Papadopulos-Kerameus en 1881 y describió en un catálogo impreso en 1885: el Codex Lesbiacus 42, de fines del siglo X o principios del XI, fol.92v a fol.118r. Al parecer, la publicación de Kerameus pasó inadvertida, pues en 1929 C. Baur se arrogaba el mérito de haber descubierto este segundo manuscrito. 5. Sobre el sufrimiento Crisóstomo era solamente diácono cuando escribió los tres libros Ad Stagirium a daemone vexatum. Consuela a su amigo, el monje Stagirio, que se encontraba muy desesperado y en desolación espiritual. Crisóstomo trata de la finalidad de la adversidad y aconseja a Stagirio que descubra en sus propias tribulaciones la intervención amorosa de la divina Providencia. Los libros segundo y tercero repasan la historia del sufrimiento desde Adán hasta San Pablo para probar que precisamente los predilectos de Dios han pasado por las mayores tribulaciones. Los otros dos tratados que tocan el problema de la miseria humana datan del período de su segundo destierro, entre el 405 y 406, y van dirigidos a sus amigos de la patria. En el primero, Quod nemo laeditur nisi a se ipso (PG 52,259–480), trata de probar que en realidad nadie puede dañar a otro si éste no coopera. Siempre y en todas partes queda en la mano de uno el evitar aquello que únicamente puede dañarle. En el segundo, Ad eos qui scandalizati sunt ob adversitates (PG 52, 479–528), consuela a los que se han escandalizado por la triste situación presente y por el aspecto tenebroso del futuro. Aunque las intenciones de Dios no estén claras para nosotros, las tristezas y adversidades que sobrevienen a los justos no deben inducirnos nunca a poner en tela de juicio el orden divino del mundo. 6. Contra paganos y judíos A pesar de algunas dudas prolongadas, parecen ser auténticos estos dos tratados apologéticos. El primero, De S. Babyla contra Iulianum et Gentiles, compuesto hacia el año 382, muestra el triunfo victorioso de la religión cristiana y la decadencia del paganismo en la historia del obispo y mártir Babila de Antioquía, que murió en la persecución de Decio.

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Poseemos una representación gráfica de la fracción del pan en un famoso fresco, llamado Fractio panis, descubierto por Wilpert, y que se remonta a los primeros años del siglo II. Se halla en Roma, en un cubículo llamado capilla Griega, del cementerio de Priscila. Representa el momento en que el oficiante, teniendo ante sí un cáliz con dos asas, parte el pan consagrado para darlo en comunión, juntamente con el vino, a los fieles. Dividido el pan en pequeños trozos, todos reciben la comunión bajo las dos especies: según San Justino, la distribuyen los diáconos: lam vero postquam antistes gratias egit et omnis populus acclamavit, ii qui apud nos vocaniur diaconi, unicuique eorum, qui adsunt, distibuunt gustando, panem et vinum et aquam de quihus gratiae actae sunt. No nos dice la relación del Apologista cuál era el rito de la comunión; pero podemos deducirlo de un fragmento de carta de Dionisio de Corinto (165170). Este, escribiendo al papa Sixto I (132–42), le había expuesto el caso de un fiel suyo que, habiendo sido bautizado por los herejes, solicitaba ser rebautizado. «El caso es –dice Dionisio– que este tal ha asistido frecuentemente a la eucaristía, ha respondido con los demás «Amen, «se ha acercado a la mesa extendiendo las manos para recibir el sagrado alimento, ha ingerido el cuerpo y la sangre de Jesucristo; ¿cómo iba yo a rebautizarlo?. «El pan consagrado se recibía, pues, en las manos, estando de pie. Sólo los bautizados podían acercarse a la comunión. San Justino lo afirma expresamente: «Este alimento lo llamamos eucaristía. De él solamente pueden participar lícitamente los que creen en la verdad de nuestra doctrina, han sido purificados con el baño del perdón de los pecados y de la regeneración y viven conforme a los mandamientos de Cristo.» Por tanto, a los herejes y los penitentes no eran admitidos a la eucaristía. De los docetas escribe San Ignacio de Antioquía: «Se abstienen de la eucaristía y de la oración (es decir, de las reuniones eucarísticas y de las simplemente eucológicas), porque no creen que la eucaristía es la carne de nuestro Salvador, Cristo Jesús, que padeció por nosotros y fue resucitado por el Padre.» Los elementos consagrados se distribuyen no sólo a los fieles presentes, sino también a los ausentes.

