La estela de Mesa nos proporciona la información que nos faltaba y aclara lo que en los versículos de la Biblia resultaba confuso. En el punto decisivo la estela y la Biblia coinciden; la campaña terminó con la derrota del rey de Israel. La Biblia describe extensamente los primeros éxitos de Israel que el rey Mesa deja de mencionar. El desfavorable resultado de la campaña lo da a entender la Biblia, pero en forma muy lacónica, y en cambio el rey de Moab saborea su victoria. Ambos dicen la verdad. En cuanto al «agua sangrienta» que salvó a los coligados de morir de sed durante su marcha a través de la tierra árida, un geólogo encontró la explicación. Si en la toba, junto al Mar Muerto, se hunden artesas, éstas se llenan en seguida de agua que procede de las altas mesetas y debe su color rojizo a la naturaleza del terreno. Aún en nuestros días muchos pastores de la Jordania oriental se procuran agua en esta forma. «Y así Israel quedó arruinado para siempre,» se dice con expresión triunfal en la estela de Mesa. Con ello se da a entender la sangrienta exterminación de la dinastía de Omri, al serle arrebatado el trono de Israel. El rey Joram fue muerto. Ni uno solo de los miembros de la casa del soberano, que por el casamiento del rey Ajab con la princesa fenicia Jezabel introdujeron en Israel el odiado culto de Baal, se salvaron (2 Re. 9:24 y sigs.; 10:1 y sigs.). Los profetas Elias y Elíseo fomentan la revolución, y en el año 841 antes de J.C. el caudillo del ejército Jehú, fiel a Yahvé, es elevado a la dignidad real (2 Re. 9:1 y sigs.). Los sacerdotes del culto de Baal sufren la misma suerte que la familia de los Omri, son degollados sin compasión (2 Re. 10:25 y sigs.). Esto tiene como consecuencia la ruptura con los fenicios. Las noticias sobre el reinado de Jehú son escasas: «Por aquellos días empezó Yahvé a cercenar a Israel, y Jazael derrotó a éstos en todo territorio israelita» (2 Re. 10:32). La totalidad de las pérdidas y de las derrotas se conoce por un pasaje de la biblia del tiempo de Joacaz, el hijo de Jehú «Realmente [Yahvé] no dejó ejército a Joacaz, a no ser cincuenta de a caballo, diez carros y diez mil infantes, pues los había destruido el rey de Asiria, parándoles como el polvo de la trillan (2 Re. 13:7). La soberbia fuerza en carros de combate del rey Ajab quedó reducida de dos mil a diez carros. ¿Cómo fue ello posible?

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Menciona la presencia de un verdadero altar: «Veis cómo no se rocían ya los altares con sangre de bueyes, sino que se consagran con la sangre preciosa de Cristo fin (In Iesu Nave 2,1). Es verdad que hay otros pasajes en los escritos de Orígenes en los que se da una interpretación alegórica al «cuerpo y a la sangre» del Señor en la Eucaristía: representan la enseñanza de Cristo con que se alimentan nuestras almas: Ese pan que el Verbo Dios (Deus Verbum) dice ser su cuerpo, es la Palabra que alimenta las almas, el Verbo que procede del Verbo Dios (verbum de deo verbo procedens); es pan celestial, que está colocado encima de la mesa, del cual está escrito: Tú pones ante mí una mesa, enfrente de mis enemigos ( Ps. 22,5 ). Y esa bebida que el Verbo Dios dice ser su sangre, es la Palabra que sacia e inebria los corazones de los que la beben; de la bebida de este cáliz está escrito: Qué bueno es tu embriagador cáliz ( Ps. 22 )... El Verbo Dios no llamó cuerpo suyo a aquel pan visible que tenía en sus manos, sino a la Palabra, en cuyo misterio debía romperse el pan. No llamó su sangre a aquella bebida visible, sino a la Palabra, en cuyo misterio se serviría esta bebida. Porque ¿qué otra cosa puede ser el cuerpo o la sangre del Verbo Dios, sino la palabra que alimenta y alegra los corazones? (In Matth. comm. ser. 85). Sin embargo, estos pasajes no excluyen la interpretación literal que da en otras ocasiones. Afirma claramente que la sangre de Cristo se puede beber de dos maneras, «sacramentalmente» ( sacramentorum ritu) y «cuando recibimos sus palabras vivificantes» (In Num. hom. 16,9). Por otra parte, da a entender que la interpretación literal de la santa comunión es la interpretación comúnmente admitida en la Iglesia (κοιντερα), pero dice que es la manera de concebir de las almas simples (In Matth. 11,14), mientras que la interpretación simbólica es más digna de Dios y la que profesan los doctos (In Ioh. 32,24; In Matth. 86). 8 . Escatología. Lo más típico, sin duda, de la especulación teológica de Orígenes es su doctrina de la apocatástasis (αποκατσταση), ο restauraciσn universal de todas las cosas en su estado original, puramente espiritual.

