Córdoba, 1973; Chaves Trist á n F. La Córdoba hispano-romana y sus monedas. Sevilla, 1977; Nieto Cumplido M. Catálogo del Archivo del Seminario de S. Pelagio de Córdoba. Córdoba, 1977; idem. Historia de la Iglesia en Córdoba. Córdoba, 1991. T. 2: Reconquista y Restauración (1146-1326); Sotomayor y Muro M. Los testimonios históricos mas antiguos del cristianismo hispano//Historia de la Iglesia en España/Ed. R. García-Villoslada. Madrid, 1979. Vol. 1. P. 35-80; Rodr í guez Lia ñ ez L. Real monasterio de Santa Clara de Córdoba: Documentación y studio histórico (1260-1499). Sevilla, 1983; Mu ñ oz Due ñ as M. D. El diezmo en el obispado de Córdoba, 1750-1845. Córdoba, 1988; Rodriguez Neila J. F. Historia de Córdoba. Córdoba, 1988. Vol. 1: Del amanecer prehistórico al ocaso visigodo; M á rquez Moreno C. Talleres locales de capiteles corinizantes en Colonia Patricia Corduba durante el período adrianeo//Archivo español de arqueología. Madrid, 1990. Vol. 63. N 161/162. P. 161-182; Morena L ó pez J. A. Nuevas aportaciones sobre el Aqua Vetus Augusta y la necropolis occidental de Colonia Patricia Corduba//Anales de arqueología cordobesa. 1994. N 5. P. 155-179; Garc í a-Cuevas Ventura J. El cabildo catedralicio cordobés ante la crisis del Antiguo Régimen (1808-1833)//Revista de historia contemporánea. 1995. N 6. P. 33-60; Sanz Sancho I. Geografía del Obispado de Córdoba en la Baja Edad Media. Madrid, 1995; idem. El Cabildo catedralicio de Córdoba en la Edad Media//En la España medieval. Madrid, 2000. N 23. P. 189-264; idem. Episcopologio medieval cordobés: Siglos XIII-XIV//Hispania Sacra. Madrid, 2002. Vol. 54. P. 23-68; Hidalgo R. Análisis arquitectónico del complejo monumental de Cercadilla//Colonia Patricia Corduba/Ed. P. León Alonso. Sevilla, 1996. P. 235-248; Jordano Barbudo M. A. Arquitectura medieval cristiana en Córdoba. Córdoba, 1996; Arjona Castro A. Urbanismo de la Córdoba califal: Tras las huellas de la Córdoba califal. Córdoba, 1997; El Convento de Dominicas del Corpus Christi de Córdoba (1609-1992)/Ed.

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También San Cipriano, hablando de una reunión eucarística, alude a algo semejante: Considentibus Dei sacer dotibas, et »altare pósito.» La representación más antigua de un altar trípode cristiano se halla en la llamada capilla de los Sacramentos, en el cementerio de Calixto, y data de Cementerio de San Calixto. Rito de la consagración principios del siglo III. Junto a la figura simbólica del banquete eucarístico, un personaje vestido de capa permanece en pie delante de una mesa de tres pies, sobre la cual han sido colocados un pan y un pez, mientras extiende sobre estos elementos la mano derecha en ademán de consagrarlos. Esta movilidad del altar respondía al concepto que de él tenía el cristianismo, muy distinto del de los paganos. Para éstos, lo que contaba era el soporte material del sacrificio (el βωμς, como lo llamaban); para los cristianos, mαs importancia que el objeto material tenía la acción mística, el sacrificio de Cristo, que allí se realizaba. Con todo, el fin eminentemente sagrado a que servía debió muy pronto asegurar a la mesa eucarística una atención especial, y fue causa de que se la considerara como «objeto litúrgico»; más aún, como res sacra, porque, como observaba Orígenes, estaba consagrada por la sangre de Cristo. El altarmesa de los tres primeros siglos traía, pues, su origen de la mesa agápicoeucarística, y, consiguientemente, era de madera, de forma circular o cuadrada, y de amplitud suficiente para poder contener los elementos eucarísticos y algunas veces otras ofrendas que, según atestigua la Traditio, se colocaban