San Basilio sostiene abiertamente, con la mayoría de los Padres griegos, que el Espíritu Santo procede del Padre por medio del Hijo. Procede del Padre, pero no por generación, como el Hijo: es el hálito de su boca (De Spiritu Sancto 46,38) pero al mismo tiempo «la bondad natural, la santidad inherente y la dignidad real que del Padre, a través del Unigénito, se extiende al Espíritu» (ibid., 47). Le llama también Espíritu del Hijo, pero con ello no quiere decir que sea el Hijo la fuente única del Espíritu, como pretendía Eunomio (Adv. Eunomium 2,34). La Sagrada Escritura le llama «Espíritu del Padre» y «Espíritu del Hijo,» porque el Hijo tiene todo en común con el Padre (De Sp. S. 18,45). Basilio da a entender, aunque no lo diga expresamente, que el Espíritu Santo es, en cierto sentido, por el Hijo y procede de El (Adv. Eunomiun 2,32). 4. Eucaristía. Uno de los documentos más notables acerca de la Eucaristía y de la historia de la sagrada comunión es la Ep. 93 de Basilio, dirigida a la matrona patricia Cesaría el año 372 Atestigua la costumbre de reservar el sacramento en las casas de las personas particulares para su uso privado, la costumbre de comulgar diariamente y la fe en la presencia del cuerpo y de la sangre del Señor: Y el comulgar cada día y participar del santo cuerpo y sangre de Cristo es bueno y muy útil; pues dice El claramente: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna» (Io 6,54). Porque ¿quién pone en duda que participar continuamente de la vida no es otra cosa que vivir de muchos? Nosotros ciertamente comulgamos cuatro veces a la semana: el domingo, el miércoles, el viernes y el sábado, y otros días si es conmemoración de algún santo. Y el que alguno se vea forzado en tiempo de persecución a recibir la comunión con su propia mano, no estando presente el sacerdote o el ministro, es superfluo el mostrar que de ninguna manera es grave, pues lo confirma con su práctica una larga costumbre. Porque todos los monjes que viven en los desiertos, donde no hay sacerdotes, conservando la comunión en casa, la reciben por sí mismos. En Alejandría y en Egipto, cada uno, aun de los seglares, por lo común tiene comunión en su casa y comulga por sí mismo cuando quiere. Porque después que el sacerdote ha realizado una vez el sacrificio y lo ha repartido, el que lo recibe todo de una vez debe creer con razón, al participar de él después cada día, que participa y lo recibe del que se lo ha dado. Pues también el sacerdote en la iglesia distribuye una parte, la cual retiene con todo derecho el que la recibe, y así la lleva a la boca con su propia mano. Pues la misma fuerza si uno recibe del sacerdote una parte o si se reciben muchas al mismo tiempo (Bac 88,405–6 trad. J. Solano)

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Se dice que esta figura tiene el pelo blanco como lana o como nieve. Este color blanco o cano de cabello puede ser en los seres humanos un síntoma de vejez; mas en el libro del Apocalipsis posee un sentido simbólico muy manifiesto. Es un blanco luminoso, resplandeciente, que en nuestro plano humano se parecería más a una bombilla encendida que a un papel. Es como el color heráldico de lo divino, y por eso los bienaventurados van vestidos con túnicas blancas, y aun el caballo que monta el Rey de Reyes es de color blanco. Ese mismo sentido de luminosidad se aplica a otras partes del cuerpo, como los «ojos que llameaban, el semblante que resplandece como el sol» y aun «los pies, que parecían de bronce incandescente en la fragua.» Como símbolo de su poder, esta persona lleva en su mano derecha siete estrellas, y asimismo «una espada cuya empuñadura sale por la boca,» entendiendo por tal no la boca del rostro, sino la embocadura o apertura de la túnica. Indudablemente que esta figura es la de Jesucristo, es decir, la del Verbo encarnado, y no simplemente la de Dios; porque se trata de alguien que se autodefine como «estuve muerto, pero, como ves, estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo,» que son características indudablemente pertenecientes a Jesucristo. El Señor, que va a hacer la revelación a Juan para que éste la transmita, se presenta «pasando en medio de siete candelabros de oro» y teniendo, como ya hemos advertido, siete estrellas o lámparas en su mano derecha. Leamos ahora las cartas, que siguen todas ellas un esquema bastante parecido: A) Destinatario: una Iglesia determinada. B) Remitente: Jesucristo, bajo diversos títulos. C) Situación actual de la Iglesia. D) Exhortación o amenaza. E) Premio final escatológico. Al Ángel de Efeso Este título de ángel a quien se dirige la carta se va a repetir en todas las siete. Resulta algo enigmático y es interpretado diversamente. Generalmente, se piensa que es una manera de citar al obispo de cada Iglesia, pero otros objetan que en la simbología del Apocalipsis un ángel nunca representa a un hombre.