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Momento principal del Sacramento . El momento inicial de la existencia de la familia cristiana es la ceremonia del Matrimonio. La parte principal de este ritual es la colocación de las coronas sobre las cabezas de los cónyuges, con las palabras: « Es coronado el siervo de Dios… con la sierva de Dios… (Es coronada la sierva de Dios… con el siervo de Dios…) en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. » Luego la bendición común a ambos pronunciando tres veces la corta oración: « Señor Dios nuestro con gloria y honor corónalos. « El Matrimonio, como establecimiento Divino . Las Sagradas Escrituras dicen más de una vez, que el matrimonio tiene en sí mismo la bendición de Dios. Así, en el Génesis (1:27–28), leemos: »Y creó Dios al hombre a Su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: fructificaos y multiplicaos, llenad la tierra.» También en Gén. (2:18–24) el autor, relatando la creación de la mujer desde la costilla de Adán y uniéndola a su esposo, agrega: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.» El Salvador mismo, mandando conservar la fidelidad del matrimonio y prohibiendo su disolución, recuerda estas palabras del Génesis y amonesta: «lo que Dios unió, no lo separe el hombre» (Mat. 19:4–6). Estas palabras testifican claramente sobre la dignidad moral del matrimonio. El Señor Jesucristo santificó con Su presencia la boda de Cana de Galilea, y ahí efectuó Su primer milagro. El Apóstol Pablo compara con el matrimonio el carácter místico de la Iglesia: «maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por ella» – y más adelante: «por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia» (Ef. 5:25, 31–32). Con más detalles habla sobre el matrimonio y la virginidad en 1Cor. cap., 7. Poniendo más alto la virginidad que al matrimonio, él no lo juzga, mandando conservarlo, aconsejando no divorciarse, aún de una heterodoxa, con la esperanza de convertirla a la fe, y concluye: «mas todos los casados tendrán su tribulación en la carne y yo les tengo lástima» (vers. 28).

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Naim, que quiere decir «agradable,» recibió su nombre por su ubicación en el magnífico y rico territorio de pasturas en el valle de Esdrelón. El Señor estaba acompañado por Sus discípulos y una multitud de gente. En la antigüedad las ciudades estaban rodeadas por sólidas murallas como protección contra los enemigos, de manera tal que sólo se podía entrar y salir de la ciudad a través de un pórtico. Es en este pórtico de la ciudad que el Señor se encontró con una procesión fúnebre en la que era llevado un joven hijo único de madre viuda fuera de la ciudad. Viendo la aflicción de la madre, el Señor se apiadó de ella. Dijo Jesús: «No llores» y tocó el ataúd abierto donde yacía el joven, dando así señal para que la procesión se detuviera. Luego Jesús resucitó al joven con las palabras: «Joven, Yo te lo ordeno: levántate.» Nuestro Señor lo resucitó y se lo entregó a su madre. El temor se apoderó de todos, sin embargo, ninguno de los testigos del milagro reconocieron en Jesús al Mesías-Taumaturgo, sino sólo a un «gran profeta» y esta opinión se divulgó por toda Judea y sus alrededores. Los mensajeros de Juan el Bautista. ( Mt. 11:2–19 ; Lk. 7:18–35 ). San Juan el Bautista no tenía dudas sobre la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo (ver Jn. 1:32–34 ). No obstante, Juan, estando ya en la cárcel, envió a dos de sus discípulos para preguntar a Jesucristo: «¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» La respuesta a este interrogante era aguardada no tanto por el Bautista como por sus discípulos, quienes, habiendo escuchado muchas cosas sobre los prodigios del Señor, no entendían la razón por la cual Él, si en verdad era el Mesías, no lo daba a conocer abiertamente. El Señor no da una respuesta directa pues para los judíos el nombre del Mesías estaba relacionado con la gloria y magnificencia terrenales. Solo aquel cuya alma ha sido purificada de todo lo terrenal por la enseñanza de Cristo, era digno de escuchar y conocer que Jesús en verdad era el Mesías-Cristo. Así, Cristo por toda respuesta cita la profecía de Isaías ( Is. 35:2–6 ), dirigiendo la atención de los discípulos hacia los milagros efectuados por Él, como certificación de que Él fue enviado por Dios, agregando: «Bienaventurado aquel para quien Yo no sea motivo de tentación,» es decir viendo Mi humilde apariencia, que nadie tenga dudas: Yo soy el Mesías.