sobre ella para ser bendecidas. En África eran de madera todavía los altares que en el siglo IV los donatistas, en su fobia anticatólica, devastaban, utilizando la madera para calentar el agua que echaban en los cálices. San Agustín cuenta las violencias por ellos perpetradas contra Maximiano, obispo de Bagai, golpeado con los travesanos del altar junto al que se había refugiado. " San Atanasio refiere también que, cuando los arríanos invadieron su iglesia de Alejandría para poner como obispo a un tal Jorge, hicieron saltar el trono episcopal y la mesa de madera del altar, pegándole a éste fuego. Los altares de madera duraron largo tiempo en la Iglesia; tanto, que en la época de los carolingios fue necesaria una orden especial que los prohibiera; este material, que presentaba no pocos inconvenientes, al comenzar el siglo IV fue poco a poco substituyéndose por la piedra. Sin embargo, la primera disposición prohibitoria del altar de madera se encuentra en el concilio de Epaón, del año 517 (en.26), en la Borgoña, Por esta época y también en Oriente, los altares de madera que quedaban fueron abandonados prácticamente.

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Además, el antiguo simbolismo de las celdas cementeriales pasa a formar parte de la decoración fastuosa de los ábsides, de los arcos triunfales, de los transeptos, de los pavimentos, combinándose con símbolos nuevos. Vemos así repetido el motivo ornamental de la viña, figura de la Iglesia; de los pavos reales, símbolo de la inmortalidad, dispuestos a los dos lados del cantharus, del que mana el agua de la vida; el cordero divino derecho sobre la roca, de la cual salen los cuatro ríos (Evangelios), mientras a derecha e izquierda están alineadas doce ovejas. Va, finalmente, desapareciendo el símbolo antes popularísimo del pez, substituido por el monograma constantiniano de Cristo y de la cruz con piedras preciosas, que comienza a campear desenvuelta, como signo de triunfo, en las concavidades absidales. Finalmente, se debe hacer resaltar la importante transformación sufrida por el tipo iconográfico de Cristo. Mientras en las pinturas que estaban en los cementerios era generalmente representado como adolescente imberbe y más bien como figura episódica, en la iconografía basilical aparece adulto, con barba y respirando con solemne majestad. El clásico mosaico de Santa Pudenciana (s. IV) lo presenta como sentado sobre una silla imperial, con el libro de la ley en la mano (la traditio legis), rodeado de los apóstoles, con el fondo verdeante de la Jerusalén celestial. Encima campea la cruz. La idea de esta grandiosa figura de Cristo sobre el trono en el ábside, al cual están coordinadas todas las figuras, no era solamente un magnífico elemento decorativo, sino la expresión plástica del triunfo de Cristo sobre sus enemigos y del concepto dogmático de que Cristo es el centro de toda la liturgia. La antigua costumbre de rezar con los brazos dirigidos a Oriente sugirió en seguida el dar una orientación también a los edificios del culto. Se encuentra la primera prescripción hacia el final del siglo III en la Didascalia: Segregetur presbyteris locus in parte domus ad orientem versa... nam Orientem versas oportet vos orare; a la cual hacen eco las Constituciones apostólicas: Aedes (ecclesia) sit oblunga, ad orientem versus, navi similis. El ábside, por tanto, debía de mirar a Oriente, de forma que, orando, el pueblo tuviese la mirada dirigida a aquella dirección. En Oriente esta disposición de las iglesias debía de ser general, porque el historiador Sócrates cita como una singularidad el caso de una iglesia en Antioquía que miraba hacia el Occidente.