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St. Arsenie Boca and His Revelation      St. Arsenie was born in 1910 in a small village in Romania to pious Orthodox parents, Joseph and Christina. When his mother was pregnant with little John (his baptismal name) she dreamed repeatedly that either the sun or the moon shone on her stomach. She thus often wondered what kind of a child was that would be born. While St. Arsenie was young, his father passed away and his mother was forced to remarry. This second marriage troubled her son John immensely and he thus stayed away from home for a long time. He eventually joined the brotherhood of the St. Constantine Binkoveanou monastery whereby he patiently cultivated his spiritual side. He was enlightened by the Grace of the Holy Spirit and acquired the gift of foreseeing the future. St. Arsenie became renowned for his abilities as a confessor and a spiritual guide. When he met a person, one felt that the saint had the ability to enter and examine the depths of that person’s soul. He was able to reveal your thoughts and many past sins or deeds. He would also know a person’s name upon meeting them and without any prior knowledge. Once he was ordained and received the blessing to confess, he would frequently reveal the unconfessed sins (forgotten or not) to those who came to him, as well as things that would happen to them in the future. He was extremely bothered and concerned about the many people he confessed who refused to change their life, choosing to continue satisfying their desires. St. Arsenie was fully aware that, in the Day of Judgment , he would be their guarantor for the salvation of their souls. He thus begged and pleaded with God to reveal to him the reason for which people refuse to abandon their sinful ways. One day, while he was sitting in a chair within his garden staring at the mountain across from him, he observed that a huge dark cloud appeared on the mountaintop. There was great commotion and noise coming from within the cloud. Continuing to attentively stare at it, he suddenly observed that the cloud separated in two and at the very peak of the mountain there was a royal throne surrounded by fire. On the throne was seated the Enemy of mankind, Satan, surrounded by a plethora of demons. St. Arsenie was able to clearly follow what was transpiring. He thus heard the Evil One say:

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Tres kilómetros al norte del monte Hebrón veneran los árabes un lugar que designan con el nombre de Harám-ramet el ojalil, es decir: «Santuario de la altura del amigo de Dios.» «Amigo de Dios» llaman los mahometanos a Abraham. Un magnífico árbol levanta su copa hacia el cielo. ¡Su tronco tiene 10 metros de grueso! A los ojos este árbol es «el terebinto de Abraham.» Según parece, este lugar era ya conocido en el siglo XVI. Cerca de allí el arqueólogo padre A. E. Mader encontró las piedras pertenecientes a un altar de tiempos muy anteriores, en el cual aún se podían distinguir huellas de fuego. En 1927, Mader descubrió los restos de un grandioso árbol que un día se alzó en aquel lugar. Aún podían verse en el suelo los restos de sus poderosas raíces. La tumba de Abraham se muestra también hoy día como un lugar sagrado que visitan muchos peregrinos. Todo esto formaba parte de las cosas que parecían inexplicables, cosas que de boca en boca se transmitieron de generación en generación. Un día la investigación ha dado solución a estas incógnitas. • 1 Estuco para las mejillas. • 2 Es decir, Siddim. • 3 Con esto no se excluye la intervención extraordinaria, milagrosa de Dios. Esta intervención aparece clara en el texto de la Biblia. Por otra parte es evidente que Dios se puede valer de causas naturales, que Él ha creado, para realizar sus maravillas (N. del T.). Parte Segunda. En el Reino de los Faraones. Desde José hasta Moisés. 