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No nos limitamos solamente a esto, sino que no hacemos otra cosa que maquinar insidias los unos contra los otros, morder y devorar nuestros miembros con palabras y obras, actuando como verdaderos y propios locos; esto, es pues el más claro signo revelador de una innegable posesión diabólica o locura. ¿Cómo, pues, tenemos que comportarnos con el adversario? Según la ley que destierra también las desenfrenadas concupiscencias, las miradas desordenadas, el amor irregular que es la causa de ruinas ( Mt. 5:27 ). El ojo derecho y la mano derecha ( Mt. 5:29 ) que debemos suprimir, están para significarnos las personas que nos tienen un amor ruinoso: ¿no es cierto que, a menudo, por eso está violada y pisoteada la ley de no repudiar la propia mujer? ( Mt. 5:31–32 ). Los Motivos de Contrición: Perjurio, Resistencia, Avaricia y Soberbia Siento vergüenza de recordar las palabras del Señor que prohiben el juramento ( Mt. 5:33–37 ), tanto si se jura continuamente, como si se perjura. Si el jurar, afirmando lo verdadero, es ya pecado y prevaricación de la ley, ¿dentro de qué categoría colocaremos al perjurio? Si no se considera más palabra del maligno, aquella que no va más allá del sí, sí, no, no ¿de quién viene la que va más allá de tal transgresión? Está escrito además: «Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado» ( Mt. 5:39; 39–42 ). ¿Qué cosa agregar a estas palabras? No nos queda por todo eso, más que llorar y cubrirnos de vergüenza, desde el momento que la vía por nosotros deliberadamente seguida, corre en dirección opuesta. Pasamos el tiempo siempre en criticar y en hacernos la guerra, en litigar y en tomarnos de los pelos; no soportamos la más mínima molestia de las acciones o palabras de los otros, al contrario guerreamos apenas sea posible, contra aquellos que nos ofenden. Dar Libremente

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Para la elección de las especies de árboles pudieron confiar en las indicaciones de sus antepasados tanto como en la elección de los sitios más apropiados. Cuando hace unos años surgió la cuestión de si las peladas vertientes de las montañas situadas en la parte norte del Estado podrían ser repobladas, el Libro de Josué dio la respuesta: «Josué respondió a la casa de José, a Efraim y Manasé: «Eres un pueblo numeroso, tu fuerza es mucha, no puedes tener una sola suerte, pero la montaña será tuya; aunque es bosque, tú lo talarás«» (Jos. 17:17–18). Las dos tribus estaban asentadas al norte de Jerusalén, desde las cordilleras de Bet-El, pasando por la bíblica Sikem al pie de Garitzim, hasta la llanura de Yezreel. «Los árboles, según es sabido, prosperan mejor en los sitios en los cuales hubo antes algunos – manifestó el profesor Zohary, de la Universidad hebraica –. Confiémonos en el Libro de los Libros.» Muchos quebraderos de cabeza proporcionó una oscura indicación que, hasta hace pocos años, nadie comprendía: »Y come (Jacob) de los frutos de los campos; dale a chupar miel de la peña y aceite del duro pedernal» (Dt. 32:13). La solución del enigma se halló en el Negueb, donde se encontraron a millares unos pequeños círculos rodeados con piedras. A su alrededor no se encontró agua ni tampoco manantiales ni un solo pozo digno de mención. Cuando la arena fue apartada se encontraron restos de antiguas raíces de olivos y de vides. Las vallas de piedra habían prestado un buen servicio reteniendo aguas pluviales. Su disposición da a entender una considerable experiencia y conocimientos sobre los procesos de la condensación. Las piedras que forman parte de los muros están colocadas de manera que dejan pasar el aire. De esta forma la humedad se condensa en ellas, en cantidades suficientes para alimentar de agua a un olivo o a una cepa. En cada círculo amurallado había una sola planta. El dulce zumo de la uva era designado, muy a menudo, en los tiempos antiguos, con el término «miel.» El olivo suministra el aceite. Miel y aceite eran extraídos de la peña, del duro pedernal. Los modernos israelitas, al proceder al replanteo, asignan también un considerable valor a los pequeños recolectores de rocío, inteligentemente dispuestos.