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en la paz del Pez, acuérdate de tu Pectorio. 5. Las Primeras Actas de los Mártires E ntre las fuentes más preciosas de información con que contamos para la historia de las persecuciones están los relatos de los sufrimientos de los mártires. Se solían leer a las comunidades cristianas en los actos litúrgicos que conmemoraban el aniversario del martirio. Desde el punto de vista histórico pueden dividirse en tres grupos: I. El primer grupo comprende los procesos verbales oficiales del tribunal. No contienen más que las preguntas dirigidas a los mártires por las autoridades, sus respuestas tal como las anotaban los notarios públicos o los escribientes del tribunal, y las sentencias dictadas. Estos documentos se depositaban en los archivos públicos, y algunas veces los cristianos lograban obtener copias. La apelación Actas de los mártires (acta o gesta martyrum) tendría que reservarse para este grupo, pues solamente aquí tenemos fuentes históricas inmediatas y absolutamente dignas de crédito, que se limitan a consignar los hechos. II. El segundo grupo comprende los relatos de testigos oculares o contemporáneos . A éstos se les llama passiones o martyria. III. El tercer grupo abarca las leyendas de mártires compuestas con fines de edificación mucho después del martirio. A veces es una mezcla fantástica de verdad e imaginación. En otros casos se trata de simples novelas, sin ningún fundamento histórico. I. Al primer grupo pertenecen : I. Las Actas de San Justino y compañeros. Estas actas no tienen precio por contener el proceso oficial del tribunal que condenó al más importante de los apologistas griegos, el célebre filósofo Justino. Fue encarcelado junto con otros seis cristianos por orden del perfecto de Roma, Q. Junio Rústico, durante el reinado del emperador Marco Aurelio Antonino, el filósofo estoico. Las actas consisten en una breve introducción, el interrogatorio, la sentencia y una corta conclusión. La sentencia que pronuncia el prefecto es la siguiente: «Los que no han querido sacrificar a los dioses ni someterse al mandato del emperador, sean azotados y llevados a ser decapitados conforme a la ley.» El martirio tuvo lugar en Roma, probablemente el año 165.

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(Исторические памятники Германии). Из сего сборника приводятся автором Chronicon Moissiacense, Annales Mettenses, Petavienses, Lubscenses, Xantenses, Laurissenses, Laurisch, капитулярии Пепина, Карла Великого, Карла II, жизнеописание Карла Великого, Людовика, летописи Эйнгарда, Гинкмара реймского, Пруденция шреценского, Адона, Регинона, Рудольфа, житие Бонифация. 2) Archive der Gesellschaft für ältere deutsche Geschichtskunde. Hanover, 1824. (Архив Пертца). Здесь помещена монтекассинская легенда. Пец (Pez), Rerum Austriacarum Scriptores (Австрийские писатели). Автор приводит из сего сборника богемскую летопись Неплахона (Chronicon bohemiae Neplachonis abbatis opataviensis) и летопись адмонтского монастыря (Chronicon monasterii Admontensis). Пиравский (Pirawski): Historya archi-kapituy Jwowskij (История львовской архикапитулы). Рукопись. Писторий (Pistorius): Scriptores rerum polonicarum (Польские писатели). Автор воспользовался из сего сборника летописями Кромера (Kromeri origines) и Виппо. Планк (G. J. Planck): Geschichte der Christlich-Kirchlichen Gesellschafts-Verfasung, Hanover, 1803 (История учреждений христианско-церковного общества). Платон: Opera Platonis. 1578. (Творения Платона). Плутарх. Автор пользовался изданием Рейске, вышедшим в Лейпциге в 1774 году. Прай (Pray) Annales regum Hungariae, Vindobonae, 1763 (Летописи венгерского королевства). Прокопий. (Procopius). В S. h. B. Пруденций треценский Prudentii Trecensis annales (Летописи II т.). В сборнике Пертца. Пясецкий (Piasecki) Chronicon (Летопись). Amstelaedami. 1648. Раумер. Статья его в архиве Ледебура. Регинон: Reginonis Chronicon (Летопись Регинона). В сборнике Пертца. Рейске. Издатель Плутарха. Рейтц (Alexander v. Reutz). См. Морошкин. Рудольф: Rudolfi annales fuldenses (Фульдские летописи). В сборнике Пертца. Салаги (Salagi) De statu ecclesiae Panonicae. Quinque-ecclesiis, 1777. (О состоянии панонской церкви). Сарницкий (Sarnicki) Annales (Летописи). Cracoviae. 1587. Сарторий (Augustinus Sartorius): Cistertium.