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Se hace a menudo una distinción entre dos etapas básicas en el camino espiritual: la vida activa (praxis, praktiké) y la vida contemplativa (theoría) Ésta es una distinción que ya se encuentra en Clemente de Alejandría (ca. 150-ca. 215) y en Orígenes (ca. 185-ca. 254), donde Marta es interpretada como el símbolo de la vida activa y María el de la contemplativa (cf. Lc 10:36–42). El uso antiguo de estos dos términos es algo diferente del que se encuentra comúnmente hoy día. En el uso católico occidental moderno y especialmente romano, la vida activa denota normalmente a los miembros de las órdenes religiosas dedicados a la enseñanza, la predicación o tareas sociales, mientras que la vida contemplativa se refiere a religiosos tales como los cartujos, que viven en clausura. Pero en los autores patrísticos griegos los términos se aplican al desarrollo interior, no a situaciones externas: la vida activa significa el esfuerzo ascético para adquirir la virtud y dominar las pasiones, mientras que la vida contemplativa significa la visión de Dios . Así, según este segundo uso, la mayoría de los ermitaños y religiosos enclaustrados están todavía luchando en la etapa activa, mientras que un doctor o un trabajador social, plenamente entregado al servicio exterior en el mundo, puede con todo al mismo tiempo buscar la vida contemplativa, si él o ella practica la oración interior y ha alcanzado el silencio del corazón . La vida contemplativa, a su vez, puede subdividirse en la contemplación de Dios y la contemplación de la naturaleza , transformando así el doble modelo en un esquema de tres etapas: la vida activa (praktiké), la contemplación de la naturaleza o «contemplación natural.» (physiké) y la contemplación en sentido estricto, la visión de Dios (theoría), llamada también theología, " teología,» ognosis, «conocimiento» espiritual. Orígenes, usando este triple esquema, habla de «ética,» «física» y «enóptica» o teología mística, y asocia cada etapa con un libro particular de la Biblia: la «ética» con Proverbios, la «física» con Eclesiastés, y la teología mística con el Cantar de los Cantares.

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Si no hubiera citado el canon romano, no habría sido posible reconstituirlo a partir de sus enseñanzas. Existen dos testigos de esta catequesis sacramental durante la semana pascual: el De sacramentas (Sobre los sacramentos), una transcripción de sus palabras habladas (el canon romano es citado allí), y el De mysteris (Sobre los misterios), una versión literal basada en su predicación. La diferencia entre los dos es interesante y muestra que su recurso a la noción de iniciación es más una técnica literaria que un elemento espontáneo de predicación en vivo (lo mismo es verdadero respecto de El tiempo de cuaresma se originó en el siglo IV a partir del tiempo de preparación para el bautismo pascual. Este tiempo estaba estructurado, en las liturgias latinas, por las tres perícopas juaninas de la mujer samaritana ( Jn 4:5–42 ), el ciego de nacimiento (9:1–41) y la resurrección de Lázaro (11:1–46). Se puede comparar esto con la aplicación de Romanos 6 al bautismo, que tuvo una significación menor en la teología bautismal de la Iglesia antigua y que hasta esta época no ejerció ningún papel en la tradición bautismal Siria, completamente inspirada en el bautismo de Cristo. Respecto de la penitencia, el paradigma evangélico primario es mucho menos la otorgación por Jesús a Pedro del poder de las llaves, que el arrepentimiento de este último al canto del gallo, que hizo del apóstol el modelo de arrepentimiento para los lapsi que habían negado su fe en Cristo. Es probable, en el caso de los textos rituales, que la oración romana durante la imposición de las manos postbautismal ya pidiera que los recién bautizados fueran dotados de los siete dones del Espíritu Santo como están enumerados en Is 11:2 : «Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que has regenerado a tus siervos a través del agua y el Espíritu Santo y les has concedido la remisión de todos los pecados, derrama sobre ellos tu Espíritu Santo el Paráclito y dales el espíritu de sabiduría y conocimiento... en el nombre de nuestro Señor Jesucristo con quien vives y reinas y con el Espíritu Santo.» (Sacramentarlo gelasiano n.