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Pero Jesús rechazó la bebida y soportó con pleno conocimiento los acerbos dolores al ser clavado en la cruz. «Era la hora tercia y le crucificaron» (Mc. 15:25). Referida a la división del tiempo actualmente en vigor, la «hora tercia» del Antiguo Oriente corresponde a las nueve de la mañana. «Y a la hora nona,» es decir, a las tres de la tarde, se consumó la tragedia. »Jesús, dando una fuerte voz, expiró» (Mc. 15:34–37). ¿De qué murió Jesús? Las investigaciones realizadas en estos últimos años en Colonia han tratado de dar una contestación a esta pregunta desde el punto de vista médico. En una persona colgada por ambas manos la sangre se acumula muy rápidamente en la mitad inferior del cuerpo. Al cabo de 6 a 12 minutos la presión arterial cae a la mitad y el número de pulsaciones aumenta el doble. La sangre llega al corazón en cantidad insuficiente. La consecuencia de esto es la pérdida del conocimiento. Como consecuencia de la insuficiente irrigación del cerebro y del corazón, se llega pronto a un colapso ortostático. La muerte por crucifixión es, por tanto, debida a un colapso cardíaco Se asegura que algunos crucificados morían al cabo de dos días y aún más tarde. En la rama vertical de la cruz se solía poner a menudo un pequeño apoyo llamado «sedile» (asiento) o también «cornu» (asta). Si el colgado en la cruz, en sus dolores, se apoyaba a ratos en él, la sangre volvía a subir a la parte alta del cuerpo y el colapso desaparecía. Si era cuestión de poner fin al dolor experimentado por el reo, se procedía al «crurifragium»; por medio de golpes de garrotes, se le rompían las articulaciones inferiores. Entonces ya no le era posible descansar los pies en el apoyo y la muerte por insuficiencia cardíaca se producía rápidamente. El «crurifragium» no le fue aplicado a Jesús. " Vinieron, pues, los soldados y quebraron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con Él; mas, llegando a Jesús, como le vieran ya muerto, no le quebraron las piernas» (Jn. 19:32–33). Los judíos habían pedido a Pilato que le fuese aplicado el crurifragium, pues era «la víspera del sábado» (Mc. 15:42; Lc. 23:54) y también el día de la Parasceve. Según la ley judaica, los crucificados no debían permanecer colgados durante la noche (Dt. 21:23). Y a las seis empezaba el sábado de la semana de Pascua en la cual queda prohibido el cumplimiento de toda sentencia. La proximidad de las grandes festividades hace comprensible la necesidad que tenían de imprimir una gran celeridad a todo el proceso, y explica la detención durante la noche, el juicio, la ejecución y el sepelio de Jesús en un plazo de pocas horas.