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El epitafio de Pectorio fue hallado en siete fragmentos en un antiguo cementerio cristiano cerca de Autún (Francia) el año 1830. El primero en publicarlo fue el cardenal J. P. Pitra, quien, al igual que J. B. Rossi, lo data a principios del siglo II, mientras que E. Le Blant y J. Wilpert opinan que es de fines del siglo III. La forma y el estilo de las letras hacen pensar en el período que va del 350 al 400. Pero su fraseología es exactamente igual a la del epitafio de Abercio, que es del siglo II. Esta inscripción es un bello poema de tres dísticos y cinco hexámetros. Los primeros cinco versos están unidos entre sí por el acróstico ΙΧΘΥΣ. El contenido se divide en dos partes. La primera, que comprende los versos del 1 al 7, es de carácter doctrinal y va dirigido al lector. Se llama al bautismo «fuente inmortal de aguas divinas,» y a la Eucaristía, «alimentó, dulce como la miel, del Salvador de los santos.» La antigua costumbre cristiana de recibir la comunión en las manos explica las palabras «teniendo el pez en las palmas de tus manos.» Cristo es llamado «la luz de los muertos.» La segunda parte, que comprende los cuatro últimos versos, es más personal. Ruega aquí Pectorio por su madre y pide a sus padres y hermanos difuntos una oración «en la paz del Pez.» Es muy posible que la primera parte fuera una cita de un poema mucho más antiguo. Esto explicaría la semejanza de lenguaje con el epitafio de Abercio. El texto de la inscripción es como sigue: ¡Oh raza divina del Ichthys! (el Pez), conserva tu alma pura entre los mortales, tú que recibiste la fuente inmortal de aguas divinas. Templa tu alma, querido amigo, en las aguas perennes de la sabiduría que reparte riquezas. Recibe el alimento, dulce como la miel, del Salvador de los Santos, come con avidez, teniendo el Ichthys (el Pez) en las palmas de tus manos. Aliméntame con el Pez, te lo ruego, Señor y Salvador. Que descanse en paz mi madre, te suplico a ti, luz de los muertos. Ascandio, padre carísimo de mi alma, con mi dulce madre y mis hermanos,

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Yo, ciudadano de una ciudad distinguida, hice este monumento en vida, para tener aquí a tiempo un lugar para mi cuerpo. Me llamo Abercio, soy discípulo del pastor casto que apacienta sus rebaños de ovejas por montes y campos, que tiene los ojos grandes que miran a todas partes. Este es, pues, el que me enseñó... escrituras fieles. El que me envió a Roma a contemplar la majestad soberana y a ver a una reina de áurea veste y sandalias de oro. Allí vi a un pueblo que tenía un sello resplandeciente. Y vi la llanura de Siria y todas las ciudades, y Nísibe después de atravesar el Eufrates; en todas partes hallé colegas, teniendo por compañero a Pablo, en todas partes me guiaba la fe y en todas partes me servía en comida el pez del manantial, muy grande, puro, que cogía una virgen casta. y lo daba siempre a comer a los amigos, teniendo un vino delicioso y dando mezcla de vino y agua con pan. Yo, Abercio. estando presente, dicté estas cosas para que aquí se escribiesen, a los setenta y dos años de edad. Quien entienda estas cosas y sienta de la misma manera, niegue por Abercio. Nadie ponga otro túmulo sobre el mío. De lo contrario pagará dos mil monedas de oro al tesoro romano y mil a mi querida patria Hierópolis. La importancia teológica de este texto es manifiesta . Es el más antiguo monumento en piedra que hable de la Eucaristía. El pastor casto, del cual Abercio dice ser discípulo, es Cristo . El fue el que le mandó a Roma a ver a la Iglesia, «la reina de áurea veste y sandalias de oro,» y a los cristianos, «pueblo que tiene un sello resplandeciente.» El término sello (σφραγ) para significar el bautismo era muy conocido en el siglo II. Por todas partes, en su viaje a Roma, encontró correligionarios, que le ofrecieron la Eucaristía bajo ambas especies, pan y vino. El pez de la fuente, muy grande y puro, es Cristo, según el acróstico ΙΧΘΥΣ. La Virgen inmaculada que tomo el pez es, según el modo de hablar de aquel tiempo, la Virgen María, que concibió al Salvador. B) El epitafio de Pectorio.