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Tampoco esta vez pudo gozar de la soledad por un período largo. El año 379, la insignificante minoría nicena de Constantinopla recurrió a Gregorio, instándole urgentemente que viniera en su ayuda y reorganizara su Iglesia, que, habiendo estado oprimida por una serie de emperadores y arzobispos arrianos, tenía ahora esperanza de un futuro más halagüeño, habiendo muerto Valente. Gregorio accedió, y de esa manera llegó a ser durante dos años una figura insigne en la historia política de la Iglesia. Cuando llegó a la capital, encontró todos los edificios eclesiásticos en poder de los arrianos. Un pariente suyo le ofreció su propia casa, que él consagró bajo el título prometedor de Anastasia, iglesia de la Resurrección. Con sus elocuentes sermones atrajo pronto a un auditorio considerable. Fue en esta iglesia donde predicó los famosos Cinco discursos sobre la divinidad del Lagos (cf. infra, p.254). Cuando el 24 de diciembre del 380 hizo su entrada triunfal en la ciudad el nuevo dueño del Oriente, Teodosio, fueron devueltos a los católicos todos sus edificios. A Gregorio se le hizo solemne entrega de la iglesia de los Apóstoles, adonde le condujo personalmente el emperador en procesión solemne. El segundo concilio ecuménico, convocado por Teodosio y que abrió sus sesiones en mayo del 381, reconoció a Gregorio como obispo de la capital. Sin embargo, cuando la jerarquía de Egipto y de Macedonia pusieron reparos a su nombramiento por razones canónicas y también porque había tenido lugar antes de su llegada, se disgustó tanto, que en el espacio de pocos días renunció a la segunda sede de la cristiandad. Antes de partir pronunció en la catedral su sermón de despedida (Orat. 42) ante la asamblea episcopal y el pueblo. Regresó a Nacianzo y se hizo cargo de la diócesis hasta que, dos años más tarde (384), fue consagrado un digno sucesor de su padre en la persona de su amigo Eulalio. Relevado de esta carga, Gregorio pasó los últimos años de su vida terrena en la finca de su familia, en Arianzo, consagrado enteramente a sus ocupaciones literarias y a prácticas monásticas, hasta que fue aliviado también de su última carga, su cuerpo enfermizo. Murió el año 390.