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Reunidos, pues, todos los religiosos (cuyo número era de doscientos treinta) en la iglesia, en un día domingo, una vez leído el Evangelio y acabados los divinos misterios, mandó el padre que trajesen a aquel reo que en nada resistía. Trajeron lo entonces algunos religiosos, atadas las manos a su espalda, vestido con un áspero cilicio y cubierta la cabeza con ceniza. Al contemplarlo con este aspecto tan doloroso todos quedaron espantados, prorrumpiendo en lágrimas y gemidos porque ninguno de ellos entendía lo que estaba sucediendo. En cuanto al reo, apenas que hubo llegado a las puertas de la iglesia, aquel sagrado padre y clementísimo juez le ordenó con voz terrible que se detuviera, «porque no eres, le dijo, merecedor ni siquiera de llegar hasta el umbral de esa puerta. El otro entonces, herido por el golpe de ese grito, que con toda sabiduría aquel verdadero médico había dado -y que después con juramentos nos afirmó que le pareció como un trueno, se desplomó temblando de pavor. Y estando él así, cubriendo la tierra con sus lágrimas, aquel maravilloso medico que ordenaba todo esto para su salud y para dar un ejemplo de verdadera humildad, le mandó decir en público todos los pecados que había cometido. El lo confesó todo gran humildad para gran espanto de todos los presentes, dejar de enumerar todo tipo de homicidios, hechicerías hurtos y otras cosas que no es lícito decir ni escribir. Y después de haberse así confesado, mandóle el padre se tonsurara para ser recibido en el número de los hermanos. 14 . Maravillado yo ante la sabiduría de este santo padre, le pregunté más tarde y en secreto: «¿Por qué causa has hecho tú una demostración tan extraordinaria?» A lo que este verdadero médico me respondió: «Hice esto por dos causas: la primera, intentando librar a ese penitente, por una confusión presente, de la confusión eterna. Y así fue, efectivamente, ya que no se levantó del suelo, ¡oh padre Juan!, hasta no haber recibido totalmente el perdón por sus pecados. Y en esto deseo que no tengas escrúpulos ni dudas: uno de los religiosos que estuvo presente me afirmó después que había visto allí a un hombre de gran estatura, el cual tenía un papel escrito en una mano y una pluma en la otra, y cuando el penitente postrado en tierra confesaba un pecado, este hombre lo borraba con la pluma. Y esto es justo, porque está escrito: «Te confesé mi pecado y no oculté mi iniquidad. Digo: " Confesaré a Yahvé mi pecadó, y tú perdonaste la culpa de mi pecado» (Sal. 32:5). En segundo lugar hice esto porque tengo aquí algunos religiosos que no han confesado enteramente sus pecados, los cuales, con este ejemplo, se sentirán movidos a hacerlo. Pues sin esta confesión nadie puede alcanzar el perdón. Otras muestras de virtud

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Sin embargo, este tratado, probablemente el mismo que los dos libros De dogmatibus et contra Arianos que menciona San Jerónimo (De vir. ill. 109), parece que hay que identificarlo con los libros IV y V que muchos manuscritos y las más de las ediciones impresas agregan a manera de apéndice al Contra Eunomium de San Basilio (cf. infra, p.219). Este material, aunque se le atribuya desde el siglo V, decididamente no pertenece a San Basilio. Por otra parte, presenta una serie de rasgos comunes con el De Trinitate y el De Spiritu Sancto de nuestro autor, y, lo que es más importante, aun cuando aparece sólo como un compendio o un extracto, su texto coincide con las catorce alusiones que encontramos en el De Trinitate. El original no abreviado debió de componerse el año 392, el mismo en que San Jerónimo publicó su De viris illustribus. Hay razones para suponer que, cuando en De Spiritu Sancto 32 habla de un Dogmatum volumen como de un escrito suyo anterior, se refiere a esta obra. b) Sectarum volumen No se conserva nada de su tratado Sectarum volumen, mencionado en De Spir. Sancto 5 y 20. En él, Dídimo explicaba, entre otras cosas, que el Espíritu Santo no recibe sabiduría, sino que es sabiduría. c) Defensa de Orígenes. Según Sócrates (Hist. eccl. 4,25), Dídimo dedicó una obra a defender y exponer el De principiis de Orígenes; pero de ella no ha quedado nada. Trató de demostrar que Orígenes había sido mal interpretado por gente simple, incapaz de comprender sus ideas. Dice San Jerónimo que Dídimo dio una interpretación ortodoxa a la doctrina trinitaria de Orígenes, pero que aceptó sin titubear sus otros errores referentes al pecado de los ángeles, a la preexistencia de las almas, a la apocatástasis, etc. (Adv. Rufin. 1,6; 2,16). El mismo Jerónimo nos informa acerca de otro tratado de tendencia origenista. Lo escribió por sugerencia de Rufino, quien pasó en Egipto los años 371 al 377, para responder a la siguiente cuestión: «Quare moriantur infantes, cum propter peccata corpora acceperint?» La explicación de Dídimo era la siguiente: «Non eos mu a peccasse et ideo corporum carcerea tantum eis tetigisse sufficere» (Jerónimo, Adv.