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Ya para el año 440 había aparecido una traducción latina hecha por el africano Eustatio. Basilio dice claramente que no está interesado en la interpretación alegórica del Génesis : Conozco las leyes de la alegoría, aunque no por haberlas inventado yo mismo, sino por haber tropezado con ellas en obras de otros. Los que no admiten el sentido ordinario de las Escrituras, no llaman al agua sino oirá cosa. Interpretan una planta o un pez como se les ocurre. Explican la naturaleza de los reptiles y de las fieras de forma que se ajuste a sus propias alegorías, como los intérpretes de sueños que explican los fenómenos de los sueños como les viene bien para sus propios intentos. Yo, en cambio, cuando oigo la palabra hierba, entiendo que quiere decir hierba. Planta, pez, bestia salvaje, animal doméstico – yo tomo todas estas palabras en su sentido literal, «porque no me avergüenzo del Evangelio» (Hex. 9,80). Se propone dar una concepción cristiana del mundo en contraste con las nociones paganas antiguas y con el maniqueísmo, mostrando al Creador tras la creación. Traza un cuadro lleno de colorido de la belleza de la naturaleza y describe las maravillas del cosmos en un sorprendente alarde de ciencia natural y de filosofía, que sólo puede hacer quien esté al corriente de la investigación y de la ciencia contemporáneas. Muchas de sus explicaciones están tomadas de Aristóteles, Platón y Poseidonio. Debe también algo a Plotino, aunque nunca le menciona. Sus homilías también son, pues, importantes a causa de las fuentes que utilizan. En la última anuncia una conferencia sobre el hombre como imagen de Dios. No parece que la llegara a pronunciar nunca, pues Ambrosio sólo conoce nueve homilías, y Gregorio de Nisa compuso su De hominis opificio con el fin exclusivo de completar la obra de su hermano. No auténticos los dos sermones De hominis structura (PG 30, 9–61) ni otro sermón, De paradiso (PG 30,61–72). 2. Homilías sobre los salmos Se atribuyen a San Basilio unas 18 homilías sobre los Salmos.