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52 Rodriguez-Picavea Matiil E. La Corona de Castilla en la Edad Media. Akal, 2000. P.15–18: Riu Riu M. El papel de los monasterios en la sociedad y la economia de la Alta Edad Media hispana//Semana de historia del monaquismo Cantabro-Astur-Leones. Oviedo. 1982. P.15–33; Rodriguez Gonzalez J. El monacato mozarabe en el reino Asmur-Leones//Historia 16. 1995. P.36–43. 53  Подробнее o нем и o храме Сан-Мигель де Эскалада: Martinez Tejera A.M. San Genadio: cenobita, obispo de Astorga y anacoreta (?865–936?)//Argutorio. 2003. P.20–22. Martinez Tejera A.M. La iglesia de Peñalba de Santiago (El Bierzo, Leon). El santuario de un негое espiritual de los siglos IX y X/Argutorio. 2011. P. 42–48. 54 Obras completas y complementarias de Beato de Lidbana. T.1: Comentario al Apocalipsis. Himno «O Dei Verbum». Apologemico. Madrid, 2004. 55 Garrido Ramos В. Beato de Liebana y los Comentarios al Apocalipsis de San Juan//Historias del Orbis Terrarum. 2014. P.50–76. 06 иллюстированных рукописях cm: Stierlin H. Los Beatos De Liebana y El Arte Mozarabe. Madrid. 1983. 57 La Hispania visigomica y mozarabe. Dos epocas en su literatura/Carmen Codoñer. coord. Madrid. 2011. 59  Судьбы и образы кордовских мучениц IX b. Адам и Ева. M., 2005. С.37–63: Христиане мусульманской Кордовы перед лицом кади//Право в средневековом мире. M., 2007. С.198–213; Евлогий Кордовский: священнослужитель, интеллектуал и мученик//Испанский альманах. Вып.1. M., 2008. C.110–128; Когда погиб последний из кордовских мучеников//Средние века. Вып.70 (1–2). M., 2009. С.156–173; В поисках добровольного мученика (Кордова. X в.)//Средние века. Вып.70(3). M., 2009. С.32–44; Кордовские мученики в свете социальной истории//История: электронный научно-образовательный журнал. 2011. Эл. от 28.12.2012 г.; Религиозное образование и формирование конфессиональной и культурной идентичности христиан мусульманской Кордовы (IX век)//Одиссей: человек в истории: Школа и образование в Средние века и Новое время. M., 2012. С.30–46; Христианская церковь в мусульманской Испании (тезисы)//Сб. тезисов международной научной конференции «Испанские темы и формы: искусство, культура и общество». СПбГУ, ун-т Наварры. ГРИСО, 2013. С.50–51; Традиция и практика имянаречения христиан мусульманской Кордовы//Вестник Московского государственного областного университета. Сер. «История и политические науки». M., 2014. С.29–36; Новое открытие Испании: История и культура пиренейского государства в новом коллективном труде отечественных медиевистов//Средние века. Вып.75(1–2). M., 2014. С.392–398; Христианская церковь мусульманской Испании//Известия МГТУ «МАМИ». 2015. Т.6. С.29–34.

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El Culto de las Imágenes Se ha dicho muchas veces que el cristianismo primitivo se había declarado hostil a toda representación humana, plástica o pictórica, sea por heredera de la tradición judaica, la cual, especialmente en el tiempo de Jesús, se mostraba muy severa sobre el particular, o por natural reacción contra la descarada idolatría dominante. Se trata, por el contrario, de una leyenda que el estudio sistemático de los monumentos primitivos, y en particular de las catacumbas romanas, ha desmentido de lleno. Los artistas cristianos comenzaron muy pronto a retratar sobre las bóvedas las paredes de los cementerios y de las domas ecclesiae, y a veces también sobre los pavimentos, un complejo de obras figurativas: escenas bíblicas y evangélicas, escenas litúrgicas, símbolos de Cristo, profetas, mártires, la misma Madre de Dios con el divino Niño entre los brazos y hasta héroes mitológicos interpretados en sentido cristiano. No se trata ciertamente de pinturas delineadas con el fin de un culto litúrgico propiamente dicho, pero prueban que el principio de la iconografía sagrada era amplia y pacíficamente admitido por la Iglesia. Este se desarrolló en una escala mucho más amplia cuando, después de la paz, la Iglesia pudo respirar segura y disipar todo temor. Vemos que, bajo la orientación de los obispos, los artistas crearon en las iglesias ciclos iconográficos monumentales de carácter bíblico y litúrgico de extraordinario tamaño e importancia con el fin primordial de hacerlos servir para la instrucción del pueblo, conforme al dicho de San Gregorio: Quod legentibus scriptura, hoc idiotis praestat pictura. San Agustín (PL 34, 1049; 42,446), San Jerónimo (In lo. 4), San Nilo (Ep. 4,36), San Basilio (PG 31,488), Asterio de Amasia (+ 410) y San Gregorio de Tours (PL 71,215) hablan de una costumbre general, y los de Rávena, todavía en su lugar, son un admirable ejemplo. En San Apolinar el Nuevo, a lo largo de las paredes de la nave central está representado el ciclo de la vida y pasión de Cristo en relación con la liturgia cuaresmal; las dos series de santos y santas en la zona inferior reproducen el conjunto de mártires invocados en el canon de la misa.