1. José en Egipto. ¿ T uvo Putifar un modelo? – El papiro de Orbiney. – Los hyksos, soberanos del Nilo. – José... funcionario de una potencia de ocupación. – Silos de grano, patente egipcia. – Confirmación de los siete años de carestía. – Instalación en Gosen. – Bahr Yusuf, el canal de José. – Sellos con la leyenda «de Jacob.» – La historia de José. JOSÉ, PUES, FUE BAJADO A EGIPTO, Y PUTIFAR, EUNUCO DEL FARAÓN, JEFE DE LA ESCOLTA Y VARÓN EGIPCIO, COMPRÓLE DE MANO DE LOS ISRAELITAS QUE ALLÍ LE HABÍAN BAJADO ( Gen. 39:1 ). La historia de José, que, vendido por sus hermanos, es llevado a Egipto y nombrado allí primer ministro del Faraón y que se reconcilia finalmente con los suyos, es sin duda una de las historias más bellas de la literatura universal.

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10/14. Monje: esta es la condición y el estado de los incorporales en un cuerpo material y sucio; monje es aquel que lleva los ojos del alma puestos siempre en Dios, y hace oración en todo tiempo, en todo lugar y en toda actividad, monje es una perpetua contradicción y violencia ejercidas sobre la propia naturaleza, y una vigilantísima e infatigable guarda de los sentidos; monje es un cuerpo casto, una boca pura y un espíritu iluminado; monje es un alma afligida y triste, que tanto en el sueño como en la vigilia, se ocupa sin cesar con el recuerdo de la muerte sin dejar jamás de ejercitarse en la virtud. 15/16. Renunciación y menosprecio del mundo, es odio voluntario, negación de la propia naturaleza, a fin de alcanzar aquello que está por encima de la naturaleza. Todos los que abandonan y desprecian los bienes de esta vida, suelen hacer esto por la gloria del Reino por venir, por la memoria de sus pecados, o tan sólo por amor de Dios. Si alguien hiciese esto, y no por alguna de estas causas, no sería razonable su renunciación. Sea cual fuere el fin y el término de nuestra vida, tal será el premio que recibiremos de Cristo, juez y remunerador de nuestros trabajos. 17 . Quien desee aliviarse de la carga de sus pecados, debe imitar a los que están sobre las sepulturas llorando a los muertos – derramando continuas y fervientes lágrimas, y gemidos profundos en lo íntimo de su corazón – hasta que venga Cristo, quite la piedra del monumento, que es la ceguera y dureza del corazón, y libere a Lázaro, que es nuestra alma, de las ataduras de sus pecados, y mande a sus ministros (que son los ángeles), cutiéndoles: «Desatadlo de las ataduras de sus vicios y dejadlo ir hacia la bienaventurada impasibilidad» (Cf. Jn. 11:44 ). 18 . Todos cuantos deseamos salir de Egipto y de la dominación del Faraón, tenemos necesidad (después de Dios), de algún Moisés que nos sirva de mediador para con Él, de alguien que, guiándonos por este camino con la ayuda de sus obras y de su oración, eleve por nosotros sus manos a Dios, para que logremos atravesar el mar de los pecados y podamos volver la espalda a Amalee, príncipe de los vicios, quien engañó a algunos que, confiados en sí mismos, creyeron que no tenían necesidad de guía.