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3) La anáfora de Serapión contiene en su correspondiente lugar las palabras de la institución, lo mismo las relativas al pan como las relativas al vino. Para demostrar su tesis, Lietzmann se ve obligado a considerarlas como interpoladas posteriormente, junto con la segunda epiclesis del Logos que viene inmediatamente después, y que se enlaza con aquéllas. Pero todo esto es subjetivo y arbitrario. La mayor parte de los críticos ven en la anáfora suficiente homogeneidad y unidad lógica de ideas, y reconocen que la epiclesis del Verbo no sólo es auténtica y se encuentra en otros escritos contemporáneos a Serapión, sino que se remonta mucho más arriba, por lo menos hasta el siglo II, como luego veremos. Si en ella se encuentran inserciones posteriores, son precisamente el prefacio, el Sanctus y la primera epiclesis, añadidas al final del siglo III o a principios del siglo IV, y que desvían la trayectoria lógica de la oración 4) Que la eucaristía se celebrara primitivamente sólo con pan, o con pan y agua, dista mucho de estar demostrado. No existe antes del 150 ningún documento escrito o monumental que aluda a una eucaristía de este género. Los sinópticos, que, como dijimos, reflejan el uso litúrgico de los primeros decenios de la Iglesia, hablan expresamente de pan y vino . La perícopa Lucas 22:20, cuya autenticidad muchos la niegan por omitirla alguncs manuscritos occidentales, es ciertamente genuina; como también lo es la mención del vino en San Justino. Los famosos y conocidos frescos de la cripta de Lucina, en Roma, atribuidos al principio del siglo II, y que representan un canastillo de panes eucarísticos con un pez debajo, dejan ver claramente entre los nombres de la cesta un cáliz de vidrio con vino tinto dentro. Ni podemos olvidar la insigne estela de Abercio (principios del s. III), testimonio de una misma experiencia litúrgica desde Roma hasta el Eufrates, y que dice que en todas partes la fe le ofreció vino bueno, mezclado, juntamente con pan. Es verdad que los apócrifos en sus pseudoeucaristías hablan de pan y agua; pero porque son todos de origen gnóstico, y ya se sabe que los marcionitas con sus adeptos, por ideal moral, por encratismo, tenían prohibido el uso del vino, considerado como algo diabólico. La frase frangere panem puede que hubiera significado alguna vez la acción aislada de partir el pan, como era costumbre hacer al comienzo de las comidas rituales judaicas, pero en les Hechos (2:42; 20:7), como demostramos antes, designa un todo más complejo (pars pro toto), es decir, el rito eucarístico completo, que abarca el pan y el vino. En este sentido más amplio, encontramos también esa expresión en San Ignacio de Antioquía, en su carta a los de Efeso, y en la Dídaché (c.14).

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66 . El que ha sido sentenciado a muerte no se inquietará por saber como se administran los teatros ni por ordenar entradas para un espectáculo; del mismo modo, al que está todo entregado al llanto, tampoco se le dará por los deleites o por la gloria del mundo. 67 . La aflicción es un sufrimiento perseverante que se ha vuelto como natural para el alma penitente, el cual añade cada día tristezas a tristezas, y dolores a dolores semejantes a los que padece la mujer que pare. Por esto dijo un sabio doctor: «Veo que algunos lloran; mas si esas sus lágrimas saliesen del corazón, no se moverían tan presto a risa» 68 . Justo y santo es el Señor, el cual, así como otorga la compunción a los que razonablemente viven la vía del hesicasta, también alegra cada día a los que viven razonablemente en la obediencia. Mas el que no vive sinceramente una de estas vías, téngase por privado de esta gracia. 69 . Ten cuidado, cuando estés en lo más profundo de la aflicción, de alejar de ti al perverso can que te representa a Dios como cruel y riguroso; pues si bien lo consideras, también te lo pinta como muy blando y misericordioso cuando estás en el pecado. 70. El ejercicio asiduo engendra la continuidad, y esta continuidad se hace hábito y da gusto por el ejercicio. El que ha llegado a este grado de virtud difícilmente caerá de ella. Por lo cual dijo un doctor que, comúnmente, cuando caen los perfectos no suelen hacerlo súbitamente, sino poco a poco, y aflojando en el fervor. 71 . Aunque hayas subido a un altísimo grado de vida, todavía lo debes tener por sospechoso si no te acompañan la tristeza y el dolor. Porque es necesario, absolutamente necesario, que los que después de aquel saludable bautismo ensuciamos nuestras almas, sacudamos la pez de nuestras manos con el fuego incesante del corazón y con el óleo de la misericordia de Dios. 72 . Yo pude contemplar en algunos el más alto grado adonde podía llegar esta gracia del llanto, los cuales tenían tan herido y traspasado su corazón con el cuchillo del dolor, que echaban sangre por la boca. Y viéndolos recordé al Profeta, que dice: «Fui herido, y así como el heno, el corazón se secó» (Cf. Sal. 101).

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