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Esta deliciosa defensa del cristianismo ha sido admirada siempre por su nobleza y elegancia. El autor muestra una notable imparcialidad hacia los puntos de vista paganos. Aun cuando refuta las calumnias que se aducían contra los cristianos, procura evitar todo lo que pueda parecer ofensivo. El diálogo está bien llevado. La presentación es agradable. Hay claridad de expresión. La materia está bien distribuida. No hay digresiones. Todas estas cualidades contribuyen a hacer del Octavius la más bella apología de la Iglesia primitiva. Su estilo pulido, sus períodos bien equilibrados y su atención meticulosa a las reglas clásicas del ritmo de la prosa hacen recordar mucho a Cicerón. Cicerón fue, sin duda alguna, su modelo. El De natura deorum no sólo le proporcionó la trama del libro, sino que todo un pasaje (1,25–42) reaparece al pie de la letra en el Octavio (c.19). También utilizó otros escritos del maestro, especialmente De divinatione y De republica. También toma bastante de Séneca. La ética del diálogo tiene muchos puntos de contacto con el ideal de la filosofía estoica. Cita varias veces a Platón. Hay reminiscencias de Hornero, Jenofonte, Floro, Horacio, Juvenal, Lucrecio, Marcial, Ovidio, Salustio, Tibulo y Virgilio. Por lo que toca a fuentes cristianas, se advierten numerosas analogías con los primeros apologistas, por ejemplo, Justino, Taciano, Atenágoras y Teófilo; mas esas semejanzas no son lo suficientemente acusadas como para poder probar una dependencia verdadera. El Octavius no cita ni un solo pasaje de la Escritura. La explicación más probable de esta anomalía es que Minucio se proponía, ante todo, convencer a los paganos cultos, y, a los ojos de éstos, la Escritura no tenía ningún valor probativo. Por la misma razón, probablemente, el diálogo contiene muy pocos elementos característicos de la verdad revelada. La doctrina de Dios corresponde a la concepción estoica. El monoteísmo y la fe en la inmortalidad del alma son los dos polos alrededor de los cuales gira la filosofía del autor. El cristianismo se presenta a sus ojos como una moral práctica.

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Las Oraciones «Legítimas» y «Apostólicas.» No podemos dudar de que, desde la edad apostólica, los fieles, acordándose de las frecuentes recomendaciones del divino Maestro, fuesen asiduos en la oración, no sólo en las reuniones litúrgicas, sino también en lo íntimo de sus casas. Los Hechos nos dan expreso testimonio (2:42). Pero más tarde, los escritores entre los siglos II y III hacen clara mención de los dos momentos de la jornada en los cuales el cristiano era particularmente invitado a orar: a la mañana y la tarde. Más que de una invitación, parece que se tratase de una obligación. Tertuliano (+ 220), que puede dar fe de las costumbres de África y de Roma, las llama, en efecto, legitimae orationes; legítimas, porque son conformes a una ley o, si se quiere, a una costumbre equivalente. Se podría con fundamento encontrar un lejano antecedente en el uso litúrgico judaico de las analogías con los cultos paganos. Fuera de ellas, continúa Tertuliano, cjuae sine admonitlone debentur ingressu lucís et noctis, no existen otras oraciones de obligación ligadas a una hora fija, salvo el deber general de orar omni tempore et loco. La Traditio, de Hipólito, escrita alrededor del 220, confirma substancialmente las palabras de Tertuliano. Impone a la mañana una oración apenas se ha levantado el cristiano, antes que se dirija al trabajo, y a la tarde igualmente, antes de acostarse. En cuanto al uso egipcio, Clemente Alejandrino confirma, a su vez, la