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14 . Allí, amigos míos, se podían ver realmente las palabras de David transformadas en obras: hombres cargados de miserias y tribulaciones andar tristes y encorvados todos los días, echando hedor sus cuerpos, ya medio podridos por el mal trato a que los sometían; hombres que vivían sin cuidado de su propia carne, que a veces olvidaban de comer su pan, y otras lo juntaban con ceniza y lo mezclaban con agua entre gemidos. Los huesos se les habían pegado a la piel, y se habían secado como el heno. No se oían entre ellos otras palabras sino estas: «¡Ay, ay, miserable de mí! 3 ¡miserable de mí, Señor, y justamente! ¡Perdona, Señor! ¡Perdona, Señor!» Y otros decían: «¡Apiádate, Señor! ¡Apiádate!» 15. Muchos podían verse allí que tenían la lengua fuera de la boca, a la manera de los perros sedientos. Algunos se atormentaban quemándose bajo los rayos del sol, y otros, por el contrario, se afligían bajo un intenso frío. Algunos bebían apenas el agua suficiente como para no secarse de sed; sólo con esto se contentaban, sin beber lo que realmente necesitaban. Otros, del mismo modo, sólo comían un trocito de pan y arrojaban el resto, diciendo que no eran merecedores de comer el alimento de los hombres por haberse comportado como bestias. 16 . .Entre tales ejercicios ¿qué lugar podía tener allí la risa o la palabra ociosa, o la ira o el furor? Apenas recordaban si existía la ira entre los hombres; hasta ese punto el oficio de llorar había apagado en ellos la llama del furor. ¿Dónde estaba allí la porfía? ¿Dónde la alegría desordenada? ¿Dónde la vana confianza? ¿Dónde el regalo y cuidado del cuerpo? ¿Dónde apenas el humo de la vanagloria? ¿Dónde la esperanza de deleites? ¿Dónde el recuerdo del vino? ¿Dónde el comer frutas, y el regalo de las viandas, y el apetito y las gratificaciones de la gula? De todas estas cosas no había allí ni memoria ni esperanza. Mas, ¿acaso los acongojaba el cuidado de alguna cosa terrena? ¿Juzgaban allí los hechos de los hombres? Nada de todo esto encontraríais allí; ocupados como estaban en llamar al Señor, sólo la voz de la oración se oía entre ellos.

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16 . He visto a los hesicastas tratando de saciar, sin conseguirlo, su ardiente deseo de Dios, engendrando fuego con fuego, amor con amor, deseo con deseo. 17 . El hesicasta es la imagen terrestre de un ángel; con el pergamino del deseo y las letras del fervor, liberó su oración de la negligencia y de la indolencia. 18 . El hesicasta es aquel que declara abiertamente: «A punto está mi corazón, oh Dios» (Sal 56:8). Hesicasta es aquel que dice: «Yo dormía, pero mi corazón velaba» (Ct 5:2). 19 . Cierra la puerta de tu celda a tu cuerpo, la de tu lengua a los discursos, y la puerta interior a los malos espíritus. 20 . El calor del mediodía y la gran calma prueban la paciencia del marino; y la falta de lo que es indispensable prueba la resistencia del hesicasta. Cuando el primero se desanima, se arroja al mar a nadar, si la apatía domina al segundo, se mezcla con la muchedumbre. 21 . No temas, ni tomes en serio los ruidos que escuches, pues la aflicción ignora la cobardía y no se espanta de ella. 22 . Aquellos cuyo espíritu aprendió a rezar, verdaderamente hablan al Señor cara a cara, como si lo hicieran al oído del emperador; aquellos que rezan con la boca se postran ante él como en presencia de toda su corte; los que viven en el mundo dirigen sus requerimientos al emperador en medio de los clamores de todo el pueblo. Si llegaste a ser sabio en el arte de la oración, comprenderás lo que digo. 23 . Instálate en una altura y vigílate; verás cómo entran los ladrones para robar tus racimos de uva, verás cuántos son, de dónde vienen, de qué forma son y cuándo lo hacen. 24 . Cuando el que vela está fatigado, se levanta para rezar, después se sienta nuevamente y retoma con ánimo su primer trabajo. 25 . Un hombre que tenía experiencia de todo esto quería hablar de ello con precisión y en detalle; pero temía volver indolentes a los trabajadores espirituales y hacer huir por el ruido de las palabras a los que estaban abocados a esto. 26 . Quien habla con precisión y por experiencia de la hesychía, excita a los demonios en su contra; pues ningún otro sino él puede triunfar sobre sus vergonzosos procedimientos.