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ρτοκλνης s. τρικλνης ρτοκολεον, τ Backofen: MPER XVIII 265,2 (-ολλιον pap., s.VIII?). ρτοκολλτης, Bäcker: MPER XVIII 265,1 (s.VIII?). ρτοκλλυτος, Bäcker: CadAphr 163 (cf.p.141).– LSSup. ρτοκοπδιος, Bäcker: InscrEgypt 3 (a.533).– DGE. ρτοκοπικς des Bäckers: - λειτουργα VStephSab 610D c.184.–LS, LSSup, DGE, Tgl. ρτολιμς, ? Hunger nach Brot: γχουσιν ο τρες ρτολιμ γεννδες EustrHag 109. ρτολογω als Brot bezeichnen: τ ζυμον KamArs 50.– Vgl. -λογα KumN, -λγος HL. ρτοποιεον, τ Bäckerei: VPachom 283. 286. VPach 256,4 (v.l. -κοπεον). Sym I 625. MenolBalt 311. PG 86/2,3080A (Nic. Uran., V. Sym. Styl.).– Tgl, Stam. ρτοποησις, Brotbereitung: ThStudCatM 18 (p.128). VNil 107.– KumN, Stam. ρτοποικς Brot herstellend: Bas А 203,11. ργαστρια Zepos II 245.– LS, Tgl, Stam. ρτοποις zur Brotherstellung geeignet: ζμη GregNazPG 36,644C. id. LeibIned 126 c.31 – LS, DGE, Tgl. ρτοπνος Brot backend: δμω ProdGed VIII 133.– LS ρτπ. ρτοπολης, Brotverkäufer, Bäcker: DeCerV I 44,19 ms.– LS -πλης. ρτοπρατεον, τ Brotladen, Bäckerei: IoSoyl 276,13. AASS Nov III 810A. VConstGu 650,22 v.l. -πρτιον Zonar V 511,6.– Vgl. -πρατριον Stam. ρτοπωλτρια, Brotverkäuferin: γα Εφημα . Dmit I 219. ρτοπλισσα, Brotverkäuferin: TzetzAr II 515,19. ρτπωλος, Bäcker: AthanEp 100,3.– LS, Stam -πλης. ρτοσπογγτης, Brotstück zum Tunken: κλσται ρτοσπογγται BenOkt 270,22. DorGaz Dos. 8,6 adn. ρτοτροφα, Speisung mit Brot: μοχθος PsChrysPG 59,705.– Stam; vgl. -φω Tgl. ρτοτρυφω Brot essen: BalsamEpigr 188 XXIII 3. ρττυρος, Brot und Käse: PselPhil I 32,68.– LS, Stam. ρτουκορος ? Bezeichnung für ein Pferd: . δγαλος Hippiatr II 312,20. ρτουργς, Bäcker: TzetzHist V 537. ρτοφορω Brot bringen: StilbProl 163. ρτοφριον, τ Brotkorb: VGeorgChoz 130,6. JusCan 809A. MoneKot 337,36 – LS, Tgl, Duc, Somav, Clugnet, Bergotes; -ρι HL. ρτοφρος Brot bringend: κρακες GSync 223,11 – LS, Tgl, Stam. ρτοφυλακεον, τ Vorratskammer für Brot: Sym I 632А (v.l. -κιον). MenolBalt 314.

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