existencia de las oraciones legítimas, que se hacen ad ortum matutinum y antequam eatur ad cubitus, pero las pone en el mismo plano de las otras diurnas y nocturnas, de las cuales hablaremos dentro de poco. San Cipriano (+ 258) dice lo mismo, pero insiste de modo particular sobre las legítimas oraciones: Nobis, fratres dvectissifhi, praeter horas antiquitus observatas, orandi nunc, et spatia et sacramenta creverunt. Nam et mane orandum est, ut resurrectio Domini matutina oratione celebretur... Recedente ítem solé ac die cessante, necessario rursus orandum est. De las citas referidas antes, se ve cómo la oración matutina y vespertina de la que hablan los escritores era más bien de índole privada, hecha en casa, aunque su carácter obligatorio le diese categoría semioficial. Es preciso, sin embargo, destacar cómo la Traditio distingue entre días feriales y dominicales. En éstos, el fiel era convocado a la mañana in ecclesía para las lecturas sagradas, la palabra de Dios y todo lo demás; a la tarde se volvía para el lucernario, seguido del rito del ágape, que se desenvolvía entre salmos y oraciones.

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LI, 18), aunque la consideró verdadera esposa de José (De Nupt. et. conc. I, 11, 12) y asimismo sostuvo que María no había sido manchada por el pecado (De Nat. et gr. XXXVI, 42) si bien aún está lejos de desarrollos dogmáticos posteriores. Ver Donatismo; Pelagio; Prisciliano. Albiano Monje nacido en Ancira de Galacia que marchó en peregrinación a Tierra Santa, muriendo en el desierto de Nitria. Nilo de Ancira escribió un panegírico en su honor. Ver Nilo de Ancira. Alejandría, escuela de El centro más antiguo de teología en la historia del cristianismo. Proyectado con un deseo de presentar la fe de manera sistemática y global y de, a la vez, responder a los argumentos de sus coetáneos cultos, la escuela se caracterizó por un interés considerable en la investigación y formulación metafísica de la fe, una fuerte impregnación de la filosofía de Platón y la adopción del método alegórico de interpretación de las Escrituras. Este último, que había nacido de mano de los filósofos griegos que deseaban dar explicación de los mitos y que, posteriormente, había sido aplicado por el judío Filón, arrancaba de un deseo comprensible de evitar los obstáculos que se pudieran hallar en la aceptación de la fe cristiana procedentes de algunos relatos del Antiguo Testamento. Con todo, hoy por hoy, resulta más que discutible la utilización de esta forma de acercamiento a la Biblia. Entre los miembros de la escuela estuvieron Ammonio, Atanasio, Cirilo, Clemente, Dionisio, Orígenes, Panteno, Pierio y Pedro. Ver Ammonio; Atanasio; Cirilo; Clemente; Dionisio; Orígenes; Panteno; Pierio y Pedro de Alejandría. Alejandro de Alejandría Vida: Obispo de Alejandría desde el 312, bajo cuyo gobierno se produjo la controversia arriana. Inicialmente intentó captarse la voluntad de Arrio mediante la persuasión, pero ante la postura firme de éste, casi un centenar de obispos se reunieron en torno a Alejandro en un sínodo (318) donde se excomulgó a Arrio y a sus seguidores. Aquella medida prácticamente no tuvo resultados palpables, lo que llevó a la convocatoria del concilio de Nicea (325) donde Melecio y Arrio fueron condenados de manera definitiva. En el 328 falleció. Obras: De las setenta cartas de las que nos informa Epifanio sólo nos han llegado dos encíclicas relativas al problema arriano. Asimismo se ha conservado sólo uno de sus sermones Acerca del alma y del cuerpo, en relación con la pasión del Señor, en una traducción siria y en otra copta.

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