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1 . El orgullo es una negación de Dios, una invención de los demonios, el desprecio de los hombres, la madre del enjuiciamiento al prójimo, el rechazo de las alabanzas, un indicio de esterilidad, el alejamiento de la ayuda divina, el precursor del desorden del espíritu, el agente de las caídas, una disposición a la epilepsia, la fuente de la cólera, la entrada a la hipocresía, el apoyo de los demonios, el guardián de los pecados, el agente de la ausencia de misericordia, la ignorancia de la compasión, un inquisidor amargo, un juez inhumano, un adversario de Dios, la raíz de la blasfemia. 2 . El comienzo del orgullo es la vanagloria consumada; su estado intermedio es el desprecio por el prójimo, la impúdica ostentación de sus propios trabajos, la complacencia en la alabanzas, el odio a los reproches; y la consumación es el renunciamiento a la ayuda divina, la exaltación de sus» propios esfuerzos. Todas ellas son costumbres diabólicas. 3 . Los que no queremos caer en esta fosa, escuchemos esto: a menudo, esta pasión encuentra su alimento en la acción de gracias, pues desde el principio posee la desvergüenza de aconsejarnos negar a Dios. Vi personas que, con la boca, daban gracias a Dios, pero interiormente se glorificaban a sí mismas. Tenemos un testimonio de ello en el fariseo que decía solamente con palabras: «Oh Dios, te doy gracias» (Lc 18:11). 4 . Allí donde sobrevino una caída, el orgullo ya se había dirigido, pues uno es índice del otro. 5 . Un hombre venerable me dijo: «Supongamos que existieran doce pasiones deshonrosas; si amas una de ellas – y me refiero al orgullo – deliberadamente, ocupará el lugar de las otras once.» 6 . El monje soberbio contradice con vehemencia; pero el humilde ni siquiera se opone con la mirada. 7 . El ciprés no se inclina hacia el suelo para que sus ramas corran por él; el monje con el corazón soberbio no lo hace más para adquirir obediencia. 8 . El hombre de corazón soberbio tiene sed de mando; de otra manera, en efecto, no puede, o mejor aún, no quiere, perderse a sí mismo enteramente.

