оказывается не XVII, как в современной римско-католической нумерации, а IX Вселенским (Девятым его Валарессо и называет в своем сочинении). 34 Iohannes de Torquemada. Apparatus super decretum Florentinum unionis Graecorum/E. Candal, ed. Roma, 1942. P. 12. 35 Показательны слова униатского архиеп. Родосского Андрея Хрисоверга: «…четыре патриарха, которые, как вы утверждаете , имеют равную власть с великими понтификами…» (Quae supersunt Actorum graecorum Concilii Florentini. Pt. 1. P. 57). С его точки зрения, в действительности ни о каком равенстве власти речи идти не могло. 36 «В то же время проходил и еще один собор, на котором папа был подсудимым, и именно его мы, имея на то все разумные и справедливые основания, избрали как более авторитетный и с ним изначально договорились о встрече» (Gennadius Scholarius. Apologia Brevis Antiunionitum. 6//Œuvres complètes/L. Petit, X. Sidéridès, M. Jugie, éd. P., 1930. Vol. 3. P. 87).

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Ocupó la sede de Rouen en torno al 385. Hacia el 396 pasó a Inglaterra para conjurar la amenaza arriana, y sabemos que en el 403 se hallaba en Roma aunque desconocemos el motivo. Murió en torno al 410. Obras: Escribió un discurso Acerca de la alabanza de los santos, pronunciado en el 396 con ocasión de la llegada de diversas reliquias. Vigilio Vida: Papa (537–555), nació de familia noble y fue diácono con Bonifacio II, quien lo designó como sucesor suyo en el 531, aunque revocó la medida ante las protestas que había provocado el conocimiento de la misma. Nuncio papal en Constantinopla, pactó con la emperatriz Teodora – que era monofisita – que recibiría el apoyo de ésta para la elección papal a cambio de rechazar el concilio de Calcedonia del 451 y de restaurar al patriarca Antimo, depuesto por Agapito I. La elección de Silverio como papa impidió a Vigilio llevar a cabo sus propósitos y tuvo que esperar a que el general bizantino Belisario depusiera a aquél para acceder a la sede romana. Fatalmente dependiente de los caprichos de Justiniano, cuando éste condenó los Tres Capítulos, i. e, a los defensores de la cristología de las dos naturalezas para satisfacer a los monofisitas de su reino, Vigilio, tras el arresto y encarcelamiento que sufrió a manos del ejército imperial, cedió a sus pretensiones. La reacción que la debilidad papal produjo en Occidente fue virulenta y un sínodo africano (550) procedió a excomulgarlo. Vigilio intentó resistir a partir de ese momento las presiones imperiales y en el 551 huyó atravesando el Bosforo y refugiándose en Calcedonia. Un concilio convocado en Constantinopla en el 553 bajo los auspicios imperiales no contribuyó a solucionar la situación. De hecho, Justiniano reveló su correspondencia secreta con el papa Vigilio al que redujo a prisión domiciliaria. Unos meses después, enfermo y deprimido, el papa aceptó condenar los Tres Capítulos y el emperador lo dejó en libertad permitiendo su regreso a Roma. Con todo, permaneció un año más en Constantinopla obteniendo de Justiniano una Pragmática Sanción (554) que concedía privilegios a la Iglesia y que aseguraba el dominio imperial en Italia.

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Hay que decir que la doctrina de Khomiakov no es la doctrina oficial de la Iglesia Ortodoxa. Pero sí que es doctrina general de la Ortodoxia que el Espíritu Santo asegura la única infalibilidad que reconoce la Iglesia Ortodoxa: la de la Verdad. Y el Espíritu hace evidente la Verdad a la Iglesia, es decir, a los cristianos que hacen de la Iglesia el fundamento de su conciencia. Son todas las iglesias particulares, reunidas en concilio o en comunión de fe, las que aseguran la verdad. Y la verdad sancionada por el colegio episcopal requiere el consenso de toda la Iglesia. Un consenso que no tiene nada de jurídico ni deriva de una concepción democrática de la Iglesia. Olivier Clément concluye toda esta cuestión diciendo: «Lo repetiremos contra toda interpretación «democrática» del pensamiento a veces confuso de Khomiakov, a través del cual, casi siempre se lee esta encíclica: el pueblo (por supuesto, clérigos y seglares, no seglares solamente) protege la verdad, pero no la define; la definición pertenece únicamente al Magisterio, pero todo cristiano consciente tiene el deber, en caso de incertidumbres graves, de exigir un nuevo juicio del magisterio, al que la Iglesia, esta vez, pueda responder con un amén análogo al de la epíclesis: digamos, pues, que si el consenso de la Iglesia no es idéntico al amén dé la epíclesis, debe llegar a ser idéntico por un proceso histórico en el que el Espíritu puede servirse de los profetas para llamar al episcopado a su carisma, para hacer coincidir en la asamblea de los obispos el inevitable momento personal con el momento funcional, a fin de que la asamblea sea concilio, instrumento fiel de la Verdad.» Nicolás Afanassieff, el teólogo de la eclesiología eucarística, resume su aportación sobre la infalibilidad de la Iglesia de la manera siguiente: «Según la doctrina de la Iglesia Ortodoxa, la infalibilidad pertenece a la Iglesia en sí misma. Dicho de otra manera, la respuesta viene ya incluida en la pregunta. Desde el momento que la infalibilidad pertenece a la Iglesia – y le pertenece, para emplear el término católico, ex sese –, queda excluido el que haya de pertenecer a un órgano cualquiera, ya sea unipersonal o colectivo. La dificultad, por tanto, del problema de la infalibilidad de la Iglesia no estriba en el concepto mismo de infalibilidad, sino en el concepto de Iglesia, tal como es considerado por los distintos sistemas eclesiológicos.» 7. El mundo sacramental

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Cuando los miembros del Concilio hubieron terminado su obra, enviaron una carta al Emperador informándole de sus decisiones. En respuesta, Teodosio ordenó que los bienes de la Iglesia de todo el Imperio se entregasen a los obispos que estaban en comunión con Nectario de Constantinopla, Timoteo de Alejandría, Diodoro de Tarso y Óptimo de Antioquía. Constantino hizo a los obispos únicamente responsables de la formulación de las doctrinas y de la disciplina de la Iglesia. El propio Teodosio decidió qué escuela teológica era la ideal. En el año 383, convocó una conferencia de los jefes de las diversas sectas cristianas, y, cuando le presentaron sus varias confesiones de fe, eligió la que incorporaba la ortodoxia nicena y ordenó que las demás se quemaran en público. Publicó una ley prohibiendo a todos los cristianos que rechazaban el Concilio Niceno que celebrasen ejercicios espirituales. La oposición antinicena se extinguió en todo el Oriente con asombrosa rapidez. Sus jefes estaban demasiado comprometidos por su previa confianza en el apoyo del Estado para ofrecer una seria resistencia a la nueva política del Emperador. Además se hallaban divididos, y muchos de ellos reconocían la validez del homoousios de acuerdo con la interpretación de los Padres Capadocios. La protección imperial fue bien recibida por el partido ortodoxo, pocos miembros de los cuales repararon entonces en el precio que la Iglesia habría de pagar al dar autoridad al Emperador para elegir una escuela de teología y convertirla en pauta de catolicismo en el Imperio. La Conversión en Masa del Imperio En el transcurso del siglo IV la vida de los habitantes de la mitad oriental del mundo mediterráneo, de Egipto, Siria y Asia Menor, experimentó una transformación espiritual que tuvo trascendentales repercusiones en la esfera secular. La fe cristiana, que hasta entonces profesaba una mayoría, sustituyó a las antiguas religiones; los ideales ascéticos, en una forma extrema, conquistaron la imaginación del pueblo; y los problemas teológicos provocaron un interés general, sin precedentes en la historia de la Iglesia. San Gregorio de Nisa describió al detalle esta absorción en la especulación religiosa cuando dijo de los tenderos de Constantinopla: «Si rogáis a un hombre que os cambie una moneda de plata, os informa de que el Hijo difiere del Padre; si preguntáis el precio de un pan, os dicen en respuesta que el Hijo es inferior al Padre; y si preguntáis si está listo el baño, os informan solemnemente de que el Hijo fue creado de la nada.»

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La editio princeps de los tres formularios eucarísticos bizantinos vio la luz en 1526. Por expreso deseo del papa Clemente VIII, no se publicó en Venecia, sino en Roma. El principal responsable de este libro, tan famoso como actualmente raro, fue el cretense Demetrios Doukas. No conocemos las fuentes que Doukas utilizó para su obra, que aún está por estudiar en su casi totalidad. Es opinión generalizada, sin embargo, que representa, más bien, una compilación elaborada en el escritorio, más que la expresión de una concreta tradición local . Como textos manuscritos a él contemporáneos y aun anteriores, en la edición de Doukas las directrices rubricistas se toman directamente de la Diataxis compuesta en Athos por Piloteo Kokkinos. En apéndice, Doukas reproduce la Mystike Theoría atribuida a Germano de Constantinopla. Y así, esta obra no sólo asegurará la uniformidad textual y ceremonial, sino también de interpretación. En cierto sentido, la edición fue para la Ortodoxia lo que el Concilio de Trento (1545–1563) representó para el Catolicismo romano. La Contrarreforma católica jugó un papel sorprendentemente positivo con relación a los estudios litúrgicos bizantinos; más aún, fue ella la que prácticamente les dio comienzo, si bien en clave apologética. Ya durante las sesiones del Concilio de Trento se hizo un amplio uso de la Explicacion de la Divina Liturgia de Nicolás Cabásilas. El hecho es que los apologistas católicos buscaban argumentos válidos que pudieran oponer a los reformadores, en particular respecto a los diferentes aspectos de la doctrina eucarística. Ésta es la razón de que se publiquen o se traduzcan fuentes de primera importancia, como la Misa Treverense (anterior a 1030) por parte del dominico Ambrosio Pelargo (Storch; 1493–1561), la liturgia de san Basilio por Juan Cocleo (Dobenek) y más tarde por Jorge Witzel (1501– 1573), hasta la desafortunada versión de la liturgia de san Juan Crisóstomo editada por Erasmo de Rotterdam (1466–1536) y la antología de liturgias en lengua griega del Oriente cristiano, publicada por Juan de Saint-André (1525–1591).

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