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20 . Tenían ellos las rodillas rígidas por la gran cantidad de metanías, los ojos cansados y hundidos en sus cuencas, las cejas ya sin pelos. Tenían las mejillas enrojecidas y quemadas por el ardor de las lágrimas hirvientes que corrían por ellas. Sus caras estaban sumidas y amarillas como las de los muertos; sus pechos estaban lastimados por los golpes que se daban; a muchos les salía la saliva de la boca mezclada con sangre. ¿Dónde estaba allí la placidez del lecho y dónde los buenos vestidos? Todo estaba allí sucio y roto, y cubierto de piojos y pobreza. ¿Qué comparación hay entre todo este sufrimiento y el de los poseídos por los demonios, o el de aquellos que lloran sobre sus muertos, o el de aquel que vive en el exilio, o aun el de aquellos que son castigados por sus crímenes? Todo estos tormentos que los hombres padecen contra su voluntad son, en verdad, muy pequeños, comparados con las penas que voluntariamente padecían estos santos. Y os pido, hermanos, que no tengáis por fábula todo esto que decimos. 21 . Rogaban estos santos varones algunas veces a aquel gran juez, el pastor del monasterio (que era un ángel entre los hombres), que les mandase echar cadenas al cuello y a las manos, y que los metiese de pies en un cepo, y que no los sacase de allí sino era para llevarlos a la sepultura. 22/23. Mas cuando la muerte llegaba, era cosa terrible y lastimera ver lo que allí pasaba; porque cuando alguno estaba ya por expirar, mientras aún tenía el juicio entero, se ponían los otros llorando a su alrededor, y con triste aspecto y más tristes palabras, meneando la cabeza preguntaban al que partía: «Y bien, hermano de condenación qué será de ti? ¿Qué dices? ¿Qué esperas? ¿Qué habrás de recibir? ¿Alcanzaste lo que buscabas con tanto ahinco? ¿Llegaste dónde deseabas? ¿Has concretado tu esperanza? ¿Tienes una firme confianza en Dios, o aún andas vacilando? ¿Alcanzaste verdadera libertad de espíritu? ¿Sentiste por ventura alguna luz en tu corazón, o estás todavía lleno de tinieblas y confusión? ¿Ha sonado en tus oídos aquella voz de alegría que pedía David (cf. Sal. 50) o escuchas en cambio la que dice: «Vayan los pecadores al infiernó (cf. Sal. 9), o »atado de pies y manos echadle en las tinieblas exteriores, o " sea quitado el malo para que no vea la gloria de Dios» (cf. Mt. 22 ). ¿Qué dices, hermano? Dinos, te lo pedimos a fin de que por este medio podamos conjeturar qué nos espera; porque tu plazo ha expirado y jamás volverás a recobrarlo; mas nuestra causa aún está pendiente.»

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26 . Una chispa basta a veces para incendiar todo un bosque. Esta sola virtud (la pobreza) basta para desterrar todos los vicios mencionados. Y nace del amor a Dios y del recuerdo del juicio final. 27 . Bien sabe el lector que la avaricia es la madre de muchos males, y que uno de sus hijos es la insensibilidad, porque logra que sus siervos, los avaros, sean duros como piedras ante las cosas de Dios. Ya mencionamos que la madre de todos los vicios es la gula, y que sus hijas son la insensibilidad y la dureza de corazón; y habiendo ya tratado de aquélla y de la avaricia – que según definición de los padres ocupa el tercer lugar en la cadena de los ocho principales vicios -, hablaremos ahora de la insensibilidad, luego del sueño, de las vigilias y del temor, porque estas enfermedades suelen ser propias de los que comienzan a servir a Dios. Décimo Séptimo Escalón: de la Insensibilidad 1 . La insensibilidad, tanto si afecta al cuerpo o al espíritu, es muerte de todo sentimiento; resulta de una prolongada negligencia y lleva a la pérdida de toda sensación. 2 . La insensibilidad es negligencia convertida en hábito; es negligencia calificada; porque cuando arraigó y se apoderó del alma, se convierte por costumbre en dureza y obstinación habitual, así como el agua, helada por mucho tiempo, se convierte en cristal. Es hija de la presunción, barrera del fervor, lazo de la fortaleza, atraso en la contrición, puerta de la desesperación, destierro del temor de Dios y madre del olvido, que una vez engendrado aumenta la insensibilidad, viniendo a ser, así, madre de su propia madre. 3 . El insensible es un filósofo sin cordura, un predicador que se contradice, un maestro ciego que pretende enseñar a ver a los demás. Diserta sobre cómo curar las llagas mientras él mismo las irrita. Se queja de una enfermedad y no cesa de comer cosas que le perjudican. Predica contra los vicios y cae en ellos. Grita; «¡Hago mal!» y no por eso deja de perseverar en el mal (la boca predica contra el vicio y el cuerpo lucha por alcanzarlo). Platica sobre la abstinencia y trabaja por satisfacer la gula.

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